La Cuestión De Las Virtudes Morales
Enviado por jocelincatalina • 22 de Octubre de 2012 • 3.772 Palabras (16 Páginas) • 838 Visitas
FET 003 ÉTICA
La cuestión de las virtudes morales
Joaquín García Huidobro
El anillo de Giges
Capítulo IV
“El honor es el premio de la virtud”
Cicerón
Los actos que el hombre realiza repercuten en su modo de ser. Nuestro ser es moldeable, pero
se va definiendo con el tiempo, a través de lo que hacemos. Una anécdota real ilustrará lo que se
viene diciendo: hace tiempo, un empresario con buenas intenciones y poca formación intelectual me
decía: —"¿Se ha fijado usted en que los malos siempre triunfan? Eso se debe a que emplean
métodos de acción mucho más eficaces. Los buenos, en cambio, tradicionalmente hemos estado
muy restringidos en nuestra capacidad de reacción, de ahí que los malos siempre nos sacan ventaja.
En realidad, los buenos tenemos que actuar como los malos para poder derrotarlos". Efectivamente,
parece ser que si utilizamos sus mismos métodos podemos combatirlos mejor, ser eficaces. Pero,
¿no estaremos incurriendo en costos demasiado grandes? En efecto, ¿por qué los malos son así?,
¿será por sus genes, su raza, su nación, o porque actuaron mal? Si es por condiciones objetivas, la
solución es muy simple: eso es lo que creyeron Stalin, Hitler y muchos otros tiranos, que pensaban
que bastaba con eliminar ciertos grupos humanos, a los que atribuían toda la maldad, para obtener el
mejoramiento del mundo. Hoy nos damos cuenta de que las cosas no eran así. Parece ser que los
malos no nacieron malos, sino que se hicieron tales. ¿Y cómo se hicieron malos? Haciendo cosas
malas. Esto es impresionante: lo que hagamos (o dejemos de hacer) dejará inevitablemente una
huella en nosotros.
Si, entonces, ese señor quería combatir a los malos, lo hacía porque pensaba que era malo ser
malo. Pero si los malos se hicieron malos haciendo el mal, y yo quiero combatirlos con sus mismas
armas, entonces yo me estaré haciendo malo. Mataré a los malos haciéndome yo malo. Daría para
una buena novela: un hombre que logra eliminar a todos los malos del mundo y que al final descubre
que su tarea ha sido en vano, porque él es el último de los malos. Sólo le quedaría la posibilidad del
suicidio. No parece ser muy buen negocio.
Somos libres para elegir, pero no para evitar que caigan sobre nosotros las consecuencias de
nuestros actos. Hoy, sin embargo, son muchos los que quieren escapar a esta ley ineludible.
Pensemos, por ejemplo, en prácticas tan elementales como la multiplicación de productos dietéticos,
que permiten gozar de la comida sin pagar los costos de la gordura. O de otras más delicadas, como
las conductas anticonceptivas, que desvinculan el ejercicio de la sexualidad y la consecuencia
procreativa. Sin embargo, aunque los avances de la técnica permitan evitar o disminuir las
consecuencias visibles de nuestras acciones, ninguna tecnología logra borrar la huella que ellas
dejan en nuestra persona. Sólo cambia el que en la actualidad se puede ser glotón sin parecerlo. En
Un mundo feliz, Aldous Huxley describió una sociedad donde existe una perfecta disociación entre los
actos y las consecuencias. Un mundo, por ejemplo, en el que la sexualidad no está "amenazada" por
la procreación. Y esto se realiza de manera técnicamente perfecta. Pero en este mundo se ha
perdido cualquier asomo de dignidad humana, y el vacío que de allí deriva sólo puede ser ocultado
con crecientes dosis de soma, un fármaco que produce el bienestar independientemente de lo que
uno sea o haga.
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Diversidad de las potencias
Si buscamos el fundamento antropológico de esta moldeabilidad humana tenemos que decir que en
el hombre hay potencias o capacidades unívocas y otras que son bi- o multidireccionales. Así, el ojo
se dirige a ver, el oído a oír y el corazón a latir. Uno puede tener mejor o peor fortuna y, según eso,
dichos órganos le funcionarán mejor o peor. Puede quizá con una dieta adecuada y evitando agentes
externos dañinos conseguir que esas potencias mantengan sus capacidades. Pero no puede
conseguir que hagan otra cosa. A lo más podremos cerrar los ojos o taparnos los oídos, para no ver
ni oír, pero eso no logra cambiar el hecho de que esas capacidades están unívocamente orientadas,
sin necesidad de entrenamiento previo.
En cambio hay capacidades en el hombre que pueden dirigirse a objetos muy diversos o incluso
contradictorios. Con nuestra voluntad, por ejemplo, podemos querer u odiar. También los productos
de la inteligencia gozan de esta ambigüedad: la medicina, el derecho, la política y la tecnología
pueden ser utilizados con fines muy diversos e incluso contradictorios. En el "Canto al hombre", uno
de los pasajes más interesantes de Antígona, se destaca esta ambigüedad de la técnica. Ella permite
al hombre dominar el mundo, pero no es capaz de ordenarse
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