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La Ética como un problema de residencia global: la Carta de la Tierra

jimena1salcedo25 de Febrero de 2014

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La Ética como un problema de residencia global: la Carta de

la Tierra

Como ya lo hemos mencionado en la presentación de este curso, las condiciones de nuestra

residencia en el mundo han cambiado de modo radical durante el siglo XX, desde que hemos

adquirido el cuádruple poder de:

1. Suprimir toda posibilidad de estancia humana en la tierra (riesgo de holocausto nuclear);

2. Afectar irremediablemente los grandes equilibrios anteriormente “naturales” y ahora

dependientes de nuestra atención y cuidado (desequilibrios ecológicos globales, efecto

invernadero, rupturas en los ciclos del carbono, del agua, de las corrientes marítimas, etc.);

3. Estar por todas partes a la vez (tecnologías de la comunicación, ciberespacio);

4. Cambiar nuestra propia esencia corpórea y la de las demás especies vivas del planeta

(manipulaciones genéticas, clonación, etc.).

Estas 4 revoluciones en el modo de residir en el planeta han surgido por el impacto de

descubrimientos tecnocientíficos muy recientes en la historia de la humanidad, mucho más

recientes que las grandes filosofías y teologías que han dibujado, en siglos, nuestra visión de la

Hasta ahora, todas las fechorías, las culpas y las responsabilidades eran locales. Los peores

exterminios, las “purificaciones étnicas” más sórdidas, las poluciones urbanas más masivas, se

daban como fenómenos puntuales y ligados a una porción del globo terráqueo (muchos de estos

en Europa). Apenas si se enteraban de estos terribles acontecimientos otras comunidades en las

antípodas. Y en todo caso, nunca afectaban las condiciones mismas de habitabilidad del planeta.

Las civilizaciones se levantaban y morían, pero sólo se podía imaginar el “fin de todos los tiempos”

como un acto divino (la cólera de los Dioses), y no como un efecto de la actividad humana. La

Naturaleza, el Mundo, seguían siendo seres infinitamente imperturbables a los pequeños

acontecimientos humanos.

Pero hoy, estos riesgos han cambiado de escala: son ahora globales. Y un tal cambio no es sólo

cuantitativo sino también cualitativo. La introducción del Apocalipsis dentro de las

responsabilidades humanas, al mismo tiempo que les confisca a los Dioses su máximo poder de

antaño, le confiere a la humanidad un nuevo deber ético antes solo reservado a lo divino, aquel de

cuidar del Gran Todo, ser el Guardián de la Tierra. Claro está que es conocida desde hace mucho tiempo la ley moral de cuidar de la vida. El mito de Noe en la Biblia, al igual que muchos cuentos

de la tradición oral popular, y la inmensa mayoría de las etnias amerindias por ejemplo, hacen

referencia a nuestro deber de respetar y cuidar de la vida, no solo nuestra sino de las demás

especies vivas. Pero en cada caso, se le encargaba a un Dios la tarea de castigar a los hombres

que se olvidaban de acatar este mandamiento. Hoy en día, este deber pasa a ser un problema de

gestión política y social de nuestras acciones colectivas globales, un problema de administración

del planeta.

Es que, por primera vez en la historia de la humanidad, hemos degradado suficientemente el medio

ambiente, y adquirido suficiente poder de manipulación de sus principales procesos y equilibrios,

para que el planeta Tierra aparezca como algo frágil,

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