Martin Buber

Buber a través de su obra ¿Qué es el hombre? (1942) explicita el cuestionamiento principal que a lo largo de toda la historia muchos pensadores se han hecho con referencia del hombre. Menciona que tal problemática comienza con un estudio serio, pero pronto se ve inclinada y exhausta, de tal forma que se vuelve hacia atrás, ya sea para estudiar todas las cosas del cielo y de la tierra pero menos a sí mismo. Un ejemplo respecto de esto, es lo que ha escrito el filósofo Malebranche “entre todas las ciencias humanas la del hombre es la más digna de él. Y, sin embargo, no es tal ciencia entre todas las que poseemos, ni la más cultivada ni la más desarrollada […] aquellos que se dan a las ciencias muy pocos hay que se dediquen a ella, y menos todavía quienes la cultiven con éxito”[1].

No obstante, ante tal problemática Kant ha sido quien con más agudeza ha señalado la tarea propia de una antropología filosófica, por ello, en su Manual de lógica (1800) distingue dos filosofías: una en sentido académico y otra en sentido cósmico -ciencia de los fines últimos de la razón humana-, según Kant esta última se puede delimitar a partir del planteamiento de cuatro preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? y ¿Qué es el hombre? Afirma que las primeras tres preguntas se relacionan con la última, es decir, con resolver la pregunta ¿Qué es el hombre? Se descubre aquello que se puede saber, hacer y esperar, ya que las tres primeras preguntas están planteadas de tal modo que sus respuestas implican limitación; ¿Qué puedo saber? La respuesta implica un límite en nosotros, porque se descubre que hay cosas que no podemos saber, ¿Qué debo hacer? Implica descubrir aquellas acciones que no le están permitidas al hombre o no le son propias, ¿Qué me cabe esperar? Significa que al que pregunta le está concedida una expectativa y otra le es negada, por lo tanto, tenemos limitación. Sin embargo, ni el mismo Kant será capaz de dar respuesta a la cuarta pregunta “cosa sorprendente, ni la antropología que publicó el mismo Kant ni las nutridas lecciones de antropología que fueron publicadas mucho después de su muerte nos ofrecen nada que se parezca a lo que él exigía de una antropología filosófica”[2].

Las preguntas planteadas por Kant son también para Buber problemáticas, más aún la última, debido que muchas son las ciencias que se dedican al estudio del hombre, sin embargo, se quedan cortas o se enfocan únicamente a cuestiones precisas o particulares del hombre:

“en forma lógica y de teoría del conocimiento, me comunica que significa poder saber […] como cosmología, filosofía de la historia […] me dice qué es lo que hay por saber; a la segunda, como psicología me dice cómo se realiza psíquicamente el deber, y como ética, teoría del estado, estética […] qué es lo que hay por hacer; y a la tercera cuestión en forma de filosofía de la religión, me dice por lo menos cómo se presenta la esperanza en la fe concreta y en la historia de las creencias, aunque no pueda decirme qué es lo que cabe esperar”[3].

De esto, que Buber exprese: “ninguna ciencia reflexiona ni puede reflexionar sobre la integridad del hombre [...] porque lo considera un trozo de naturaleza [...] desgaja de la totalidad del hombre el dominio que ella va a estudiar”[4]. Por tanto, según Buber, las disciplinas filosóficas nunca esperan contestar a la cuarta pregunta de Kant.

Ahora bien, entre todas las ciencias que se enfocan al estudio del hombre, existe la antropología filosófica, que tiene como objeto de estudio al mismo hombre, de la cual muchos pensadores se han ayudado para poder mostrar qué es el hombre, pero el problema de la antropología filosófica según Buber, es que “en lugar de alcanzar su totalidad genuina, que sólo puede hacerse patente con la visión conjunta de toda su diversidad, lograría nada más una unidad falsa, ajena a la realidad, vacía de ella […] [porque] lo que pretende es, sencillamente, conocer al hombre […] en el sentido más exacto, como objeto”[5]. Por tanto, para Buber no es la ciencia quien reflexiona sobre el hombre sino es el mismo hombre quien reflexiona sobre sí mismo, es decir, tanto el filósofo, el antropólogo o psicólogo,

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