Nuevos Hombres Para Nuevos Tiempos
marcelaba20 de Noviembre de 2011
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INTRODUCCIÓN
Este informe corresponde a la síntesis del libro “Nuevos hombres para nuevos tiempos” de Beatrice Avalos, en el marco de la primera unidad de la asignatura Filosofía de la Educación.
Este libro, pretende acercar al lector hacia una filosofía cristiana de la educación, en donde se señala que el pensamiento educacional católico está profundamente comprometido con el más alto ideal de perfección humana.
Para la autora, toda teoría pedagógica se encuentra siempre contenida en alguna noción sobre perfección humana que le sirve de guía para la determinación de sus aplicaciones prácticas. Si se examina la historia del pensamiento educacional desde Platón a Dewey, se encuentra en ella un objetivo común: obtener una visión y comprensión de los caminos y medios por los cuales el hombre pueda alcanzar su completación como ser humano.
Ahora bien, si consideramos el modo de ser del hombre, encontramos que éste no sólo existe en sí mismo (una realidad sustancial), sino que también existe en una realidad más amplia con la cual está recíprocamente relacionado. Al mismo tiempo, en todas estas relaciones, el hombre está inserto en un momento temporal dado, un momento que determina nuevas modalidades en su manera de existir.
Si se admite que la actividad pedagógica descansa en el orden de ser, y si se acepta que el orden de ser es algo más que sus dimensiones fijas, entonces habrá que asentir a la siguiente conclusión: toda teoría pedagógica y, en consecuencia, la actividad práctica educacional, deben considerar el orden de la realidad y del hombre tal como se dan en un tiempo determinado. Cada hombre debe llegar a ser, en último análisis, un “hijo de su época”, no en el sentido del sometimiento y de una absorción por los tiempos, sino en el sentido de un adecuado conocimiento de ellos, y de las limitaciones y valores que entrañan.
Síntesis del libro “Nuevos hombres para nuevos tiempos” de Beatrice Avalos
CAPITULO I
El hombre en el mundo contemporáneo
Ha sido este convulsionado estado de nuestro mundo, el que ha dado un punto de partida para el análisis de la situación del hombre, que caracteriza al grupo de filósofos existencialistas.
En nuestro esfuerzo por comprender al hombre de nuestro tiempo parece beneficioso utilizar esta reflexión de los existencialistas, ya que a través de su descripción y crítica de la situación contemporánea, se refleja un esfuerzo por penetrar las causas más profundas de ella.
El movimiento existencialista tiene sus raíces en el siglo XIX, en dos importantes pensadores: Kierkegaard y Nietzsche, quienes nos describieron no sólo al hombre, sino también al hombre del futuro, producto potencial de las condiciones de su época.
Kierkegaard y Nietzsche estuvieron de acuerdo en llamar la atención hacia el crecimiento de una actitud conformista. Kierkegaard concentró su atención en la posición del hombre que tiende a suprimir cada vez más su realidad personal y a dejar que su originalidad se diluya en el grupo, acusó también a los cristianos de someterse a un cristianismo “cómodo”, mientras olvidaban el camino de la cruz que conduce a la bendición eterna. Desafió la convicción de que todos debían ser cristianos simplemente porque habían nacido en un Estado cristiano. Para Nietzsche, la mentalidad conformista burguesa descrita por Kierkegaard, era simplemente “nihilismo”, esto es, el repudio de todo aquello que es valioso y digno en el individuo. Para Nietzsche, la conformidad era la característica fundamental de la época, un producto de la tendencia hacia la “igualación”. Creía que le hombre era consciente de su singularidad, pero que la dejaba de lado por temor al vecino, “que buscaba en él hasta el último convencionalismo del cual él mismo estaba envuelto”.
Tanto Kierkegaard como Nietzsche buscaron las causas fundamentales sobre la situación del hombre y trataron de proporcionar directivas para una solución. Según Kierkegaard, era claro que dos factores en particular, eran los responsables: uno, el aumento creciente de la técnica y de la industria, con sus efectos en la economía y en la estructura de la vida social, especialmente en las ciudades; y el otro, la adhesión a la interpretación hegeliana de la realidad. Según la opinión de Nietzcshe, la situación del hombre, resultaba del desacuerdo entre lo que creían los hombres del siglo, y el conjunto de normas que aceptaban nominalmente para sus vidas
Al igual que Kierkegaard, Nietzcshe afirmó que sólo una solución podría salvar al hombre: la de ponder énfasis en una reevaluación de la dignidad y del valor del individuo, sobre la premisa básica de la muerte de Dios. Se crearía del tal manera un código moral completamente nuevo que asentado en un conjunto terrenal de valores y normas elevaría a unos pocos seleccionados a la altura del “superhombre”, salvando en ellos, la flor de la humanidad.
El valor de la elaboración de Nietzcshe fue mostrar cómo el ateísmo conduce al nihilismo, al fenómeno del “filisteísmo” que él despreciaba de todo corazón; y mostrar cómo el nihilismo, a su vez, produce un vacío moral que empuja al hombre a un nivel sub-humano.
En nuestro siglo, nos encontramos con Karl Jaspers y Gabriel Marcel que están produciendo los frutos que Nietsche y Kierkegaard ya habían visto en germen entre sus contemporáneos
“Desarraigo” es la palabra que mejor describe la situación del hombre, como la ven los existencialistas. La inseguridad y la soledad, producidas en el individuo por la disolución de los lazos personales con sus semejantes, con su hogar, con su trabajo, y que se hacen más agudas por la falta de fe religiosa, le empuja a otras fuentes de inseguridad, principalmente a lo que Jaspers llama una “fe ciega”. Marcel, llega también a la conclusión de que ha habido un rompimiento de la comunicación auténtica. Él habla de un paulatino desaparecimiento de la “intersujetividad”, o de la posibilidad de comunicación humana.
Marcel, al igual que Jaspers, señalan que para salvar la libertad, debe haber un llamamiento a la intersubjetividad y a una comunicación personal con Dios; en otras palabras, el llamamiento a la trascendencia, de que nos habla Jaspers.
El hombre contemporáneo propone un desafío
Una breve caracterización de la situación criticada por los existencialistas, que hemos estado analizando, sería aquella de una sociedad de “masas” compuesta de hombres “despersonalizados”, que no tienen conciencia de su situación y que no son capaces de exhibir sus rasgos humanos distintivos. El hombre “despersonalizado” es aquel que, según lo que el observador puede apreciar, encuentra su ser fuera de sí mismo, en el remolino de los “otros”. Es esclavo de la moda, de las opiniones pasajeras. En una palabra, este hombre es, exteriormente, un “conformista”, un hombre de “una mentalidad burguesa”, de metas mediocres y miopes, que desea gozar con los medios que ofrece el presente.
Para comprender el problema que los pensadores (Jaspers y Marcel) señalan, es necesario tener presente dos de sus énfasis principales: el primero, en la necesidad de una toma de conciencia; y el segundo, en la necesidad de trabajar para lograr una reafirmación del hombre en su realidad personal y para lograr una comunidad basada en vinculaciones personales auténticas. También es importante considerar lo que estos filósofos señalan como los elementos que están en peligro en la naturaleza humana, sobre todo la libertad humana y la trascendencia por medio del amor.
Con esta crítica al hombre moderno hecha por los existencialistas, debemos entonces suponer que aquellos a quienes estamos educando hoy, por el hecho de estar de estar viviendo en una cultura de masas, no estarán totalmente libres de las características del típico hombre en semejante cultura. Este individuo será el primero en buscar seguridad sumergiendo su identidad individual en las masas y, en última instancia, como Marcel y Jaspers lo señalan, sometiéndose a las fuerzas de regímenes totalitarios.
CAPITULO II. El hombre y la sociedad en las perspectivas del naturalismo
El pensamiento de Kart Marx
El pensamiento de Marx tomó forma en contacto con la situación de la sociedad alemana, francesa e inglesa, a principios del siglo XIX; y fue condicionada por la fuerte influencia Hegeliana que, en su interpretación izquierdista, había penetrado los círculos intelectuales alemanes de su época. Fue esta influencia la que proporcionó a Marx las herramientas filosóficas para sus reflexiones sobre el hombre y la realidad: el método dialéctico y el concepto de “enajenación”.
La crítica de la filosofía y de la sociedad
Marx temía que el concepto hegeliano de la libertad humana, como una mera manifestación de la Idea, y en oposición dialéctica a una realidad concreta y material, significara en la práctica, una separación del individuo y obstruyera una acción práctica y transformadora del mundo.
Dos factores hacían reflexionar al joven Marx. El primero era el de una sociedad en la cual los hombres parecían estar relacionados, no como seres humanos, sino como objetos o “cosas útiles”, al servicio de los intereses particulares de unos pocos. El segundo era una teoría que establecía claramente las condiciones de un estado político ideal, en el cual los intereses generales eran protegidos,
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