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Parábola del amor


Enviado por   •  13 de Diciembre de 2013  •  Informes  •  747 Palabras (3 Páginas)  •  261 Visitas

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Parábola del amor"

"Te moldearé", le dijo el hacha al pedazo de hierro mientras descendía con toda su fuerza sobre uno de sus costados.

Pero a cada golpe que le daba iba perdiendo su filo, hasta que después de un rato aquella herramienta no pudo más, había quedado completamente obtusa.

"Déjenmelo a mí", repuso el serrucho mientras clavaba sus dientes en el pedazo de hierro, los cuales fueron desapareciendo uno por uno.

"Yo me encargaré de modelarlo", profirió con arrogancia el martillo, mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.

"¿Me permiten probar?, inquirió humildemente una pequeña llama. Los tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo abrazó hasta volverlo blando y darle la figura que quería.

Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar. Así es el amor.

Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del encono, y los golpes de orgullo y del rechazo, pero por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá resistir los embates del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa de este mundo.

Meditaba en su cuarto de estudio un predicador, buscando una ilustración sobre el amor.

De pronto entró en el cuarto su hijita pequeña, diciendo:

-Papá, siéntame un poco sobre tus rodillas.

-No, hijita, no puedo ahora; estoy muy ocupado -contestó el padre.

-Quisiera sentarme un momento en tus rodillas, súbeme, papá -dijo ella.

El padre no pudo negarse a una súplica tan tierna, y tomó a la niña y la subió a sus rodillas, y dijo:

-Hijita mía, ¿quieres mucho a papá?

-Sí que te quiero -contesta la niña-, te quiero mucho, papá.

-¿Cuánto me quieres, pues? -preguntó el padre.

La niña colocó sus manecitas en las mejillas de su padre, y apretándolas suavemente, contestó con afecto:

-Te quiero con todo mi corazón y con mis dos manos.

Esta respuesta encerraba en pocas palabras lo que debe entenderse por una dedicación completa,

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