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Problemas eticos juridicos del aborto, eutanacia y trafico de organos

Hugo HurtadoApuntes12 de Noviembre de 2019

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INDICE:

  • PORTADA……………………………………………………………………...1
  • INDICE………………………………………………………………………….2
  • INTRODUCCION………………………………………………………………3
  • DESARROLLO………………………………………………………………...5

INTRODUCCION

        Iniciaremos con  el planteamiento de cuáles son las consecuencias de abortar, practicar la eutanasia, y de en determinado momento adquirir órganos para su trasplante en el mercado negro, así como también intentare de una manera muy burda y con un conocimiento meramente primitivo del ordenamiento jurídico mexicano refutar estas prácticas con las cuales personalmente estoy en desacuerdo.

Desde una perspectiva muy personal ninguna de estas prácticas es apropiada, ya que todas estas violan la reglamentación fundamental en distintos ámbitos (tales como normas sociales, jurídicas, morales y religiosas) y el derecho principal de un ser humano que es el derecho a la vida.

El aborto inicialmente intenta promover la interrupción de la vida de una persona, alegando que la persona en si no es una persona, jurídicamente hablando la corte interamericana de los derechos humanos dice en su artículo 4.1 que el derecho a la vida deberá protegerse, “en lo general”, a partir del momento de la concepción, y ya que nuestro país reconoce la competencia de la corte interamericana de los derechos humanos dicho alegato no es válido en nuestro país ya que promover dicha acción seria anticonstitucional, ya que firmado el tratado de Viena en el cual México participa, y se menciona la obligatoriedad de los tratados internacionales, una vez que nuestra nación pertenecer al tratado de san José y a la corte interamericana de los derechos humanos se vería obligado a cumplir con lo mencionado anteriormente en la asamblea interamericana de los derechos humanos.

En el caso de la eutanasia es básico refutar la ideología de que una persona tiene derecho a decidir sobre su muerte asistida, ya que como bien se menciona en el artículo número uno de nuestra carta magna y cito:

Articulo1ro: en los estados unidos mexicanos todo individuo gozara de las garantías que otorga esta constitución, esta constitución reconoce y garantiza el derecho a la vida, desde el primer instante de su existencia, como el primero y anterior a cualquier otro derecho.

Por ende este derecho se antepone a cualquier cosa ya que en ningún momento se refiere a la voluntad del ente viviente sobre el cual recae este derecho, es decir nadie tiene el derecho de interrumpir la vida, ni siquiera con la autorización del individuo afectado.

Por ultimo en  el caso de la trata de órganos para su trasplante es una situación muy parecida a la anterior ya que el cometer distintos delitos para obtener un órgano vital de otro ser humano violenta por si solo el artículo primero de nuestra constitución.

DESARROLLO

Al referirnos a la discusión del aborto voluntario en la época contemporánea se dio en el marco de movimientos reivindicatorios por los derechos humanos en general, la tendencia mundial de los años 60’s y 70’s en países de América Latina, Estados Unidos y Europa caracterizada por la fuerte crítica social en contra del papel de Estado, en particular por la falta de reconocimiento de estos derechos humanos. Las protestas fueron encabezadas por los jóvenes y en particular por las mujeres, quienes en condición vulnerable, pugnaron por el reconocimiento de sus derechos. En especial por el derecho al aborto seguro, exigiendo al Estado su obligación de proveerlo como parte de los servicios de salud. A cuarenta o cincuenta años de distancia la situación de la interrupción voluntaria del embarazo sigue siendo un problema de salud para las mujeres en nuestro continente para Human Rights Watch organización internacional no gubernamental en defensa de los derechos humanos:

“el problema del acceso al aborto seguro en Latinoamérica tiene que ver con el limitado ejercicio de la autonomía sobre la propia vida de la mujer que constantemente sufre diferentes vejaciones, entre otras: la violación por su cónyuge, no tiene libre acceso a métodos anticonceptivos e incluso se le niega la posibilidad de interrumpir un embarazo no deseado de manera segura”.

Ante esta realidad el aborto voluntario o la interrupción legal del embarazo “ILE” confronta posturas de quienes por una parte defienden el derecho a la vida del nasciturus y por otra quienes consideran el derecho a decidir de la mujer que pospone su maternidad; ambas posturas llevan implícitas razones o justificaciones morales fundamentadas en consideraciones: éticas, jurídicas o religiosas. En este sentido se identifican cinco posturas que van desde el conservadurismo radical pasando por la postura moderada y polarizándose hasta un liberalismo radical, cabe subrayar que a pesar de sus diferencias todos coinciden en que interrumpir un embarazo no es asunto fácil de plantear y menos de resolver.

En el caso de la eutanasia la mayor parte de información recabada proviene de España país donde es un tema bastante debatido, www.bieticaweb.com presenta la siguiente información:

La moralidad de la eutanasia, como acto deliberado de acabamiento de la vida de una persona, sea a petición propia o por decisión de un tercero

Hablamos del “valor de la vida humana” pero, como personas y como sujetos sociales, nos importa cada vez más señalar en qué consiste y a qué nos obliga si queremos poner en práctica esa valoración. El conocimiento actual de la vida humana, desde el punto de vista biológico, alcanza un detalle y una profundidad que nos permite formular con más y mejor precisión una idea esencial: que cada ser humano es único e irrepetible, valioso por el hecho de serlo y de vivir. La Ciencia positiva nos muestra cómo es el inicio de la vida del hombre y cuándo llega su final natural. También propicia mejores intervenciones para mantener y prolongar la salud a lo largo de nuestro ciclo vital. Pero, el salto a ese ámbito de los valores sigue siendo fruto de una actitud de compromiso. Como lo ha sido en tantas ocasiones que a lo largo de la Historia nos llevaron a construir un sistema de valores basado en el ser humano como fin, no como medio. Y sobre todo, cuando se asentó el mensaje de que la trascendencia de la vida humana está precisamente en la aceptación de nuestra pertenencia a una misma especie, con unos derechos que alcanzan a todos.

La promoción de la eutanasia, tan intensa en algunos ámbitos, se suele basar en la consideración de situaciones-límite muy concretas. Hay que deslindar lo que puede ser el análisis de casos específicos, de lo que debe ser un principio irrenunciable: nadie tiene derecho a provocar la muerte de un semejante gravemente enfermo, ni por acción ni por omisión. Una sociedad que acepta la terminación de la vida de algunas personas, en razón a la precariedad de su salud y por la actuación de terceros, se inflige a sí misma la ofensa que supone considerar indigna la vida de algunas personas enfermas o intensamente disminuidas. Al echar por tierra algo tan humano como la lucha por la supervivencia, la voluntad de superar las limitaciones, la posibilidad incluso de recuperar la salud gracias al avance de la Medicina, se fuerza a aceptar una derrota que casi siempre encubre el deseo de librar a los vivos del “problema” que representa atender al disminuido.

Desde la perspectiva de la autonomía personal, no es equiparable el derecho a vivir, que alienta en todos casi siempre, con el supuesto derecho a terminar la propia vida. Sin embargo, la eutanasia supone un acto social, una actividad que requiere la actuación de otros, dirigida deliberadamente a dar fin a la vida de una persona. Los interrogantes que se abren con su regulación, y sus alcances y límites, son abismales. Por muy estricta que sea la regulación, será inevitable el temor a una aplicación no deseada.
Alabamos la pasión por la vida que lleva a tantas personas privadas de salud, incapaces de valerse del todo por sí mismas, a luchar para seguir adelante.

Nos esforzamos por un avance de la Ciencia que propicie más y mejores tratamientos, muchos podrían alcanzar a personas que a día de hoy están enfermas y sin posible curación. Seguimos anhelando el ofrecer pronto resultados prácticos, resultantes del avance inmenso en el conocimiento biológico. Todo ello se inserta en las mejores actitudes que el hombre puede tener, las que nos diferencian como especie. Aunque tenemos la certeza de que llegará la muerte de todos nosotros, estamos pertrechados para luchar por una vida, más larga y mejor, que nos capacite para ejercer todo lo que nos hace humanos, hasta el final.
Habremos de seguir investigando; sin duda podremos establecer, cada vez mejor, desde cuál es la situación de los enfermos terminales y sus expectativas de supervivencia, hasta el perfeccionamiento de los criterios de muerte clínica.

Pero, una sociedad que acepta la eutanasia abre un camino en el que para muchos ya no hay retorno posible. La inversión del valor del curar o aliviar –al enfermo terminal también, por supuesto- como principio esencial de la Medicina, sustituyéndolo por el de provocar la muerte, puede abrir vías cuyos límites son impredecibles. La Ciencia y la Práctica Médica tienen cada vez más y mejores instrumentos para actuar y para discernir; reclamar que se empleen a favor de la vida humana es un derecho de todos.
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