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ROMANTICISMO Y MODERNISMO: UN ACERCAMIENTO FILOSÓFICO


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2022  •  Ensayos  •  5.266 Palabras (22 Páginas)  •  79 Visitas

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ROMANTICISMO

Y

MODERNISMO:

UN ACERCAMIENTO

FILOSÓFICO

Flavia Aurelia Macías Portillo

Asignatura: Literatura XI. Grupo: 41

ÍNDICE

 El romanticismo y su fundamentación filosófica: la filosofía de Schelling . . . . . . 3



 El modernismo como movimiento neorromántico (a través de sus textos teóricos más representativos). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11



 Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

El romanticismo y su fundamentación filosófica: la filosofía de Schelling

  Puede afirmarse con rotundidad que fue Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854), filósofo alemán, uno de los máximos exponentes del idealismo, quien hizo el esfuerzo de introducir el sentimiento de la naturaleza en la filosofía. Hasta su aparición, el romanticismo no era más que una reacción desesperada contra el formalismo kantiano y las ciencias modernas, un impulso caótico y sin base racional que pretendía sustituir esa concepción del saber humano como un conjunto de formulaciones mecánicas y matemáticas por una más abarcadora de apertura del espíritu, en la búsqueda de la expansión de todas las manifestaciones del genio creador. Es cierto que Friedrich Hölderlin (1770-1843), autor del Hiperión y uno de los poetas más importantes de este período en Alemania, agrega al movimiento romántico profundidad metafísica; pero es Schelling la figura que le proporciona base filosófica.  
 Schelling es, pues, el filósofo del romanticismo, caracterizado por el predominio de la intuición, de la fantasía creadora, del instinto y de lo irracional. No obstante, a esta afirmación se le pueden poner reparos que tienen que ver con el hecho de que no son de la misma naturaleza la filosofía y el arte, en cuanto la primera trata de construir sistemas ordenados basados en la razón mientras que el segundo apela a la sensibilidad, y, por tanto, puede ser en ocasiones –en este caso, lo es- mucho más arbitrario y caótico. Debido a esta cuestión, algunos críticos han afirmado cosas como ésta:

A pesar de que en su obra Schelling maneja muchas ideas románticas, estas se engarzan en un marco general de cuño idealista que las modifica sustancialmente sometiéndolas al rigor de la sistematicidad. Podría decirse de él que es un ordenador del caos que en verdad detesta el estilo fragmentario, la imprecisión, la brumas, lo informe y lo ruinoso.
[…] Para Schelling, existe la certeza de una síntesis plena gracias a la cual el pensar se cierra sobre sí en un sistema de reflexión absoluta, y esta se da mediante la intuición intelectual y no dentro de los contornos indefinidos que crea el sentimiento.
[1]

  Sin embargo, y a pesar de que estas consideraciones puedan estar quizás en lo cierto, no nos interesa aquí tratar estos temas desde esa perspectiva, sino más bien mostrar las “muchas ideas románticas” que Schelling maneja, pues el objetivo es, precisamente, descubrir sus orígenes, sus causas, e, incluso, su lugar correspondiente dentro de ese orden que la filosofía de Schelling se encarga de mostrar. Por otra parte, el hecho de que artistas y poetas románticos sacaran estas ideas de sus quicios, dejándose llevar por sus instintos o su impulso creador, no tiene gran importancia si se tiene en cuenta que no se le pide lo mismo a un filósofo que a un creador. En mi opinión, lo fundamental es el fondo, la base, la esencia que los mueve y los define; y esa base, sin duda, es muy semejante en todos ellos.

   

  Pues bien, una vez dicho esto, comencemos ya a definir su filosofía y el contexto en el que surgió. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el método mecánico-matemático que había dominado la ciencia de la naturaleza desde Galileo comenzó a resquebrajarse, pues muchos se sintieron decepcionados al comprobar que no lograba coordinar los múltiples datos de la experiencia en una visión de conjunto. El intento de explicar lo cualitativo partiendo exclusivamente de cambios cuantitativos en el espacio no logró sofocar el anhelo, cada vez más intenso, de buscar más allá de los movimientos espaciales una realidad más profunda y de sentido inteligible. La explicación cuantitativa de los fenómenos sólo era aplicable a la forma y a la apariencia externa de los fenómenos naturales, por lo que algunos afirmaron que tal explicación se relacionaba más con lo inorgánico que con lo orgánico; de alguna manera, el método mecánico mataba la vida del organismo que era la Naturaleza mediante la disección de sus partes. Surgió entonces un movimiento de reacción -del cual Schelling era la cabeza pensante- que trató de buscar otras leyes para interpretar el organismo natural, desechando aquellas que presidían las transformaciones del mundo inorgánico.

  Pero no fue Schelling el único pensador que se ocupó de estas cuestiones. Spinoza también había intentado dar una explicación unitaria de la naturaleza y del espíritu, como doble manifestación del ser divino en su plenitud, y el mismo Goethe se adhirió a esta concepción unitaria y viviente de la naturaleza, lo que ejerció un influjo decisivo en el pensamiento germánico. Puede decirse que fue Kant el primero en cuestionar el método mecánico-matemático y sustituirlo, en cuanto al conocimiento se refiere, por el físico de Newton; además, trató de superar el análisis mediante la síntesis entre el conocimiento y la moral a través de la estética. Sin embargo, en cuanto reconoció los límites del sujeto por aprehender el objeto (existencia de la cosa en sí) e hizo una clara separación entre el conocimiento de la naturaleza y la moral humana -la cual demostraba mediante la dignidad del deber la existencia de Dios-, no puede considerársele aún como filósofo idealista, sino más bien como aquel que sentó las bases para que esta filosofía del idealismo pudiera desarrollarse. Inmediatamente después, surgió la figura de Fichte, que, desarrollando esos gérmenes del pensamiento del filósofo de Königsberg con el fin de llevarlos hasta un estado de perfección nunca antes conocido, dedujo el mundo sensible de la conciencia general, del yo universal, como producto que aparece en el yo empírico de los individuos. Fichte quiso llevar esa supremacía del sujeto sobre el objeto que Kant había postulado hasta sus últimas consecuencias, y esto mediante la síntesis que supone la absorción del no-yo por el yo. Pero rápidamente surgen una contradicción y un problema; la contradicción es la siguiente: ¿cómo puede surgir de lo absoluto, del todo, algo que no esté ya contenido desde el principio en el absoluto mismo? Si éste lo abarca todo, es contradictorio afirmar que un ser externo a él aparece como producto de sus manifestaciones individuales, es decir, que aparece de un modo indirecto y derivado; el todo, por definición, debe abarcar en sí mismo tanto el yo como el no-yo. Y el problema: si consideramos el objeto como producto del sujeto, ¿no estaríamos ante una libertad ejercida egoístamente por el ser humano? La libertad es, para Fichte, la manifestación de la actividad del hombre, pero si esta actividad es de retorno, surgiendo y teniendo como objetivo un mismo ente, el sujeto, lo que se ha tomado de la naturaleza no es devuelto a sus orígenes, y, por tanto, la libertad sería una manifestación egoísta que conduce a la separación entre sujeto y objeto, y no a la síntesis deseada. Estas son las cosas que Schelling reprocha a aquel que fue su maestro.

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