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Revolucion De La Inteligencia

Mafesota28 de Abril de 2012

715 Palabras (3 Páginas)527 Visitas

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Era todavía un niño cuando mis padres me llevaron al teatro para contemplara un mago, quien,

con toda clase de ingenios, asombraba, día tras día, a un público heterogéneo que pugnaba por

verlo.

Recuerdo de lo que más me impresionó fue un alarde de memorización, que justificaba por sí

solo la fama que rodeaba a aquel hombre excepcional. A solicitud suya le íbamos entregando

palabras, y a cada una, sucesivamente, le asignaba un número, después de unos segundos de visible

concentración.

Llegamos hasta cincuenta. Después lo ametrallamos con números y palabras; no se equivocó ni

una vez. "Camello", decía alguno y el mago contestaba: "Cuarenta y cinco"; "Treinta y siete"; gritaba

otro desde las localidades más lejanas, y el mago respondía con la misma rapidez: "San Francisco".

Estaba seguro de que no se trataba de ningún truco: me había correspondido pronunciar una de esas

palabras que, envueltas después en números, volaban por aquel escenario, convertido en

deslumbrante caja de misterios.

Al día siguiente traté de repetir aquella hazaña, con sólo diez palabras y no pude. Años después,

la lectura de un libro, creo que sobre el arte de hablar en público, me permitió, con el entrenamiento

de unas semanas, jugar hasta con cien palabras, cantidad que no fue mayor porque algún límite era

necesario establecer.

Utilicé uno de tantos métodos nemotécnicos, basados todos ellos en el establecimiento de una

relación - cuanto más extravagante, mejor - entre una cosa ya perfectamente recordada y otra nueva

que se quiere recordar. Escogí cien lugares situados, en orden sucesivo, en el trayecto - que conocía

perfectamente - del autobús que me conducía cada mañana a la universidad, y a cada uno de ellos le

asigné su número respectivo: uno, dos, tres y así hasta cien.

Una vez que fije muy bien en mi memoria la relación lugar-número, sólo restaba establecer, en su

momento, una nueva relación, ahora la relación lugar-palabra: los conceptos que debían ser

recordados los "ubicaba" en su lugar correspondiente. Cuando alguien señalaba: "Veintitrés", yo ya

sabía que este número se había convertido en el edificio del correo y me preguntaba: "Que fue lo que

yo coloqué en ese edificio"; de inmediato surgía la respuesta. Y si lo nombrado era la palabra

"Nabucodonosor", contestaba a esa pregunta: "¿Dónde puse a este ilustre personaje?".

Desde entonces no he vuelto a hacer este ejercicio; estoy seguro de que en este preciso

momento no podría realizarlo satisfactoriamente, por una simple razón: falta de práctica. Pero él me

ha permitido pensar con frecuencia: cuántas veces nos deslumbramos ante el fuego que vemos

desde lejos, en la oscuridad de nuestra falta de conocimiento sobre su artificio, y, entre tanto, la

verdad es la de que aquello puede ser realizado por cualquiera. Por cualquiera que conozca el

sistema y pacientemente lo ejercite, claro está.

Consideramos como de casi imposible realización algunos asuntos, que después de aprendida

una fórmula, algunas veces sencilla, se nos presentan sin ninguna dificultad.

Y algo así sucede con todos los órdenes de la realización de una obra artística o científica, no

importa cuál fuere su grado de complejidad. Nadie puede decir si puede o no puede hacer una cosa,

hasta tanto no sepa exactamente cómo se hace esa cosa. Y cuando llega a saberlo, ya la puede

hacer.

"Conócete a ti mismo".

...

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