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TALLER HUMANISMO CRISTIANO


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2018  •  Tareas  •  3.576 Palabras (15 Páginas)  •  170 Visitas

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TALLER

HUMANISMO CRISTIANO

GRUPO: 151

SEGUNDO CORTE

  1. Lee los numerales 6, 7, 8, 39, 40 y 41 del documento Lumen Gentium del Concilio Vaticano II y a la luz de esta lectura realiza un cuadro comparativo entre lo que se dice que es la Iglesia y la visión personal que se tiene de ella.

IGLESIA SEGÚN LUMEN GENTIUM DEL CONCILIO VATICANO II

VISION PERSONAL DE LA IGLESIA

Manifestada en imágenes de la vida pastoril, la iglesia es un redil o corral cuya puerta es Cristo, grey o comunidad con un único Pastor. Y las ovejas son conducidas por pastores humanos, guiados por el Buen Pastor, Príncipe de los pastores, que dio la vida por sus ovejas

Erradamente creía, que la la Iglesia solo se constituía por la estructura física, por el

Templo o edificio construido en ladrillos y de cemento.

Manifestada en imágenes de la vida en la agricultura, la iglesia es labranza o cultivo de los campos, arada por Dios, en cuyo campo crece el viejo olivo, con raíz en los profetas. Dios la plantó como viña escogida; la verdadera Vid es Cristo, que comunica vida y fecundidad a los sarmientos o tallos, que son los cristianos y que permanecen en El por la iglesia.

Si bien es cierto la Biblia trae esas semejanzas con el arado de la tierra, siempre pensé que se refería al reino de Dios, no a la  tarea de la misma  Iglesia.

Manifestada en imágenes de edificación de Dios, pues Cristo es la piedra angular que rechazaron los arquitectos. Sobre esta piedra fue levantada la iglesia por los apóstoles, de Cristo se recibe la firmeza y cohesión. Recibe varios nombres: casa de Dios, habitación de Dios, tienda de Dios entre los hombres y sobre todo templo santo, comparada a la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Cristianos son piedras vivas que edifican la iglesia. Según Juan, la Iglesia es la esposa engalanada.

Tal como se aprende desde la infancia, Cristo escogió al apóstol Pedro y le dijo, Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. También conocida como la casa de Dios, no había asimilado el hecho de poder ser piedra viva que edifica la Iglesia.

Manifestada en imágenes de la familia y en los esposos, la iglesia es llamada la Jerusalén de arriba, madre nuestra, esposa inmaculada del Cordero por quien se entregó para santificarla, en unión y pacto indisoluble, que la alimenta y cuida, la engalanó con bienes celestiales. Sin embargo mientras camina en esta tierra, está en destierro anhelando llegar a Cristo.

Esta semejanza con la imagen de la familia y los esposos, es la fe transmitida en el núcleo familiar, a través de la oración y del ejemplo.

 Pero saber, que la Iglesia es la esposa que Cristo alimenta, no lo había asimilado así.

El Hijo de Dios hecho hombre redimió a la humanidad venciendo la muerte, transformándolo en nueva criatura, todos unidos en Cristo, congregados constituyen su cuerpo, bautizados en su Espíritu y con él se resucita. Participando realmente de su Cuerpo en la Eucaristía, elevados a una comunión con él y entre todos. Así todos forman un solo cuerpo, por participar de ese único pan. Miembros de un solo cuerpo, cada uno es miembro del otro, como el cuerpo humano, con diversidad de oficios, según los dones del Espíritu para su diversidad y riqueza de ministerios.

Generalmente participar a la celebración de la Eucaristía y buscar la congregación con otros cristianos, no es asimilado como parte de un mismo cuerpo. Sólo como una reunión de iguales en la fe.

La Cabeza de este cuerpo es Cristo, como imagen de Dios invisible y en él fueron creadas todas las cosas. Él es la cabeza del cuerpo que es la Iglesia. El es el principio que domina todas las cosas

No es fácil asimilar la Iglesia como un cuerpo del cual Cristo es la Cabeza indivisible, pero al hacerlo, la fe recobra otra dimensión.

Manifestada en imágenes de los esposos, la iglesia es esposa de Cristo, que la ama como a su propio cuerpo; a su vez la Iglesia se somete como a su propia cabeza; colma de bienes divinos a la Iglesia, que es su cuerpo y su plenitud.

Es difícil asimilar a la Iglesia como esposa de Cristo y saber, que todos formamos parte de esa Iglesia, por tanto esposados con Cristo.

Cristo es el único mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, comunicando mediante ella la verdad y la gracia a todos. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica, la cual fue encomendada luego de la resurrección a Pedro, para que la apacentara, confiándole a los apóstoles su difusión y gobierno, erigiéndola perpetuamente como columna y fuente de verdad

En este momento histórico, en que la Iglesia ha sido tan desprestigiada por los escándalos, por la ostentación de la comodidad; es necesario mirar a la Iglesia, como la instituyó Cristo, que supera todos los avatares de la historia.

La Iglesia, aunque necesite de medios humanos para cumplir su misión, no fue instituida para buscar la gloria terrena, sino para proclamar la humildad y la abnegación, también con su propio ejemplo. Así como Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos», así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo.

La Iglesia necesita de todos los creyentes, para cumplir su misión por la cual fue creada, pero es difícil integrarse y trabajar desde adentro; no obstante, el llamado es a tener una opción por los más pobres y desfavorecidos, sobre todo levantar a los oprimidos, trabajo que es acorde con la profesión de abogados.

Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado «el único Santo», amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla, la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad. Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles. Se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida; con el testimonio y ejemplo de esa santidad.

Es difícil asimilar esta realidad, como miembros todos de un mismo cuerpo saber que se pueden disfrutar de dones, para así mismo ponerlos al servicio de la misma Iglesia, como llamados a la santidad.

No es fácil expresar en unión con los demás, en la perfección de la caridad en el propio círculo de vida, pensando que somos miembros de una misma Iglesia; sin embargo, con el testimonio y ejemplo de esa santidad, si es posible.

Los miembros de la Iglesia, están llamados a perfección y santificación.

Como elegidos de Dios, revestidos  de entrañas de misericordia, benignidad, humildad, modestia, paciencia, produciendo los frutos del Espíritu, orando sin cesar y perdonando mutuamente las deudas.

La perfección y santidad, es un llamado como cristianos, pero jamás lo había asimilado como una tarea conjunta como miembro de la Iglesia, revestida de entrañas de misericordia.

Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena, entregados a la gloria de Dios y al servicio del prójimo.

Siempre había asimilado, que la santidad era para los más entregados a la Iglesia, pero a través del servicio al prójimo se puede llegar a la perfección de la caridad.

Todos los miembros en la Iglesia, guiados por el Espíritu, deben cultivar la misma santidad cualquiera sea los múltiples géneros de vida y ocupaciones, que siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria. Pero cada uno debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la caridad.

Los esposos y padres cristianos, deben ser fieles, apoyarse y transmitir la fe a los hijos, con el ejemplo, fraternidad en la caridad y se constituyen en testigos y colaboradores de la Iglesia.

Todos los trabajadores a través de su trabajo digno, deben ayudar a sus conciudadanos y de contribuir a elevar el nivel de la sociedad entera y de la creación.

También están especialmente unidos a Cristo, aquellos que se encuentran oprimidos por la pobreza, la enfermedad, los achaques y otros muchos sufrimientos, o los que padecen persecución por la justicia.

Por tanto, todos los fieles cristianos, en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, y a través de todo eso, se santificarán más cada día si lo aceptan todo con fe de la mano del Padre celestial y colaboran con la voluntad divina, haciendo manifiesta a todos, incluso en su dedicación a las tareas temporales, la caridad con que Dios amó al mundo.

La errada creencia de que sólo los religiosos estaban llamados a la santidad, pero saber que desde las diferentes ocupaciones se puede seguir a Cristo pobre, humilde, obrando en caridad, haciendo el bien, desde la familia siendo testimonios, con el vivo ejemplo, pero sobre todo viviendo en caridad con el más necesitado.

La opción por los pobres y desvalidos es una obligación desde la fe cristiana.

Lo anterior rechazando cualquier clase de esclavitud laboral, disfrazada en este mundo donde prima la economía sobre el ser humano.

El trabajo dignifica, pero también entendiendo, que debe ser bien remunerado y en forma justa, logrando un retiro del servicio también digno, cuando las fuerzas físicas así lo determinen.

La tarea de todos los sacerdotes, obispos y diáconos, como Pastores de la grey de Cristo, es vivir a imagen del sumo y eterno Sacerdote, Pastor y Obispo, desempeñando su ministerio santamente, solidariamente y con entusiasmo, humildemente y con fortaleza. Los elegidos para la plenitud del sacerdocio son dotados de la gracia sacramental, para que puedan estimular a la Iglesia, con su vivo ejemplo o testimonio de Dios, a una santidad cada día mayor. Al igual que los feligreses o clérigo, que colaboran en los diferentes ministerios.

Erradamente siempre había pensado que la tarea de construir Iglesia era de los sacerdotes, obispos y diáconos; pero realmente es tarea de todos como miembros de la Iglesia, desde los diferentes ministerios y según las profesiones, siempre con la opción de los más necesitados.

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