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Thmas Hobbes - un teórico del absolutismo político


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2012  •  1.586 Palabras (7 Páginas)  •  370 Visitas

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TOMÁS HOBBES

Descartes se había abstenido prudentemente de formular teorías políticas propiamente tales; por lo demás, su dualismo le permitía salvar los valores tradicionales, propios del mundo del espíritu, al mismo tiempo que con su concepción extensa como mecanismo perfecto que comprende y determina incluso toda la parte corporal y pasional de la existencia humana, abría a la indagación científica realizada con el criterio de la evidencia y la deducción matemática casi toda la realidad entera. Sólo se sustraía a la investigación de tipo naturalista el mundo de la moral, de la religión y de la política.

Deseoso de llegar a una rigurosa interpretación naturalista de la historia, Tomás Hobbes inauguró la crítica del dualismo cartesiano que más adelante será continuada por otros en diferentes direcciones, y le dio principio abrazando, por su parte, el materialismo más radical.

Hobbes asume una posición mucho más extrema sobre la base de la cual formula una justificación absolutamente nueva y original del absolutismo político, fundándose no ya en el derecho divino, sino exclusivamente en las leyes de la naturaleza tal como las concebía.

Tomás Hobbes nació en Malmesbury el 5 de abril de 1588. Viajó y vivió largo tiempo en Francia

y mantuvo relaciones con Galileo y Gassendi. En Italia visitó a Galileo en Pisa. Su vida se desarrolló en el tempestuoso periodo de los Estuardo y la dictadura de Cromwell en Inglaterra. Vivió 91 años y murió el 4 de diciembre de 1679. Sus obras fundamentales son: De cive (1642); De corpore (1655); De homine (1658), que constituyen un tratado único, Elementa philosophiae; y Leviatán, o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil (1651), su obra maestra.

Para Hobbes la realidad no es más que cuerpo y el objeto de la filosofía es todo cuerpo cuya generación sea susceptible de ser comprendida y reconstruida racionalmente. Más como los cuerpos pueden ser naturales o artificiales y el cuerpo artificial es el Estado, que se funda en convenciones y contratos humanos, las dos partes de la filosofía son la filosofía natural y la filosofía civil. Para Hobbes la sensación no es más que la imagen aparente del objeto corpóreo producida por éste en nuestros órganos sensoriales. Pero tanto el objeto como la sensación no son más que movimiento, y el sujeto, el espíritu pensante, no es más que cuerpo. Para Hobbes el paso cartesiano de la afirmación “soy una cosa que piensa”, lo que es indudable, a la afirmación “soy un sujeto pensante” es ilegítimo.

Según Hobbes, puede ser que la cosa que piensa no sea pensamiento, y antes bien es indudable que se trata de algo corpóreo. En otras palabras, el alma humana misma es material y no podría no serlo, dado que sus actos, ideas, sentimientos, etc., no son más que movimientos producidos por los movimientos de las cosas externas. Este materialismo va ligado necesariamente a un radical nominalismo: los conceptos no son más que simples nombres referidos a cosas; los nombres no son más que signos de uno o más objetos. El razonamiento no es más que un cálculo (es decir, adición o sustracción) de los nombres generales.

Los razonamientos tienen fines prácticos: obtener algo o renunciar a ello. Por eso se concluyen en un juicio y determinan la voluntad. Como en la naturaleza, Hobbes no ve en la sociedad civil más que un mecanismo. Para entender ese mecanismo se recurre a una ciencia que, como las ciencias de la naturaleza y la geometría, parte de ciertos principios, los cuales deben ser extraídos de la experiencia. De la consideración de la naturaleza humana Hobbes deduce dos postulados evidentes: 1) el reconocimiento de una avidez natural (cupiditas naturalis) por la cual cada hombre pretende disfrutar en exclusiva de los bienes comunes; 2) el reconocimiento de una razón natural (ratio naturalis) por la cual todos los hombres tratan de evitar la muerte violenta considerándola el peor de los males de la naturaleza. De estos principios parte el filósofo para deducir geométricamente la filosofía civil entera.

Salta de inmediato a la vista que estos principios excluyen la venerable doctrina de que el hombre es por naturaleza un animal político. Si los hombres se congregan en sociedad lo hacen no por una predisposición natural, sino por azar. Originalmente, son todos iguales entre sí y, por lo tanto, son iguales sus deseos. Cuando dos hombres apetecen una misma cosa que no pueden poseer los dos se convierten en enemigos y para alcanzar su finalidad —que es siempre la preservación de la propia vida y, a menudo, el placer—tratan de destruirse y someterse mutuamente (homo homini lupus).

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