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Veinticuatro Horas


Enviado por   •  16 de Diciembre de 2013  •  586 Palabras (3 Páginas)  •  265 Visitas

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La moral del yo. Si se habla de moral del yo, y antes se ha aclarado que son Mme. Henriette y Mrs. C. las protagonistas activas de la historia, pues a ellas es a quienes debemos remitirnos para un análisis de este tipo. Ahora bien, Mme. Henriette no aplica ningún juicio a sus actos, simplemente escapa con aquel joven francés que la corteja, de suerte que nos es imposible saber qué justificaciones asume ella para defender lo que hace. En cambio Mrs. C. sí desarrolla a través de su relato una lista de argumentos morales para tratar de encontrar un sentido a sus comportamientos.

En definitiva, ¿qué es lo que hace Mrs. C.? Ella se ve involucrada en una relación con un hombre menor, al parecer sostiene relaciones sexuales con él, aun cuando acaba de conocerlo; deja que sus pasiones crezcan obstinadamente, usurpando su lugar a la razón; y, mientras trata de ayudar al hombre en su condición de ludópata, va en contra de un conjunto de normas sociales que, hasta ese momento, no hubiese puesto en tela de juicio. A este comportamiento es al que ella debe dar respuesta.

Lo primero que llama a su favor la protagonista de Veinticuatro Horas de la Vida de una Mujer es la soledad. Mrs. C. nos cuenta cómo, después de la muerte de su esposo, a quien ha amado como exige su papel, se ve arrojada a una existencia solitaria; sus hijos emprenden sus propios destinos, y no hay nada ya que pueda llenar su campo emocional. ¿Una mujer que está sola, no puede permitirse acaso una aventura como la de ella? Mme. Henriette tenía sus hijos cerca y un esposo que la amaba, pero Mrs. C. no tiene a su lado a nadie más.

La mujer justifica también sus acciones apelando a lo minúsculo, lo pequeño que resultan estas en el gran conjunto de su vida. Ya, en el capítulo segundo del libro, declara: “con frecuencia me he dicho a mí misma, hasta volverme loca, cuán poca importancia tiene, dentro de una larga existencia, el haber obrado mal en una sola ocasión”. Esto no significa, por supuesto, que la protagonista supere el conflicto moral reduciéndolo en tamaño; más bien, es una especie de paliativo al que ella acude para no desesperarse, pues como bien lo postuló Séneca “innumerables son las cualidades de las culpas; y uno solo es el defecto del vicio, que es el descontentarse de sí mismo” [3].

Un tercer argumento a favor lo encuentra Mrs. C. en su concepción de sí misma como santa. Ella descubre que el acto de cambiar la vida de aquel hombre, poseído por los problemas del juego, es lo que la arrastra a las complicaciones (a pasar una noche con él, a indisponerse frente a las normas, a apasionarse desmedidamente), pero, en tanto que el fin es redimirlo, todos estos problemas constituyen para ella medios, incluso, necesarios de liberación. De alguna manera, esa redención es suya también, y por eso su felicidad es el saber que el hombre –en apariencia- ha cambiado el vicio por

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