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Ética Para Naúfragos


Enviado por   •  27 de Enero de 2014  •  464 Palabras (2 Páginas)  •  227 Visitas

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Capítulo I: La inteligencia y el Deseo.

Para comenzar, y siguiendo las líneas del autor, hemos de saber qué es el hombre y el hermosísimo y complejo contenido del mismo; su esencia a fin de cuentas.

José Antonio Marina identifica al hombre con un náufrago, esta metáfora guarda un estrecho lazo con la concepción de Ortega y Gasset referente a qué es el hombre y qué lo lleva a actuar, decidirse... en conclusión a “sobrevivir”, a mantenerse a flote.

Pues bien, para José Antonio Marina, el hombre es “un organismo con necesidades que elaboramos cognoscitivamente como deseos que a su vez sentimentalizamos con la intervención de la inteligencia que a su vez es impulsada por toda esa maquinaria sentimental”. Esto podría resumirse en las categorías descriptivas (que no ontológicas) establecidas por el autor, donde el hombre es un “yo ocurrente” (este “yo”, identificándolo con los “modelos heterogéneos del sujeto” que elabora el escritor Castilla del Pino, forma parte del nivel pulsional del individuo donde éste, no controla las ocurrencias que aparecen en su conciencia) y un “yo ejecutivo” (que forma parte del nivel intelectual del individuo, aquí aparecen ocurrencias que el hombre domina. Digamos que en este “yo” tenemos cierto control y canalizamos aquello que sentimos o pensamos). Somos, por tanto, náufragos, poseedores de un deseo sentimentalizado inteligentemente.

Dijimos que el hombre es deseo (elaboración cognitiva de las necesidades) e inteligencia. Esta inteligencia cumple tres funciones: controlar su propio funcionamiento, conocer la realidad e inventar posibilidades. Esta última función, la invención, nos conduce directamente a la ética.

La inteligencia inventa posibilidades reales, no fantásticas, que son admitidas en la realidad cuando las integramos en nuestros proyectos. El gran arte de la invención será, por ello, conjugar realidad y posibilidad. Como bien explica este autor (basándose en una cita) “inventar es conseguir que la materia se venza a sí misma”. Este sería un buen lema para la ética y así mismo, para nosotros, pues; o somos realización de posibilidades, o somos arranque de posibilidades, o somos ambas cosas a la vez y así, la realidad se llena de significados.

Estas posibilidades pensadas se enlazan con la acción mediante los proyectos, que son un eslabón esencial en el comportamiento voluntario. Los inventamos sin parar. Pues bien, hay dos proyectos esencialísimos para el hombre (a lo largo de la historia y discutidos aún actualmente): la perfección y la felicidad. Lo que nos lleva a cuestionarnos si ambos proyectos pueden ser (o no) compatibles, pues parece que siempre hemos de movernos en uno de ellos: o buscamos la felicidad o cumplimos con nuestro deber. Nótese que este asunto guarda una estrecha relación con la ética kantiana

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