Etica Para Naufragos
karlitabb26 de Mayo de 2014
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Todas las teorías éticas están fundamentadas por una visión general del hombre. A mi modo de ver fundamentar una ética en particular supondría fundamentar toda la filosofía del autor ya que entiendo que la ética no es más que una adaptación práctica de la filosofía.
Ciertamente si la filosofía se redujese a puras cuestiones metafísicas no tendría sentido su formulación ya que de nada serviría al ser humano en su vivir, que es lo único que a la larga importa. Sería, como diría Unamuno, una filosofía muerta, o de muerte, y -pienso- que ninguno de los filósofos que en el mundo han sido pensó alguna vez en que su filosofía fuese cosa muerta (otra cosa es si lo consiguen o no).
Puesto que esto es así (o así lo pienso) el trabajo de fundamentar el libro Ética para náufragos se me presenta como un imposible: la ética de Marina está insertada en toda una tradición de la filosofía occidental y habría que criticar todo lo que se da por sabido en el libro para criticar su ética.
El trabajo consiste formalmente en la recensión crítica del libro y en la valoración personal del mismo.
INTRODUCCIÓN
El título del libro que vamos a comentar, Ética para náufragos, es ya sugerente, sin duda dice algo del hombre actual. Parece que el pensamiento occidental no termina de curarse del desfondamiento y de la falta total de referentes. Según Marina, el hombre sigue siendo un náufrago, perdido entre el océano de la Modernidad, que le dejó sin rumbo, sin asidero y solo.
Que el hombre del siglo XX se encontraba solo (sin mundo, sin Dios y sin sí mismo) es cosa sabida, repetida y probada, la cuestión es si hoy -ya en el siglo XXI- sigue siendo el hombre (así, en-general) un náufrago o si, por el contrario, ha llegado a una etapa en la que la postmodernidad y sus reduccionismos están superados.
Aún partiendo de esta concepción del hombre (de-la-filosofía), en su libro pretende ser luz para la búsqueda de una ética fundamentada, es decir, para el paso de la etapa de naufragio (de la filosofía más que del hombre) a una etapa de tierra firme.
Todo el mundo coincide en que es necesario devolver al hombre parte de la seguridad que le restó la Modernidad. El problema está en cómo llegar al arraigo premoderno sin caer en la negación de los valores que la Modernidad ha dado.
Es ahí donde Marina pretende hacer hincapié: en no negar los triunfos de la Modernidad (liberalismo, racionalismo, derechos humanos, "dignidad, igualdad, fraternidad", etc.) en favor de un nuevo arraigamiento. Y es también ahí donde la unidad de la humanidad peligró en los años treinta: el vitalismo de principios de siglo, unido al irracionalismo dio origen a los fascismos que hicieron tambalear por todos los frentes a la lógica de la Modernidad y hoy, parece ser, que aún no se ha cerrado la herida y siguen apareciendo regresionismos.
Marina intenta pues fundamentar una ética con los ideales modernos retomando la Modernidad desde sus orígenes. Aristóteles, Descartes, los empiristas, Kant, los enciclopedistas, etc. están presentes en la obra. Las ideas de la Ilustración, sobre todo las ideas liberales y democráticas buscando una ética democrática que pueda unificar la conducta particular con la conducta social democrática.
En España, donde la cultura democrática nunca llegó a prender de forma constante y donde se vio siempre al liberalismo como una invasión cultural, hará falta una asimilación mejor de las ideas democráticas, es decir, hacer de estas ideas una forma de vivir, cosa que se está consiguiendo en las generaciones presentes, pero que es la primera vez que una generación de españoles comienza a crecer en una democracia.
En esta línea, la de los pensadores españoles en favor de crear una cultura democrática que supere la distancia insalvable entre el obrar de los partidos políticos y de las personas, escribirá Marina (y Savater, en su Ética para Amador).
DESARROLLO CRÍTICO DEL CONTENIDO DEL LIBRO
En su libro Ética para náufragos, José Antonio Marina no pretende partir de una teoría del hombre como ser actual, pero parece obligado antes de hablar del obrar del hombre a sentar unas bases de lo que se entiende por ser humano.
El método empleado por el autor será el de ir introduciendo conceptos que irán perfilando las ideas sobre el ser humano que permiten la ética. Página a página irá enlazándolos y sacando de ellos derivaciones más o menos lógicas en busca de una teoría ética, sino bien fundamentada, al menos útil y actual.
El primer concepto que introduce es el de inteligencia deseante, de claro matiz zubiriano, pero afirma que fue Aristóteles el creador de esa idea.
Con este concepto quiere introducir con esto al lector en la raíz de la ética. La ética nace del deseo, el hombre tiene muchas cosas frente a él y debe decidir constantemente cuales son beneficiosas para su vida y cuáles no. En esta línea introducirá las llamadas necesidades básicas, construyendo el edificio ético desde la base del deseo humano.
Afirma que de la satisfacción o no del deseo tenemos ciertos estados sentimentales que nos instalan en la realidad de forma triste, alegre, depresiva, amorosa, etc.
El hombre está pues sujeto a ciertas necesidades que debe satisfacer continuamente para vivir y estas necesidades le llevarán a estados de ánimo que serán deseables o indeseables. En el deseo y en la necesidad se funda la ética (si se entiende que la ética es la ciencia que estudia el mero comportamiento humano), pero el hombre puede estar por encima de éstas necesidades y gracias a su inteligencia puede llegar a otro tipo de necesidades no tan necesarias, como pueden ser la búsqueda de la felicidad y/o el perfeccionamiento.
La ética siempre se ha basado en la búsqueda de la felicidad o en la búsqueda de la perfección llegando a identificar ambas finalidades. Cuando el hombre asciende del nivel puramente biológico o pulsional entra la ética en juego, la ética será pues la ciencia que estudia el deseo inteligente, pues el hombre siente inteligentemente y todo lo hace lo hace inteligentemente.
Estudia Marina el aprendizaje de la moral poniendo de relieve la aprehensión de realidad de forma sentimental. El niño se encuentra en un mundo de cosas sentimentalmente percibidas y en este mundo aprende a regirse por cuestiones no sólo pulsionales, como lo haría un animal, el niño aprende inteligentemente por medio de modelos éticos que posteriormente serán racionales aunque en un inicio serán puramente sentimentales. Esto hará que el aprendizaje de la ética sea posible a través de modelos, como decía Kant, la ética se debe enseñar con ejemplos.
La moral, la estética y la verdad son aprendidas por el niño y transmitidas por la tradición. Creo haber entendido que no deja espacio para una fundamentación de la moral, siquiera como disposición, basada en las notas constitutivas del ser humano. Pero de todos modos arriba se dijo que no está haciendo Marina una teoría de lo que sea el ser humano, sino una teoría de las posibilidades, además, el hecho de que el hombre pueda tener nociones éticas a edades muy tempranas significa que existen, al menos, las disposiciones para tal aprendizaje. Disposiciones que permiten la familiarización con la ley moral dentro del sujeto, para tener, como apetecía Kant, el cielo estrellado sobre mi y la ley moral en mi .
Si la moral es un hecho histórico, biográfico y social tan sólo un producto de la tradición, la convención o el paso por la intelección de cada uno. Se plantea entonces el problema de la fundamentación de la moral, pues todas las morales serían válidas y estarían fundadas igualmente en procesos inteligentes ya que por seres inteligentes son realizadas. Ya no es la razón la rectora absoluta del ser humano sino la inteligencia (que siente, quiere y valora), lo que lleva a ampliar el problema de la fundamentación.
Lo que está claro es que si se trata de fundamentar la moral y ya no podemos utilizar al hombre como ser actual sujeto a la ley natural (que suponía cierta base moral en todo hombre de la que partiría el edificio de la moral), ni los criterios puramente racionales (pues se deja ver una nueva teoría del hombre que integra todas sus facetas en todas sus acciones), tenemos entonces el problema de la verdad sobre los juicios morales que, por cierto, no se refieren al hombre como ser actual sino al hombre como ser en potencia: como posibilidad.
La verdad en tiempos del racionalismo era la argumentación que partía de evidencias claras y distintas. El problema que planteó con el desarrollo de la Modernidad fue juntamente sobre la aparición de contradicciones y lagunas imposibles de llenar con el método científico, lo que llevó directamente a la quiebra del concepto verdad.
La Modernidad parece que logró salvar la verdad evitando toda connotación con lo absoluto negando toda autoridad en favor de la razón del sujeto individual. La verdad premoderna inamovible dejó su paso a la verdad provisional que actualmente rige la ciencia y en esta línea de verdad el libro de J.A. Marina se inscribe.
La ética debe llevar a la búsqueda de una verdad fiable, o al menos, a un método de verdad o, en todo caso, debe dar unos criterios para la admisión de proposiciones verdaderas que no serían otros distintos a los de la ciencia actual (de evidencia, transcendentalidad, progreso, coherencia, previsión de resultados...).
Con esto Marina da por salvada la verdad, es decir, encuentra el método para -como Descartes-
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