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Abogado


Enviado por   •  10 de Octubre de 2014  •  Tesis  •  1.981 Palabras (8 Páginas)  •  634 Visitas

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El prólogo que se acostumbra poner al principio de los libros, me parece que es no solamente una cortés invitación que hacen sus autores a los que quieran leerlo, sino también una cosa casi necesaria para dar en seguida una idea de lo que se trata. Ya que más presto uno se anima a recorrer una obra cuando se ha dado cuenta de la materia al menos en sus líneas generales, del orden y del fin con que fue compuesta. Y ésta mía, para comenzar por lo último sin más preámbulos, no tiene otro fin que el de dar a muchos que me lo han pedido, una justa idea de los países americanos, idea ahora necesaria para conocer bien esta parte del mundo, años atrás tan alterada y aun deformada por la exageración o por las falsedades.

Con esto no pretendo decir que voy a hacer de Aristarco, de manera que pretenda borrar todo lo que se ha escrito sobre América por los autores que me han precedido. Antes me sirvo de todos, de todos escojo lo mejor pero nada más; ya que yo, no sé por qué innata libertad en este punto, que conozco muy bien, no sigo ciegamente el modo de pensar de los demás, salvo en aquello en que no se apartan de la verdad.

Y héteme aquí dispuesto a decir la segunda cosa, esto es, la materia de mi libro. Para hacerla en cuanto sea posible del todo veraz, me he servido de tres medios eficacísimos: de mis ojos, de mis oídos y de los fieles relatos de los demás. No puedo afirmar que lo he visto todo, oído todo, lo que para algunos daría mayor valor a mis relatos.

Pero qué importa eso? Lo he oído y leído, lo he coleccionado también diligentemente de las cartas de mis corresponsales, testigos de vista, testigos integérrimos a los que he pedido sucesivamente noticias de las provincias en que se encontraban.

Etas son las fuentes a que recurrí para suplir en mi historia lo que no pude obtener en mis peregrinaciones. Y aquí debo nombrar con espacialísima gratitud entre los primeros a los Padres José María Forneri (1) y Antonio Salillas (2) mis carisimos compañeros de misión en el Orinoco, del primero obtuve los más preciosos informes sobre la provincia de Caracas en la que vivió algunos años y del otro datos sobre los Llanos de San Juan donde estuvo de misionero de los Amarizanos antes de venir al Orinoco. Viene luego aquel que por sus singulares talentos debía ser el primero, a saber, el Padre Santiago Torres, mi maestro de Teología allá en Santafé del Nuevo Reino, a quien debo preciosas noticias; luego el Padre Juan Manuel Collado, (3) muy conocedor de la Tierra Firme, pero especialmente de los gobiernos de Maracaibo, Santa Marta y Popayán.

De los datos del corregimiento de Tunja soy deudor en gran parte al P. Enrique Rojas (4) y a otro muy digno sujeto que por humildad quiere permanecer oculto. Pero con qué elogios acompañaré las escogidísimas anécdotas que me suministró el P. Juan Fuentes (5) no solamente sobre la provincia de Neiva, sino también sobre el corregimiento de Mariquita y otras regiones en que vivió? Con qué elogios ponderaré los datos eruditos del P. Yarza (6) sobre el célebre Salto de Tequendama? Cómo elogiar los muy exactos del P. Salvador Pérez (7) sobre la provincia de Cartagena, del gentilísimo P. Jiménez (8) sobre Antioquia, del : Lorenzo Tirado (9) sobre las aves canoras de los climas fríos, y de otros tantos que ya de viva voz, ya por escrito me han ayudado cortésmente a hacer llevadera la carga que me he impuesto?

Solamente que estos medios, aunque valiosísimos, no hubieran bastado para mi deseo de ser exacto. También he leído cuidadosamente los historiadores antiguos y modernos que se verán citados en su lugar, ya para confirmar lo que digo si acertaron, ya para mostrar sus errores si los cometieron. El primero que escribió acerca de Tierra Firme fue el Padre Simón, luego Piedrahita y Zamora, cuyas historias sigo en su totalidad. El señor José Oviedo a quien para diferenciarlo del primer historiador de América don Fernando, llamaremos el joven, se limitó a la descripción de la provincia de Caracas; a la del Orinoco el P. Gumilla, a la de la Nueva Andalucía el P. Caulin. De todos he tomado materiales muy oportunos para mi trabajo, merced a la innata gentileza de aquel conspicuo y noble personaje que me los dió a leer con toda comodidad. Hablo del Caballero Don Jasé Nicolás Azara, Ministro de S. M. C. ante la Santa Sede, quien con incomparable deferencia me ha suministrado siempre cuanto he creído necesario para la composición de mi historia.

Habiendo hablado de la materia de mi obra, debo decir algo del orden en que la he dividido. Como cualquiera puede verlo, es algo nuevo para nuestra Italia, no intentada antes por nadie, amena e interesante. Por consiguiente, debía presentarla de tal manera que fuera inteligible para cualquiera, dividiéndola en varias partes. Y he seguido diligentemente este método, reduciendo el todo a dos libros, suministrando notas según mi costumbre; en uno de los cuales, después de algunas noticias necesarias para el lector, describo el estado natural de Tierra Firme, en el otro el político y sagrado, a fin de presentar en un solo tomo, un ensayo del estado civil presente de América, bajo los españoles, como ya presenté el estado salvaje bajo los indios en la descripción del Orinoco. Pero esta manera de razonar muy aceptable para los sabios, y para mí de más fácil empresa, quizás no agrade a aquellos que quieren divisiones más extensas y quieren saberlo todo, conducidos de provincia en provincia. Pero yo a pesar de mi renuencia contento también a éstos, llevándolos como de viaje en un Apéndice ordenado, no para repetir lo ya dicho, sino para describir las poblaciones de Tierra Firme, y como suplemento de aquello que no se puede decir cómodamente en una historia general.

Toda historia, tanto más si se trata de países foráneos como la mía, exige ya en virtud de la moda, ya por la comodidad, tener a la vista un croquis de los lugares descritos; pide que se ponga por delante la carta geográfica que los explique. Y solamente

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