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Conquista De Estados Unidos Por España


Enviado por   •  25 de Abril de 2013  •  11.459 Palabras (46 Páginas)  •  444 Visitas

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La conquista de los Estados Unidos por España

Por William Graham Sumner. (Publicado el 15 de diciembre de 2006)

Traducido del inglés. El artículo original se encuentra aquí: http://mises.org/daily/2398.

[Este discurso se pronunció por primera vez en la Sociedad Phi Beta Kappa de la Universidad de Yale el 16 de enero de 1899 y se publicó en el Yale Law Journal el mismo mes]

El arte de gobernar y el autogobierno.

Durante el último año el público se ha familiarizado con descripciones de España y de la manera española de hacer las cosas hasta el punto de que España se convertido en un símbolo de cierto tipo bien definido de nociones y políticas. Por otro lado, el nombre de los Estados Unidos siempre ha sido para todos nosotros un símbolo de un estado de cosas, a serie de ideas y tradiciones, un grupo de opiniones acerca de asuntos sociales y políticos.

España fue el primer, y durante mucho tiempo el mayor, de los estados imperialistas modernos. Los Estados Unidos, por su origen histórico, sus tradiciones y sus principios, es el principal representante de sublevación y reacción ante ese tipo de estado. Quiero demostrar que, mediante la línea de acción que ahora se nos propone, a la que calificamos de expansionismo e imperialismo, estamos desechando algunos de los elementos más importantes del símbolo estadounidense y adoptando algunos de los elementos más importantes del símbolo español.

Hemos derrotado a España en un conflicto militar, pero nos estamos sometiendo a su conquista en el terreno de las ideas y las políticas. El expansionismo y el imperialismo no son otra cosa que las viejas filosofías de la prosperidad nacional que han llevado a España a donde está. Esas filosofías apelan a la vanidad y la avaricia nacional. Son seductoras, especialmente a primera vista y en un juicio superficial y por tanto no puede negarse que tienen un gran impacto popular. Son engañosas y nos llevarían a ruina si no somos lo suficientemente fuertes como para resistirnos. En todo caso, el año 1898 es un gran hito en la historia de los Estados Unidos.

Las consecuencias no serían del todo buenas o malas, ya que no esa la naturaleza de las influencias sociales. Siempre hay una mezcla de cosas buenas y malas y eso mismo pasaría en este caso. Dentro de cincuenta años, un historiador que analice 1898 verá sin duda, en el desarrollo que hayan tomado las cosas, consecuencias de lo que ocurrió en ese año y el actual que no serán todas malas, pero ustedes apreciarán que eso no es una justificación para un política de despreocupación; no afecta a nuestra obligación actual de que en todo lo que hagamos busquemos la inteligencia y la prudencia y determinemos nuestras acciones mediante el mejor juicio que podamos formarnos.

La guerra, el expansionismo y el imperialismo son asuntos del arte de gobernar de nada más. Hago caso omiso de de todos sus demás aspectos y de todos los elementos externos que se han entremezclado con ellos. Recibí el otro día una circular de una nueva iniciativa educativa en la que se me indicaba que, teniendo en cuenta nuestras nuevas posesiones, tendríamos ahora que dedicar estudios especiales a la historia, la economía política y lo que se llama la ciencia política. Yo me pegunte por qué. ¿Qué nueva razón hay para impulsar esos estudios ahora en razón de nuestras colonias de la que había antes en impulsarlas en razón de nosotros mismos? En nuestros actos de 1898 no hemos hecho ningún uso del conocimiento que tuviéramos en esas líneas de estudio. La causa original y principal de la guerra fue que era una táctica de la disputa entre partidos en Washington. Tan pronto como pareció resuelta, una serie de intereses empezó a ver sus ventajas y se apresuró a continuarla. Fue necesario apelar al público para que éste aportara varios motivos más para apoyar la empresa y ganarse la aquiescencia de clases que nunca habrían consentido actuaciones similares en el ámbito financiero o político. Esas apelaciones se basaban en afirmaciones sensacionalistas que no había manera de verificar, en frases de supuesto patriotismo, en declaraciones sobre Cuba y los cubanos que ahora sabemos totalmente inciertas.

¿Dónde estuvo el arte de gobernar en todo esto? Si no es una regla de la política que un gobernante nunca debería imponer sacrificio alguno a su pueblo por algo que no sea su propio interés, entonces es inútil estudiar más filosofía política, pues éste es su abecé. Es contrario a la gobernación honrada poner en peligro el bienestar político del estado por intereses partidistas. Es impropio de un estadista publicar una declaración solemne de que no tomaríamos ningún territorio, y especialmente calificar esa acción por adelantado como una “agresión criminal”, cuando era moralmente cierto que iríamos a la guerra contra España con territorios conquistados en nuestras manos y que la gente que quería la guerra, o la consentía, esperaba que fuera así.

Hablamos constantemente de “libertad” de forma sencilla, como si la libertad fuera algo que los hombres podrían tener si quisieran y en el grado que quieran. Es cierto que buena parte de la libertad humana consiste simplemente en la lección entre hacer o dejar de hacer algo. Si decidimos hacerlo, conllevará toda una serie de consecuencias con respecto a las que es cada vez más difícil, o incluso imposible, ejercitar ninguna libertad en absoluto. La prueba de ello en este caso es tan clara que no necesito explicarla. Por tanto, aquí tenemos la razón por la que es una regla de gobierno sensato no embarcarse en aventuras. No puede esperarse que un estadista conozca por adelantado que acabaríamos la guerra con las Filipinas en nuestro poder, pero sí es parte de su educación advertir que con seguridad una política aventurera y de empresas injustificadas conllevará problemas de algún tipo. Lo que nos ocurre en la evolución de nuestras vidas e intereses, debemos afrontarlo; lo que vamos a buscar más allá de este dominio es un desperdicio de energía y una puesta en peligro de nuestra libertad y bienestar. Si esta doctrina no es sensata, entonces las ciencias sociales e históricas no tienen nada que enseñarnos por lo que merezca la pena preocuparnos.

Sin embargo, hay otra observación acerca de la guerra que es aún de mayor importancia: es que es una gran violación del principio de autogobierno. Presumimos de ser un pueblo que se autogobierna y en este aspecto particular nos comparamos con orgullo con naciones más antiguas. Después de todo, ¿cuál es la diferencia? Los rusos, en los que siempre pensamos como defensores del polo opuesto de las instituciones políticas, tienen autogobierno,

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