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El golpe de Estado a Salvador Allende.

quorthonEnsayo24 de Marzo de 2017

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Golpe de Estado a Salvador Allende

Introducción

Salvador Allende fue un recordado político y médico cirujano chileno cuyo sueño en la vida era unir a la izquierda chilena en un proyecto sin retorno a una revolución social que habría de mejorar las condiciones de vida del pueblo chileno, esto a través de un gobierno de carácter socialista.

Su sueño de una unión de la izquierda se realizó cuando, en 1969, logró juntar en coalición electoral a varios sectores de la izquierda que lo llevaron a la Presidencia de la República en las elecciones de 1970, por medio de la plataforma de Unidad Popular.

Sin embargo, su anhelo de una revolución social por medio del gradualismo reformista lo llevó a ser objeto de la reacción del sistema económico hegemónico en el país y fuera de él. Su corto período como presidente de Chile estuvo plagado de acciones de boicot y sabotaje a su gobierno, aunque para otros representaba una luz de esperanza para el pueblo.

Las reacciones en su contra le costaron a Allende mucho más que la presidencia, mucho más que su vida: una dictadura represiva y neoliberal que destruyó el sueño de quien fuera el primer presidente socialista elegido mediante sufragio de América Latina.

Este trabajo tiene como objetivo revisar, a grandes rasgos, uno de los hechos que marcó a Chile en el siglo pasado y que aún hoy es centro de interés de muchas investigaciones: el golpe de Estado de 1973. Así como también mostrar a grandes rasgos cómo se dio el ascenso de Allende.


La Unidad Popular

        En la década de los años sesenta, América Latina entera vivía una coyuntura histórica particular: las movilizaciones sociales estaban en auge en varios países y empezaron a emerger focos de vanguardia comunista armados y dispuestos a luchar por la “Liberación Nacional”. Chile era uno de estos países, pero su caso era diferente. Pues allí se dio una dicotomía entre los movimientos sociales de izquierda, que consistió el cuál de los caminos al socialismo: ¿revolución o reformismo? ¿La conquista del socialismo a través de las armas o a través de una serie de reformas constitucionales a las cuales se llega por medio de la vía electoral?

A pesar esta dicotomía, el 9 de octubre de 1969 se fundó la coalición electoral izquierdista de la Unidad Popular, liderada por Salvador Allende, como vanguardia del gradualismo, cuyo objetivo era ganar las elecciones presidenciales de 1970 y llevar a Chile hacia un socialismo progresivo. Este proyecto se formó en reemplazo del Frente de Acción Popular, e intentó abarcar los diferentes sectores de la izquierda chilena. Sin embargo, aunque la revolución socialista era un común denominador dentro de los diferentes sectores. La cuestión del método constituía un verdadero reto a la hora de plantear las estrategias para alcanzarlo (Pinto Vallejos 2005, 32).

Su programa político se plasmó con dificultad y sin mucha claridad en el Programa básico de la Unidad Popular y Las primeras medidas del Gobierno Popular, en el que prometían como primeras medidas del gobierno: Honestidad administrativa, salarios justos para los sectores obreros como para los servidores públicos, protección a la familia mediante un ministerio especializado, leche gratis para los niños, reforma agraria[1], vivienda, energía y agua potable para todos, becas estudiantiles, nacionalización de la banca, el cobre, entre otros.

Aunque la Unión Socialista Popular y el MIR no quisieron adherirse a este proyecto, se sumaron ideologías del marxismo, el socialismo, el comunismo, la izquierda democrática, el radicalismo y de la Teología de la liberación.

La Unidad Popular junto con Allende llevó a chile la novedosa idea de “La vía chilena hacia el socialismo”[2], que rompió con la ortodoxia marxista-leninista de la insurrección popular armada, y le dio a la U.P. su particularidad gradualista. Aunque esta iniciativa tuvo gran acogida dentro de varios sectores populares y pequeños burgueses, la brecha entre la teoría de una construcción político-ideológica y su práctica no demoró en hacerse evidente. Mientras el Partido Comunista de Chile (PCCh)[3] y el Partido Socialista de Chile (PS)[4] reformulaban sus estrategias, la U.P. carecía de una verdadera estrategia que contemplara la novedad de sus métodos. Por esta razón parecía estar a la deriva, pues no tenía –como en el caso de la revolución armada- un paradigma claro que le mostrara el paso a paso de cómo hacer la revolución social “pacífica” (Pinto Vallejos 2005, 45).

Movimientos populares de la época.

Aunque el M.I.R. distaba mucho de la revolución progresista de Allende por su extremismo en armas, este movimiento decidió suspender cualquier acción armada, al tiempo que apoyaba y organizaba varios movimientos sociales, entre ellos el Movimiento de Pobladores.

Las condiciones geográficas y económicas de Chile llevaron a engrandecer el Movimiento de los pobladores, que tuvo lugar en las ciudades y constituyó uno de los actores principales del movimiento social de la época. Se trataba de un grupo de personas que con el fin de buscar un trabajo estable, debían desplazarse de sus lugares de vivienda, lo que los llevaba a carecer de ella, y así llegaban a las ciudades en busca de mejores condiciones para vivir, y a precios que fueran asequibles a las condiciones de sus salarios. El derecho a la vivienda para evitar las “tomas” fue un reto en la administración allendista que terminó por aprobar el proyecto de viviendas adecuadas, mientras los pobladores entraban cada vez más en contacto con los sectores más radicales de la izquierda chilena (Eastman 1997, 37).

El Movimiento de Cristianos por el Socialismo mostraba una relación profunda entre la religión y el movimiento social. Se puso de “moda” la Teología de la Liberación, fundamentada en que el Evangelio daba prioridad a aquellos que vivían en la pobreza y no quienes se alimentaban de ella. La fe en la Religión extrañamente parecía surgir en el sueño de una transformación profunda de la sociedad, ya que ambas se encontraban en busca del bien común y en contra de la injusticia social., en donde el individuo se reconoce como parte de una sociedad y constituye el “cuerpo del pueblo” (Pinto Vallejos 2005, 63). De esta manera, puede incidir conscientemente sobre las decisiones políticas ciudadanas. Por otro lado, el movimiento sindical chocó ferozmente y se desarticuló casi por completo, mientras que los movimientos obreros pedían participación en el gobierno vigente.

        El período de la Unidad Popular se convirtió en una fase de adhesión de estos movimientos, especialmente de la Central Única de Trabajadores de Chile (C.U.T.), a los proyectos gubernamentales de socialismo democrático.

Para que la U.P. pudiera seguir en función del socialismo era necesario que los amplios sectores populares la apoyaran. Sectores como el de los obreros habían puesto su confianza en que la coalición de izquierda encontraría el camino hacia la redistribución justa de la riqueza y con ello daría por fin el reconocimiento histórico a los movimientos populares. Por esta razón era necesario para Allende ejercer el control sobre las movilizaciones que pudieran poner en riesgo el programa político u obstruir el camino hacia el socialismo y decidió denunciarlas y en algunos casos reprimirlas (Verdugo 2004, 30).

Poder Popular

La estrategia de la izquierda democrática se basaba entonces en la construcción de un modelo de democracia representativa, en la que se ejerciera democracia directa e indirecta por medio de consejos locales y a través del voto. Esto con el fin de darle soberanía al pueblo y primacía a la voluntad popular. Este mecanismo de Poder Popular se creaba con el objeto de que todos los sectores chilenos se sintieran recogidos dentro del gobierno de la U.P. y de este modo no se gestara protestas en el interior del país. A pesar de todo, los movimientos sociales de Chile vivieron durante la administración de Allende la mayor organización, visualización y participación política hasta entonces, participación que difícilmente verían después.

Crisis de la Unidad Popular

Las reformas sociales impulsadas por la U.P. para llevar a cabo su programa pusieron en descontento a varios sectores de la burguesía chilena, quienes hicieron lo posible por afectar la economía y reducir la popularidad del presidente.

Sumado a esto, una política de aislamiento internacional del mercado chileno inducida por las multinacionales estadounidenses como represalia por la nacionalización de sus empresas por parte del gobierno chilenos, y más la política de intervención encubierta de la CIA en chile, lograron desestabilizar la economía del país y generaron un déficit fiscal, a la vez que instauraron el caos social (García, Rojas y Allende 1998, 53).

La situación se tornó desastrosa: los precios del cobre se disminuyeron y, además, había un bloqueo de los mercados tradicionales del cobre chileno, incitado por las multinacionales estadounidenses que sufrieron las políticas de expropiación y nacionalización de la U.P.; los productos comenzaron a escasear debido al acaparamiento y especulación de los mercados chilenos; la inflación llegó a niveles absurdos debido a la impresión desmedida de dinero por parte del gobierno. El partido Demócrata Cristiano también dejó de respaldarlo, pues estaba convencido de que ese gobierno destruiría la economía chilena.

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