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FRANCISCO MORAZÁN


Enviado por   •  11 de Marzo de 2015  •  708 Palabras (3 Páginas)  •  291 Visitas

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Si amar a Centro América es un delirio, de loco y de delirante debe llamarse a Francisco Morazán, porque es el resumen de todos sus afectos; la Patria era para él lo más grande y supremo. Comprendió su espíritu la visión desgarradora de Centro América destrozada, de un pueblo despedazado en el corazón de América y rota su bandera, hecha para acariciar climas remotos y ondular victoriosamente el prestigio de la República y de la libertad.

Sobre la pesadumbre que caía sobre las almas fuertes, creadoras de la independencia nacional, al mirar sus esfuerzos perdidos en una como, bruma compacta de hielo, el General Morazán se abre paso entre las tinieblas, empuña una espada redentora que da gloria y brillo aquella democracia que quiere nivelar las conciencias y cortar las discordias que se ha apoderado de las almas con sus mil anillos malignos. Los principios del derecho vacilan entre la vida y la muerte; pero el General Morazán está allí en el águila de su ideal, que vuela sobre todos los desastres, llevando su victoria como un penacho blanco que marca el camino a la república libre. Si Delgado es la entereza; si Valle y Larreynaga son la sabiduría, Morazán significa en la historia el hombre de acción por excelencia que hace resolver toda nebulosa en una creación de esplendores magníficos. En su camino por el amor de Centro América, nada le arredra, ni nada le detiene. El ve la Patria como un diamante en el corazón de una montaña que es necesario extraerlo, pulimentarlo, hacerlo el asombro de los ojos, la codicia de la ambición, mirar que brille siempre con sus rayos en donde el sol se ha quedado prisionero; quiso ver a Centro América fundida en el alto crisol de sus sentimientos, porque sólo así podría salir generosa y fuerte. Las manos de los héroes son como las de Dios: cuando se mueven y señalan las pupilas ven en las lejanías el nacimiento de una aurora o el desenvolvimiento de una montaña que arroja las cóleras terrestres.

Las convulsiones continuas que han agotado a Centro América como vientos satánicos, pasaron como espectros por la mente del caudillo nacionalista. No fue la presidencia un manjar para él; supo la amargura de la hiel y la apuró hasta el sacrificio. No bajo a los campos de batalla, por el mero deseo de aspirar al poder, sino arrastrado por el deber de su conciencia de combatir la pequeñez de los que no apreciaron el momento histórico de hacer Patria libre. El guerrero surge entonces deslumbrador, su caballo de batalla marca, no los pasos de Atila, sino los de un mágico sembrador que en donde pone el pie, pone la simiente de su espíritu o la semilla de una constelación…

Amó la democracia vigorosa de Washington; tuvo todos los ímpetus de Bolivar; llevaba en su alma la audacia profunda de un caballero derribado por Dios en el camino de Damasco. Fuerte en la virtud excelsa de amar a Centro América, no conoció el desastre de la Federación sino alumbrado

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