Historia De Mexico
paolafava2 de Diciembre de 2013
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o parece por demás dar aquí una sucinta noticia de nuestro sistema colonial, ya se considere este capítulo como una ampliación y confirmación de la doctrina expuesta en el anterior, ya se repare en la importancia del asunto y su influjo en la prosperidad ó decadencia de la monarquía de Carlos V y Felipe II. No es licito a un economista de estos reinos ignorar las cosas principales que pasaron entre nosotros, y mucho menos las relativas a un siglo en que nuestra nación era la mayor potencia mercantil del mundo; y cumple a los autores ilustrar la opinión, teniendo en cuenta que escriben en España y para los españoles.
Díjose que el sistema colonial de España descansaba en la idea de sacar partido de sus dominios de ultramar en beneficio del fisco, de la administración y del clero, mirando como interés secundario el fomento de la industria y del comercio de la metrópoli, al revés de otras naciones. No es cierto, antes las leyes de Indias, los tratados de comercio y los escritores políticos respiran a una el deseo y la esperanza de restablecer las fábricas y dilatar el tráfico y la navegación a favor del privilegio exclusivo de surtir tantos y tan grandes mercados como teníamos en América.
La policía y arreglo del comercio denotan que el sistema colonial de España, lo mismo que el de Portugal, Holanda, Francia é Inglaterra, partían del principio que la riqueza de los pueblos se funda en estancar el oro y plata del universo, según la doctrina de la escuela mercantil. Por eso el tráfico de las Indias fue primeramente un privilegio de los castellanos, no comunicado a los aragoneses hasta más adelante y por último a los catalanes. Los extranjeros estaban excluidos de la contratación con nuestras colonias, como nosotros de las suyas, aunque se relajó esta prohibición en favor de los habilitados con carta de naturaleza y licencia real, de los que ejercitasen oficios mecánicos, de los tolerados en premio de sus servicios y de los hijos de extranjero nacidos en España.
Al principio navegaron los españoles en naves sueltas a su riesgo y ventura: después se introdujo la novedad de navegar en flotas para ir en conserva y al abrigo de una armada por temor de los corsarios que infestaban los mares y de los enemigos.
Fue Sevilla el único puerto habilitado para el tráfico de las Indias. Allí se cargaban y descargaban las mercaderías de España y de otros reinos: allí tenia su asiento el Tribunal de Contratación que ejercía jurisdicción privativa sobre las personas y cosas tocantes al comercio, y allí había casa de moneda donde se acuñaba mucha parte del oro y la plata que venían de América para el rey y los particulares. Duró este monopolio de la ciudad de Sevilla desde el año 1493 hasta el de 1717 que pasó a Cádiz; y es uno de los mayores vicios de nuestro sistema colonial, porque el resto de los españoles no participaba de los beneficios del trato con las Indias que hubiera crecido sobremanera, si no estuviese encerrado en los angostos límites de una sola plaza y un solo puerto de la Península.
Las islas Filipinas empezaron a negociar con la China hacia el año 1576. Primeramente gozaron los españoles avecindados en Manila de amplia libertad para introducir los tejidos del Asia en América; pero creciendo este tráfico, y considerándolo el gobierno perjudicial a los intereses de la metrópoli en cuanto debilitaba el consumo de sus mercaderías, pareció conveniente limitarlo a dos únicos navíos de permiso y aun a uno solo llamado la nao de Acapulco.
Muchos y graves reparos tenemos que hacer a nuestro sistema colonial tan duro y represivo. Convertir las Indias en patrimonio de una sola ciudad del reino y excluir todas las demás que ocupaban el litoral del mar Cantábrico ó Mediterráneo, era un absurdo y una injusticia sin ejemplo. Que en l493 se hiciese así, cuando sólo poseíamos
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