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La Caceria Salvaje


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2013  •  610 Palabras (3 Páginas)  •  351 Visitas

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La cacería salvaje

¡La tabla de Odín! El nombre de este misterioso artefacto apenas deja vislumbrar todo el misterio, la historia y los cuentos contradictorios que lo envuelven. Los piratas murmuran que el Padre de Todos la utilizó para hacerse con el control de una banda terrorífica de cazadores fantasmales que persiguen a sus presas sin descanso por los cielos en las frías noches de invierno... ¡La cacería salvaje! Nadie sabe de dónde vienen o a dónde van cuando sale el sol; algunos juran por lo más sagrado que el mismísimo Odín tuvo que expulsarlos y que no fue tarea fácil.

Como tantos otros relatos antiguos, esta historia no es más que un mito, un cuento para que los niños se porten bien. Pero una cosa que tienen los mitos y los fantasmas es que se agarran tenazmente a la realidad de una forma u otra, aunque solo sea como un recuerdo. Por eso, incluso hoy en día, los piratas a lo largo y ancho de los mares celebran esta época del año construyendo una réplica de la tabla de Odín a base de reunir sus piezas escondidas y esparcidas por doquier. Tal vez también ayude a alejar los malos espíritus... Aun así... hay algo raro este año.

El capitán William Paine, un corsario, aventurero y casanova en general famoso en el mundo entero, también creía en la cacería salvaje. Había perdido a Mary, su querida moza, en un terrible incendio en el puerto, y llevado por la pena se refugió en las tabernas y en el ron. Allí, la leyenda, para él, se convirtió en realidad. Había oído hablar de demasiados avistamientos extraños a medianoche, de nubes que no podían ser nubes, de espíritus coléricos, del sonido fantasmal de un cuerno, de una presa aterrorizada que huía de una estrella a otra, para pensar que no se trataba más que de una fantasía o un cuento de hadas, independientemente de cuántas jarras de grog se hubiera bebido el narrador. En algún sitio, de algún modo, Paine estaba seguro de que la cacería existía de verdad. La cacería era el poder, tal vez incluso sobre la muerte.

Fue una búsqueda larga y extraña, pero finalmente Paine dio con el mayor de los tesoros. Los otros corsarios se reían de él o sentían lástima si les mostraba el fragmento de mármol cuidadosamente envuelto, pero en su corazón Paine sabía que lo que tenía no era una piedra tallada cualquiera: era una esquirla de la mismísima tabla de Odín. ¡La original, no una réplica festiva! Y así, Paine se dirigió a una cala escondida en una isla desierta cenagosa, y allí bailó y gritó entre aullidos el ritual que dieciocho hombres contratados habían muerto por descubrir, chillando palabras extrañas al viento ululante. ¡El trueno rugía! ¡El relámpago caía! El crepitar de la hoguera dio paso a un silencio repentino, y después a la paz.

Tras una eternidad (¿o fue un instante?), Paine abrió los ojos y comprobó que tenía razón: ¡la cacería salvaje

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