La Historia

A pesar de su larga y distinguida carrera en teatro y cine, el aclamado actor Anthony Hopkins será irremediablemente recordado por su interpretación del elegante y cruel asesino Hannibal Lecter. Y aunque su variada filmografía incluya todos los géneros, basta con verlo en algo que ligeramente sugiera misterio o suspenso para automáticamente comparar su trabajo con el que realizó en "The Silence of the Lambs". Entiendo ese fenómeno de percepción pública, pero lo encuentro muy injusto, especialmente en el caso de "Crimen Perfecto".

En ella, Anthony Hopkins encarna a Ted Crawford, adinerado esposo de Jennifer (Embeth Davidtz), quien lo está engañando. Entonces, en un acto de aparente pasión, Ted le dispara a su esposa, y consecuentemente queda en coma con daño cerebral irreparable. Ted mismo se entrega y confiesa su crimen, y parece que para el fiscal opositor Willy Beachum (Ryan Gosling), será muy fácil ganar el juicio subsiguiente. Sin embargo, no todo sucede como Beachum espera y, entre más avanza la investigación, más se aleja el veredicto de culpabilidad.

Cierto, "Crimen Perfecto" se centra en el enfrentamiento de dos mentes brillantes: un frío criminal lleno de secretos y un agente de la justicia con una pesada carga emocional. Pero ahí terminan las similitudes con "The Silence of the Lambs". El trabajo de Anthony Hopkins es notable por derecho propio y aunque usualmente me aburren los famosos "duelos de actuación", admito que sus escenas con Ryan Gosling (otro excelente actor en ocasiones menospreciado) son genuinamente tensas y emocionantes. No se sienten como una competencia de egos, sino como dos actores confortables en sus papeles y con pleno dominio de sus respectivas técnicas.

Habiendo dicho eso, encontré "Crimen Perfecto" a ratos aburrida y frecuentemente absurda. Nadie espera riguroso realismo en estos dramas legales, pero hubiera apreciado más argumentos lógicos (como ocurre al final de la película) y menos desplantes emocionales que quizás elevan el volumen del drama, pero disminuyen la credibilidad. Además, los personajes mismos (héroe y villano) son levemente desagradables, aunque aprecio esa gris moralidad que en ciertos momentos obliga al espectador a estar a favor del villano.

El guión se muestra inflado por demasiadas sub-tramas que a fin de cuentas no conducen a ningún lado. El fiscal protagonista desea resolver el caso rápidamente para aceptar un muy atractivo trabajo en una empresa particular, y sus conflictos (y posible romance) con su futura jefa son en gran medida irrelevantes. Claro, Rosamund Pike es atractiva y añade una medida de tensión sexual pero, paradójicamente, sus escenas terminan aburriendo por interponerse con el más interesante juicio. David Strathairn contribuye su considerable talento en un papel pequeño e inconsecuente, y Embeth Davidtz está

...