La llegada al nuevo mundo

Capítulo 6. La llegada al nuevo mundo

Es evidente que Colón tenía “buen olfato” y, por diversas señales, “olió algo”, pre-sintió la cercanía de la tierra. Hallar tierra significaba, inmediatamente, tranquilizar a la tripulación inquieta, fin de una azarosa travesía, renovación de provisiones y hasta haber salvado la vida; pero, mediatamente, significará no sólo haber probado la teoría de la esfericidad de la tierra, sino haber realizado un gran descubrimiento.

La noche del 11 al 12 de octubre, pasadas las dos de la madrugada, el marinero de la Pinta, un tal Juan Rodríguez Bérmejo, más conocido por Rodrigo de Triana, lanzó el grito más ansiado por todos: ¡Tierra! Esta vez no era una de tantas ilusiones deshechas con el paso de las horas.

En efecto, las carencias que habían pasado aquellos tripulantes durante el viaje se reflejaban en tal desesperación.

A cosa de dos leguas surgía del Océano una isleta plana, del archipiélago de las Lucayas o Bahamas, a la que los nativos le llamaban Guahananí y Colón bautizaría poco después con el nombre de San Salvador.

Desembarcaron y tomaron posesión por Sus Altezas de la nueva tierra en medio del ceremonial que ningún descubridor olvidaba cumplir jamás. Esto hicieron con pregón y bandera real extendida, y no me fue contradicho.

Los que podían contradecir a tan celestiales visitantes, que por tales los consideraban los lucayos, andan desnudos como su madre los parió, y también las mujeres aunque no vi más de una harto moza, y todos los que yo vi eran todos mancebos… muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como de sedas de colas de caballos y cortos… y se pintan las caras dellos todo el cuerpo… Ellos no traen arman ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia.

Entonces aquí demostramos que no llegaron a la India, como se tenía planeado; sino a un lugar nuevo, que no sabían que era un nuevo continente; lleno de habitantes indefensos que quizá no tenían un pensamiento de ambición, sino de sobrevivencia.

Eran dos mundos, dos culturas y mentalidades encontrándose en Guanahaní y destapando al instante sus diferencias. Sin conciencia clara del valor del mío o tuyo, todo tomaban y daban de aquello que tenían (algodón, papagayos, azagayas) de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo.

Para los que acompañaban a Colón, los mismos que llegaron a esa tierra; que para ellos era nueva, les fue fácil obtener lo que tenían aquellos habitantes residentes de esa tierra; pues esa gran inquietud; esa ambición por aumentar la riqueza aún no eran dominante en ellos.

Si el Almirante fue a “descubrir” lo que “hasta entonces estaba oculto” ¿es posible pensar

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