Acción diplomática. Comercio de emisiones, solución o problema
emiaguEnsayo26 de Mayo de 2016
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Comercio de emisiones, solución o problema
Para responder a la amenaza del cambio climático, para el año 1997 la ONU aprobó el Protocolo de Kyoto, ratificado por 156 países y rechazado, evidentemente, por los mayores contaminantes del mundo: Estados Unidos y Australia. El Protocolo establece el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en una media del 5,2%[1]. El comercio de emisiones fue el principal mecanismo para alcanzar esta meta. Se decidió dividir y hacer un modo de privatización de la atmósfera, para luego introducir un mecanismo de compra y venta de permisos de contaminación como si se tratara de una mercancía cualquiera (Carbon Trade Watch, 2016).
Esta venta de índices de emisiones es un buen ejemplo de la dinámica poco ética que se está viviendo por parte de los países más desarrollados y contaminantes del globo. Los permisos, no son más que una dinámica de mercado en donde estos son vendidos y comprados con el fin de que los países más desarrollados puedan contaminar dentro los límites fijados por el acuerdo, pero sin frenar su industria. Lo anterior, sin duda, deja de lado el objetivo del Principio 16 de la Declaración de Rio (1992) que establece que
“Las autoridades nacionales deberían procurar fomentar la internalización de los costos ambientales y el uso de instrumentos económicos, teniendo en cuenta el criterio de que el que contamina debe, en principio, cargar con los costos de la contaminación, teniendo debidamente en cuenta el interés público y sin distorsionar el comercio ni las inversiones internacionales.” (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992).
Así entonces, sorprende saber que los permisos son asignados a las industrias más contaminantes del territorio nacional, normalmente de forma gratuita. Con este sistema, el que contamina es recompensado, ya que si la industria no utiliza toda su asignación puede guardar los permisos para el próximo período o vendérselos a otra industria del mercado. En dado caso que utilice toda su asignación, podrá, también, comprar permisos. Finalmente, la industria contaminante puede invertir en programas para reducir la contaminación en otros países y así generar créditos que después puede vender, depositar o re-utilizar (Carbon Trade Watch, 2016).
Sin embargo, impacta aún más la creación del Fondo Prototipo del Carbono (PCF) por parte del Banco Mundial, donde se invierte el dinero de empresas y gobiernos en proyectos concebidos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y generar créditos que posteriormente son vendidos en el mercado. En consecuencia, el Banco Mundial se ha convertido en el mayor intermediario público en la adquisición de derechos de emisión, obteniendo sustanciosas comisiones con la venta de los créditos generados.
Lo que en un principio de pretendía, tanto con los acuerdos de Kyoto, como en la Declaración de Río (1992), era proteger “[…] la integridad del sistema ambiental y de desarrollo mundial, reconociendo la naturaleza integral e interdependiente de la Tierra, nuestro hogar.” (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1992). Sin duda, el comercio de emisiones pudo haber sido un sutil método para aplazar los cambios que se deben realizar para que la economía mundial reduzca sus emisiones[2], pero, lamentablemente, en la práctica estos cambios plantean un desafío global que comporta un cambio social y político.
La incapacidad del Protocolo de Kyoto para abordar el cambio climático demuestra los problemas que padecen los procesos de decisión democrática y es, a su vez, un síntoma muy claro de las injusticias que inundan las relaciones internacionales. Además, que el Banco Mundial se encuentre involucrado en este negocio, propicia aún más la contaminación.
En últimas, las dinámicas del sistema internacional y la tergiversación de las medidas implementadas son la prueba de los verdaderos intereses de las potencias, para quienes el factor económico prima respecto al ámbito ambiental. Si no se toman las medidas necesarias y las organizaciones mundiales siguen viendo todos los problemas como una fuente de lucro, es muy poco probable que se llegue realmente a un cambio.
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