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Actividad Integradora Unidad 4


Enviado por   •  29 de Agosto de 2014  •  1.957 Palabras (8 Páginas)  •  334 Visitas

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Poder presidencial y recursos nacionales

Al iniciar su mandato Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) dio un giro a la política económica e implantó una política expansiva, impulsada por el gasto público (gastar y crecer) con el objetivo de generar riqueza y repartirla para abatir los rezagos sociales, ampliar el mercado interno, combatir la dependencia tecnológica, económica y financiera respecto al extranjero, y aumentar la participación del Estado en las decisiones económicas. El lema de campaña de Luis Echeverría Álvarez fue ¡Arriba y adelante! Sin embargo, el inicio de la crisis económica se remonta a 1973, cuando coincide una crisis económica nacional con una internacional, cuyas características terminaron con la eficiencia del desarrollo estabilizador. Cuando Luis Echeverría asume el poder se encontró con incremento de precios internos, déficit de la cuenta corriente (balanza comercial) y débiles finanzas públicas. Por tal razón, busca estabilizar la economía a través de la reducción de la demanda agregada con políticas monetarias y fiscales restrictivas; logrando así frenar el incremento del nivel general de precios y disminuir el déficit de la cuenta corriente Luis Echeverría se propuso abrir canales de comunicación con los sectores sociales, en particular con los intelectuales, los universitarios y grupos disidentes de izquierda. Con ese objetivo emprendió la política de apertura democrática, con el propósito de que su gobierno fuera visto como una nueva alternativa que recogía a la sociedad la crítica a los actos represivos del gobierno de Díaz Ordaz. Se comenzaron hacer predicciones en el sentido de que en el nuevo sexenio de cumpliría la famosa “ley del péndulo”, la cual sostiene que en la historia posrevolucionaria de México, a un presidente conservador sigue uno de tendencia liberal y así sucesivamente. En el período de Echeverría surgió además la idea de que el cambio más importante para el país no era sólo de condiciones sociales, políticas o económicas, sino un cambio de estructuras mentales y empezó a hablar de autocrítica, de apertura política y del valor de la “praxis”. La tendencia del nuevo gobierno llevaba la intención de volver al equilibrio del régimen sostenido en el binomio populismo-capitalismo, como un medio de dar satisfacción a las demandas de las nuevas generaciones que resistían el cambio de rumbo, desfavorable para ellas, operado en el sistema desde el inicio de la posguerra. Un proyecto reformista en lo económico que habría de corregir los defectos del modelo de desarrollo estabilizador, el cual, no solo había sido incapaz de lograr la justicia social sino que por el contrario, había creado una aguda concentración del ingreso en las altas capas de la sociedad, acentuando con ello las desigualdades. Reconoció que el progreso material del país se había logrado a costa del sacrificio de la economía popular y de la excesiva explotación de los trabajadores. Prometió también reorganizar la reforma agraria mediante mecanismos de colaboración entre predios ejidales y privados, y replanteó la idea de colectivizar los ejidos con miras a aumento sustancial de la productividad. Propuso la aplicación de los recursos económicos en manos del Estado a fin de promover una política de creación de empleos y la aplicación de la planta industrial, lo cual exigía llevar a cabo una reforma fiscal a fondo y reducir de manera consistente el endeudamiento público interno y externo. A los empresarios propuso un nuevo programa económico cuya base sería la producción de manufacturas para la exportación, incluyendo en dicho programa a los empresarios extranjeros. José López Portillo Rodeado de la polarización y el desorden legados por la administración de Luis Echeverría, el 1 de diciembre de 1976 tomó posesión como presidente de México y pronunció un impecable discurso que le ganó apoyos y confianza por su interés conciliatorio y el abandono de la retórica demagógica y grandilocuente que privó en todo el sexenio anterior. Su proyecto de gobierno se dividía en tres partes: • dos años de recuperación, • dos de consolidación y • dos de crecimiento acelerado Inició su mandato presidencial en medio de un ambiente de incertidumbre y bajo el impacto psicológico de la devaluación decretada por su antecesor, la que significaba el fracaso del nuevo rumbo por el que Echeverría había tratado, sin éxito, de impulsar la economía del país. A los ojos de propios y extraños, el modelo de “desarrollo compartido” había demostrado no ser una opción viable para corregir las diferencias del modelo de desarrollo estabilizador que el propio presidente saliente criticara al principio de su administración; correspondía ahora a su sucesor enmendar las fallas de la fracasada política económica. Cimentó su prestigio como gobernante en la premisa fundamental de que había sido electo para administrar la crisis. Pero sobre todo para él, era de gran importancia lograr reconciliación con los miembros del sector empresarial resentidos contra el sistema político. Bajo las difíciles condiciones socioeconómicas en que se encontraba el país, era imprescindible para el nuevo gobierno recuperar el apoyo de la iniciativa privada puesto que era necesaria la colaboración de este sector para llevar a la práctica un plan de reformas capaz de solucionar la crisis financiera. Con la reforma política se buscaba un doble propósito; por un lado se trataba de institucionalizar las demandas de apertura política de la disidencia, impidiendo que ésta tomara el camino de la subversión como había sucedido en el sexenio anterior; por otra parte se pretendía otorgar a las instituciones públicas una mayor representatividad política y social, permitiendo que el Estado ensanchara las posibilidades de representación política de modo tal que se pudiera captar “ el complicado mosaico ideológico nacional de una corriente mayoritaria, y de las pequeñas corrientes que, difiriendo en mucho a la mayoritaria, forma parte de la nación. Se llevó a cabo una reforma en la administración pública, pues se advirtió que el Estado estaba perdiendo eficacia en virtud de haber crecido desmesuradamente. En su estructura orgánica, la administración pública federal está integrada por dos sectores: la administración centralizada y el sector paraestatal, y precisamente este último sector el que había llegado a ser inmanejable por sus grandes dimensiones, aparte de que algunas de sus entidades ya no tenían razón de ser. El petróleo y su influencia en el cambio de rumbo en la política exterior. Al inicio del gobierno de López Portillo, todo parecía indicar que la política exterior de México retornaría a la postura aislacionista y de buenas relaciones con EU, no obstante, el 1979 las cosas parecieron cambiar de súbito y el remoto a la política tradicional fue aplazado La economía se encontraba en una situación tal de crisis que se llegó a considerar como la más seria desde los tiempos de la posguerra. Las reservas monetarias del país habían sufrido una brusca reducción. En su primer informe de gobierno, indicó que el petróleo representaba la mejor oportunidad para que México lograra su independencia económica y la solución de sus problemas internos. Por ello uno de los primeros proyectos de su política económica, fue impulsar la explotación de los nuevos recursos a fin de utilizar su exportación como base primordial de la reactivación económica que pretendía. En su segundo informe de gobierno, en septiembre de 1978, declaró que las reservas seguras de petróleo ascendían a 20 mil millones de barriles, las probables a 37 mil millones, y las potenciales a 200 mil millones. Más aun, manifestó que la crisis económica heredada del sexenio anterior había terminado y que el petróleo jugaría un papel fundamental en el futuro económico del país. Política obrera. Al comienzo de este periodo las condiciones cambiaron para el movimiento obrero organizado en el sindicalismo oficial; desde los primeros momentos del sexenio ante la aparente necesidad de sacar al país de la crisis económica, el presidente se propuso establecer la alianza para la producción, cumplir el convenio con el FMI que firmara su antecesor y restablecer las relaciones del gobierno con el empresariado nacional; todas esas acciones implicaban el tener que negociar con el movimiento obrero una política de restricciones salariales que le permitiera mantener la estabilidad y recuperar el dinamismo de la economía A pesar de que la insurgencia obrera no se manifestó de la manera radical e incluso violenta que lo hiciera en el período echevirrista, hubo una serie de movimientos sociales y huelgas, generalmente motivados por razones económicas, pues aun cuando el auge petrolero hizo cobrar confianza en el futuro económico del país, la bonanza no alcanzó a impactar positivamente en el poder adquisitivo de las clases trabajadoras. Conforme avanzó el sexenio la excentricidad, el despilfarro y el influyentismo se apoderaron del mandato de López Portillo. Nombró en importantes cargos a familiares directos, vanagloriándose además por ello, en especial del caso de José Ramón, su primogénito, quien se desempeñó como subsecretario de Estado ("Es el orgullo de mi nepotismo", exclamaría orondo). Otros beneficiarios fueron su hermana Alicia, que fungía como su asistente; su hermana Margarita, designada titular de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación (temida y odiada por su actitud caprichosa y altanera frente a dueños de medios, creadores, productores y directores que la acusaron de herir de muerte a la industria de la pantalla grande, apodándole la "pésima musa" como burla por su admiración hacia la Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz, y sus malhadados intentos como escritora y guionista de películas); su primo Guillermo, convertido en presidente del entonces llamado Instituto Nacional del Deporte; y Rosa Luz Alegría, con quien sostenía una relación extramarital, fue colocada a la cabeza de la Secretaría de Turismo. En la misma tesitura Arturo Durazo Moreno, un viejo amigo de vecindario, fue elevado a director del Departamento de Policía y Tránsito del Distrito Federal, desde donde además de ser hecho General de División sin pasar por el Ejército y condecorársele con el Doctorado Honoris Causa del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal sin antecedentes universitarios o de práctica legal alguna, auspició el cohecho y la tortura entre los cuerpos que dirigía y se enriqueció escandalosamente acumulando autos, bienes y mansiones como "El Partenón", Su administración se caracterizó, sobre todo después de la primera mitad, por tomar decisiones arbitrarias y financieramente ineptas que detonaron la crisis más severa en la historia de México desde la época revolucionaria, no sólo repitiendo, sino exponenciando los errores del periodo echeverrista. El gobierno, obnubilado por las ganancias del “oro negro” y la euforia de los mercados, guardó los propósitos de inicio en un cajón y tramitó con la banca extranjera una pléyade de préstamos irreflexivamente para sufragar la exploración e infraestructura de explotación de los depósitos petroleros; puso en marcha proyectos de desarrollo condenados al fracaso por su pomposidad y mala preparación (la Alianza para la Producción, el Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados, el Sistema Alimentario Mexicano o el Plan Global de Desarrollo, el más elocuente de todos); y fomentó una obesa burocracia al crear nuevas secretarías de Estado y multitud de organismos, adquiriendo y participando igualmente en más de medio millar de empresas, lo que junto a una corrupción galopante terminó no sólo por reducir a cero los excedentes del petróleo (calculados en cien mil millones de dólares entre 1978 y 1981)4 , sino por multiplicar la deuda externa ante el aumento de las tasas de interés, añadiéndose intrigas palaciegas desde la Secretaría de Programación y Presupuesto rumbo a la determinación de la candidatura presidencial del PRI, traducidas en diagnósticos desprendidos de cuentas manipuladas que truncaron medidas elementales como el recorte al gasto corriente y la baja de precio del barril de crudo para afrontar la sobreoferta y la austeridad energética autoimpuesta por el mercado mundial, siendo los chivos expiatorios el secretario de Hacienda, David Ibarra, y Jorge Díaz Serrano, director de Petróleos Mexicanos (PEMEX) y un amigo más de los años mozos del mandatario en el primer nivel del servicio público, ambos serios aspirantes al Ejecutivo.

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