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BEATRIZ SARLO


Enviado por   •  25 de Abril de 2015  •  2.478 Palabras (10 Páginas)  •  209 Visitas

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Beatriz Sarlo: La imaginación técnica - Cátedra Varela

Beatriz Sarlo: La imaginación técnica - Cátedra Varela

La radio, el cine, la televisión: comunicación a distancia:

De los radioaficionados a las broadcastings: Radio Club Argentino en 1921 cuando la radio se hallaba aún en gestación y nadie podía prever que su desarrollo fuera tan violento y los hechos se sucedieran con tal rapidez. El movimiento se convierte en un fenómeno de masas. Radio Cultura aparece en 1923. Cuando Radio Cultura anuncia los 20 mil ejemplares semanales, esta cifra, que podría exagerarse para conseguir avisadores, habla de un público al que, 6 meses después del primer número, ya se le puede pedir el pago de 20 centavos semanales por la revista que hasta allí se distribuía gratis.

En 1923, la locura de la radio se alimenta con varias publicaciones, una exposición en el Luna Park y una red informal de técnicos aficionados. Las revistas aconsejan que no debe gastarse plata en gabinetes de madera ya que el armador aficionado va a ir modificando la conformación de su receptor casi ininterrumpidamente. La radio es la gran maravilla y muchos aficionados, en estos primeros años, tienen una relación en la que el “saber hacer” potencia el disfrute.

En qué reside este potencial inexplorado y supuestamente infinito? En la naturaleza misma del medio técnico: en su carácter fantástico, que materializa hipótesis consideradas hasta entonces ficcionales y “maravillosas”. La radio tiene un poder relacionado con lo inmaterial; sus ondas son invisibles tanto para quien las emite como para quien las recibe; El corte neto entre ciencia y tecnología lo establecen los aficionados. Esto es evidente en el Correo de Lectores, donde las inquietudes técnicas disparan la totalidad de las preguntas y las soluciones técnicas son el eje de las respuestas. Están también los avisos clasificados donde se ofertan aparatos usados, partes, lámparas y servicios como el de rebobinado. La moral pionerística de las revistas de radio es aconsejar la autoconstrucción del receptor, aunque en sus mismas páginas aparecen los avisos de receptores terminados, cuyo precio final duplica el de los auto construidos.

El pionerismo técnico también es evidente en la orientación de los concursos organizados por las mismas revistas para sus lectores que suelen convertirse en colaboradores, reforzando la idea de una comunidad de intereses en la que no se diferencian drásticamente los dos lados del periodismo técnico.

El conflicto de las competencias se resume entre científicos y aficionados técnicos. Por un lado los gobiernos intervienen donde no deberían, actuando con prejuicio frente a las iniciativas independientes de los pequeños y poco poderosos, perjudicando sus intereses al subestimar sus capacidades. Pero también los gobiernos ven que sus objetivos pueden ser burlados por la industriosidad de los aficionados, incluso de los más débiles desde el punto de vista de su capital dinerario o escolar.

La élite del Radio Club, en esta etapa de pionerismo, no aparece como universo social totalmente inaccesible a los aficionados pobres. El éter, en esta etapa de las emisiones y recepciones de radio, democratiza; por otra parte las exposiciones que se repiten todos los años en el Luna Park, en la Sociedad Rural crean una red de contactos donde el “saber hacer” de los aficionados de barrio tiene su peso frente a los miembros de la élite.

Los consejos prácticos hablan de un mundo de aficionados que no tienen recursos económicos ilimitados, sino que están obligados a aprovechar al máximo el reciclaje de materiales. Las notas sobre la transformación de un aparato en otro más potente, las innumerables explicaciones para la autoconstrucción de partes, el intercambio sobre ahorro de materiales, sugieren reflexiones en dos sentidos: está, por un lado, la moral del artesano-aficionado-bricoleur, que es una moral del reciclaje y el aprovechamiento de los desechos, las partes descartadas, lo roto y recompuesto, lo cambiado de función, el arreglo imposible que desafía la inteligencia práctica y la habilidad manual. El éxito, para esta moral, es precisamente obtener los mayores resultados con medios limitados por definición práctica y por economía simbólica. Por otro lado, en el pequeño taller no hay “de todo”; hay lo que hay: piezas que han sido usadas antes, herramientas que no siempre se adecuan a las tareas, un estado permanente de necesidad no angustiosa y de precariedad no miserable. Es un arte del retoque: cuando el receptor está ya armado, comienzan las dificultades, la antemano se orienta, la galena no responde, el dial no es sensible, se quema alguna lámpara, las válvulas fallan. El mundo del taller hogareño es el mundo de los imprevistos y de las soluciones inventadas sobre la marcha.

Pocos años después de este comienzo, el mundo de los aficionados y de las primeras radios se divide en dos grandes sectores. Quedan, por un lado, los radioaficionados, buscadores nocturnos y sistemáticos de los mensajes lanzados al éter por otros aficionados. A este circuito seguirán perteneciendo los aficionados habilidosos, los armadores y desarmadores de aparatos caseros, los lectores de revistas técnicas. Por otro lado, aparece el grupo de los que son solamente oyentes de radio y para quienes la radio ya no es un hobby sino un pasatiempo.

Este es el punto en que la tecnología se vuelve opaca para sus usuarios. Se convierte en un espacio de ensoñación, separado del momento técnico. Se da el comienzo de una nueva etapa en la que la técnica queda en manos de las broadcastings.

La pantalla plateada y sus alrededores: El cine sonoro y el color son los grandes temas comerciales, técnicos y propagandísticos de la segunda mitad de los años ´20; cuando comienzan a llegar las películas norteamericanas habladas. Con alguna nerviosidad, en el Consejo Deliberante se presentan dos proyectos para prohibir el cine sonoro a causa de la desocupación que originaría en el gremio de los músicos locales y de la difusión pública de un idioma extranjero. Este reflejo origina un rechazo generalizado y la revista de divulgación técnica quizá más importante del período le dedica su editorial. El sonoro se anunciaba en las últimas etapas del cine mudo, en primer lugar desde un punto de vista narrativo y estético.

A diferencia de la radio que se expande atravesando las clases sociales, el cine de amateurs queda confinado a “cómodas mansiones”. Si la radio estaba creando no sólo un público y un vasto circuito de aficionados técnicos, el cine prácticamente desde sus comienzos

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