Biografía de Saint-Exupéry

cia; es también durante este periodo que escribe “Vuelo de noche”, obra que obtendría el Premio Fémina, en 1931. Cabe señalar que el premio recibido no sería el acontecimiento más importante de aquel año; en realidad conocer a Léon Werth, su mejor amigo, parece haber marcado al piloto francés de manera profunda. Werth será objeto de varias dedicatorias, entre ellas la que se encuentra en El principito.

Después de disfrutar por un par de años su matrimonio, y cierta estabilidad, en 1934 volvió a unirse a su compañía de vuelos, ahora rebautizada como Air France y realizó importantes misiones en Francia y en el extranjero. A partir de su reincorporación a la aviación Saint-Exupéry comenzó a vivir grandes aventuras, que al hacerlas inmortales en sus relatos, lo han convertido en un escritor con atisbos de leyenda. El más famoso de estos casos es el accidente que sufre en el desierto de Libia (1935), en compañía de Prévot, quedando desamparados en medio de la nada. De acuerdo a sus memorias, para alimentarse sólo contaban con uvas, dos naranjas y una pequeña ración de vino; ante tal carencia, la deshidratación les hizo experimentar alucinaciones visuales y auditivas y hubiesen muerto de no ser por un beduino en camello quien los descubrió. De esta experiencia se desprenderá una parte de la obra Tierra de hombres y hay quienes aseguran que también es esta escena a la que se refiere en El principito.

Durante la Segunda Guerra Mundial luchó con la aviación francesa en misiones peligrosas, en especial sobre Argelia, en mayo de 1940. Tras la derrota de Francia se marchó a Nueva York, donde contó esta experiencia en su obra Piloto de guerra (1942). Durante su estancia en Estados Unidos buscó mantenerse al margen de toda cuestión política y se resistió a hundirse por completo en el ánimo lastimero que la gran guerra tenía el efecto de producir. Guiado por el afán de no dar por perdida la bondad y el respeto por el ser humano, escribió Carta a un rehén (1943) y El principito (1943).

Poco después resurgió en Saint-Exupéry el deseo de surcar los cielos y, pese a que excedía la edad reglamentaria del ejército, llevó a cabo una última misión, en 1944. Se dirigió a sobrevolar la región Grenoble-Annecy a las 8:30 de la mañana, con combustible suficiente para una hora de vuelo. A la 1:30 de la tarde no había regresado a su base y a las 14:30 dieron su avión por perdido, quizá derribado por aviones alemanes. El autor de El principito se fue de este mundo de la manera en que siempre quiso vivir: volando.

Para hablar de El principito es necesario regresar al momento en que Saint-Exupéry parte a Nueva York. Sus biógrafos coinciden en que el piloto-escritor llegó a territorio norteamericano distanciado de Consuelo, decepcionado de la humanidad en general, y de Francia en particular. Durante este periodo Saint-Exupéry

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