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Bolivar En El Peru

marcanograna13 de Abril de 2015

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vBolívar En El Perú

Habiéndose hecho a la vela el Libertador el día 6 de agosto de 1823 en Guayaquil, con rumbo hacia el Callao, arribó a este puerto el día 1° de septiembre, y en el mismo hizo su entrada en Lima entre aplausos y transportes de la más viva alegría.

El Libertador encontró divididos los ánimos en partidos; unos por el congreso y otros por el presidente Riva-Agüero, causando graves perjuicios con tan escandalosas desavenencias, cuyos estragos sólo pudo contener la autoridad suprema que se había conferido a Sucre, quien en calidad de ministro plenipotenciario de Colombia había sido enviado a Lima, y que ya se hallaba encargado del mando en jefe del ejército unido libertador del Perú.

El presidente había disuelto arbitrariamente el congreso por medio de un decreto en que se declaraba ser, no sólo inútil, sino perjudicial su reunión en aquellas circunstancias. El congreso, no obstante, pudo volverse a reunir en Lima, cuando acababan de retirarse de allí las tropas españolas del general Cantera. Reunido el congreso, nombró presidente de la república a don José Bernardo Tagle, y depuso a Riva-Agüero, quien despreció tal resolución, apoyado en las tropas que tenía bajo su mando, y se declaró en guerra contra el congreso.

Esta era la situación del Perú a la llegada del Libertador, a quien el congreso autorizó para poner fin a las desavenencias usando de los medios que tuviese por conveniente. En 10 del mismo mes de septiembre sancionó el congreso otro decreto confiriendo al Libertador la suprema autoridad militar en toda la república con facultades extraordinarias; e igualmente la autoridad política directoral, para solicitar recursos y auxilios, así dentro del territorio peruano como en el extranjero (véase el número 33) Pero el país estaba en un estado deplorable can sus divisiones; falto de recursos; desmoralizado, y sus pueblos cansados con el desorden. Sin embargo, Bolívar había dicho al congreso en la sesión a que fue admitido "Señor: yo ofrezco la victoria, confiado en el valor del ejército unido y en la buena fe del congreso poder ejecutivo y pueblo peruano; así el Perú quedará independiente y soberano por todos los siglos de existencia que la Providencia divina le señale".

El Libertador, sólo encontró en Lima dos batallones de infantería y un escuadrón de caballería de Buenos Aires; dos cuadros de infantería y un escuadrón de peruanos. Del resto del ejército una parte estaba con Sucre sobre la cordillera, y otra con Riva-Agüero en rebelión contra el gobierno peruano. Las tropas españolas se habían dirigido todas sobre el general Santa Cruz, quien en la Paz y Oruro había logrado reunir cerca de siete mil hombres, y sobre a general Sucre, quien en Arequipa mandaba tres mil cuatrocientos; Santa Cruz perdió toda su gente en operaciones mal dirigidas por querer evitar la autoridad de Sucre y obrar por sí, para ganarse solo los laureles del triunfo. Cuando ya Santa Cruz se vio en tan mal estado, escribió a Sucre llamándolo desde Oruro, para que se uniesen en el Desaguadero; mas no hallando en aquel punto a Sucre, continuó la retirada con los restos de su ejército, que se le iba dispersando, hasta que en Santa Rosa concluyó la disolución, no quedando más que seiscientos hombres con que se retiró sobre Moquehua.

Sabiendo Sucre la dispersión del ejército pe ruano, retiró su gente a Cangallo y pasó a Monquehua solo, a ponerse de acuerdo con Santa Cruz; más se halló con que las fuerzas que debía haber allí reunidas, eran en número insignificante y completamente desmoralizadas, y lo peor de todo, Santa Cruz se había convertido en partidario de Riva Agüero. En tal situación, ya Sucre no debió pensar en otra cosa que en salvar la división, y fue lo que logró hacer en Quilca, y pasó después a Pisco. El Libertador le mandó órdenes para hacer marchar la caballería por tierra hacia Lima, y la infantería por mar a la costa del norte, a desembarcar en Barrancas, donde debía reunirse con el resto del ejército colombiano que se hallaba en marcha. Al mismo tiempo ofició el Libertador al gobierno de Colombia pidiéndole tres mil veteranos más. Con Riva-Agüero estaba en negociaciones de paz, que debían verificarse con su sometimiento al gobierno, pero todo se iba en palabras, hasta que el Libertador comprendió, y supo positivamente, que Riva-Agüero y su ministro de guerra, don Ramón Herrera 1, estaba en negociaciones con los españoles para establecer una monarquía en el Perú.

Bien cerciorado de este plan el Libertador, determinó obrar activamente, y se puso en marcha con la tropa colombiana y con dos cuerpos peruanos. En Patibilica se dictaron todas las disposiciones para pasar la cordillera, e intimó a Riva-Agüero que se sometiese al gobierno legítimo con las fuerzas que estaban bajo sus órdenes, dándole por su parte toda clase de seguridades. En Huaras se hallaba la mayor parte de las fuerzas de Riva-Agüero, mandadas por el coronel don Remigio Silva, quien se retiró hacia Cajamarca al saber que se acercaban las tropas del Libertador. Este envió inmediatamente un comisionado del ejército a tratar con los jefes que mandaban las tropas disidentes, persuadiéndolos sobre la necesidad de unirse todos, para sostener la independencia del Perú. De aquellos jefes, unos se sometieron al gobierno con la tropa, y otros fueron a ocultarse hacia el Marañón.

En estas circunstancias, el coronel Antonio Gutiérrez de Fuentes hizo una revelación en Trujillo con el objeto de impedir los planes de Riva-Agüero de que estaba perfectamente impuesto. Este jefe, a la cabeza del escuadrón Coraceros, entró a Trujillo en la mañana del 25 de noviembre, y prendió a Riva-Agüero y a sus amigos, convocó cabildo abierto, que aprobó su conducta, y se le confió el mando del departamento hasta la terminación del gobierno legítimo. La primera medida que tomó Fuentes fue mandar a Riva-Agüero y a su secretario Herrera preso a Guayaquil. El Libertador mandó orden a Guayaquil para que los pusieran en libertad y salieran para un país extranjero.

Después de esto, el general Sucre, resuelto a hacerse cargo del mando del ejército unido, se acantonó en la provincia de Andahuaylas, y el Libertador siguió hasta Cajamarca con el estado mayor general, y allí dio todas sus disposiciones para la organización del ejército peruano, trasladándose luego a Trujillo. Aquí meditaba sobre su plan de libertad al Perú; pero la situación era triste. A cada momento se presentaban embarazos y dificultades; aún había restos de la facción de Riva-Agüero, que hostilizaban al gobierno y de consiguiente embarazaban en parte las medidas que debieran tomarse. Una fuerza de dos mil quinientos hombres que se esperaba en Chile, enviada por aquel gobierno en auxilio del Perú, no se logró por accidentes particulares que le hicieron regresar a Coquimbo. Así se vio el Libertador sólo con sus colombianos, privado de aquel recurso con que contaba para llevar a cabo la independencia del Perú, disputada por un ejército aguerrido de más de veinte mil hombres, mandados por excelentes jefes españoles que contaban con recursos y con partidarios en los pueblos, que se hallaban cansados con las disensiones domésticas. También se acababan de perder trescientos buenos caballos chilenos que venían para la caballería, los cuales llegados al puerto de Arica, el comandante del buque en que venían los hizo degollar y arrojar al mar, por no tener forrajes a bordo y temer que cayeran en manos de los españoles.

En esta situación escribió el Libertador desde Trujillo al gobierno de Colombia con fecha 22 de diciembre de 1823, manifestando el estado de las cosas y la guerra que de nuevo tendría que sostener Colombia contra los españoles si se les dejaba adueñarse del Perú. Recomendaba, pues, con todo encarecimiento al vicepresidente que sometiera a la consideración del congreso su exposición para que accediera al envío de nueve mil hombres, sobre los tres mil que ya estaban navegando. Pedía el Libertador con especialidad se le mandaran, por lo menos, mil lanceros de los Llanos, de esos admirables jinetes de que no se tenía idea en el Perú.

Después de esto, el Libertador se dirigió a Lima y se estableció en Patibilca, donde enfermó gravemente de una irritación en el estómago y fiebre ardiente. Las fatigas militares, los fuertes soles de aquellos ardientes arenales y las penas del espíritu en presencia de un comprometimiento en que iba todo su honor y el de Colombia, cual era el de libertar al Perú, cuando por todas partes se veía rodeado de inconvenientes y de dificultades, todo esto era preciso que produjese un mal tan grave, como aquel, que lo mantuvo postrado en cama desde el 1° de enero hasta el 8 en que empezó a ceder la enfermedad, quedando en tal extenuación que semejaba un cadáver, o más bien un esqueleto de hombre. Su cabeza estaba enteramente débil y su imaginación no dejaba de estar atormentada con tantos y tan negros cuidados. En tal situación lo halló su amigo el señor Joaquín Mosquera quien sabedor del peligro en que se encontraba el hombre en quien estaban fincadas todas las esperanzas de la América del Sur, voló a asistirle y prestarle cuantos auxilios pudiera. Es preciso oir hablar sobre esto al mismo señor Mosquera, en una carta suyas hacía la pintura del estado en que halló al Libertador de convaleciente: "Estaba, dice, sentado en una pobre silla de vaqueta recostado contra la pared de un pequeño huerto; atada la cabeza con un pañuelo blanco y sus pantalones de güin, que me dejaban ver sus dos rodillas puntiagudas sus piernas descarnadas, voz hueca y débil y su semblante cadavérico".

22 De Junio De 1826. Se Instala El Congreso Anfictiónico De Panamá, Proyecto

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