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Cantar III: De cómo Sigfrido Llegó Hasta Worms


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2012  •  3.389 Palabras (14 Páginas)  •  820 Visitas

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CANTO III De cómo Sigfrido llegó hasta Worms

Ningún pesar de amor torturaba al novel caballero, mas oyó decir que vivía en Borgoña una hermosa joven que parecía hecha a deseo, y esto le hizo experimentar muchas alegrías y muchas calamidades. Hasta muy lejos había llegado el conocimiento de aquella extraordinaria belleza, así como también el de los altaneros sentimientos de que más de un héroe había encontrado poseída a la joven: por esto llegaron muchos extranjeros al país de Gunter.( Supuestamente Romanos)

Por más que gran número de ellos habían solicitado su amor, Crimilda no podía resolverse a elegir uno para hacerlo dueño de su corazón. Todavía le era desconocido aquel a quien más tarde.debía someterse.

El hijo de Sigelinda pensó en aquel amor elevado. Ante lo que era ya suya, las pretensiones de los demás le parecían aire, pues él era muy digno de conseguir el afecto de una hermosa mujer. Algún tiempo después la noble Crimilda fue esposa del atrevido Sigfrido.

Como sus padres y sus caballeros le aconsejaran que por cuanto aspiraba a un fiel amor, se dirigiera a una mujer que le pudiera convenir, el noble Sigfrido, dijo:

—Quiero por esposa a Crimilda, la hermosa joven del país de los Borgoñones, por su sin igual hermosura. Además sé que no hay emperador poderoso que, al desear escoger mujer, deje de intentar que sea suya reina tan elevada.

Sigemundo tuvo conocimiento de esta noticia; sus fieles vasallos se la comunicaron y de este modo supo cuál era la voluntad de su hijo. No dejó de causarle pena que intentara pretender a tan soberbia joven.

También afligió la nueva a Sigelinda, la esposa del noble rey: grande fue el cuidado que comenzó a tener por la vida de su hijo, pues conocía bien a Gunter y a sus bravos. Todos hicieron esfuerzos para que el héroe abandonara su empeño. ( CUIDADO CON EL REY GUNTER)

Entonces el atrevido Sigfrido habló de esta manera:

—Padre muy querido, prefiero vivir siempre sin el amor de ninguna noble mujer, si no consigo el de aquélla por la que siento una afección tan grande.

Todos los consejos que le dieron para hacerle desistir, fueron inútiles.

—Ya que no quieres renunciar a tu proyecto —le dijo el rey—, te ayudaré activamente y haré todo lo que deseas. Sin embargo, el rey Gunter, dispone de muchos hombres esforzados.

»Y aun cuando tuviera no más que a Hagen, el de la fuerte espada, es tan altanero en su arrogancia, que temo salgamos mal librados si nos empeñamos en obtener la soberbia joven.

—¿Qué peligro nos puede amenazar? —preguntó Sigfrido—. Lo que de él no pueda conseguir amistosamente, lo podré conquistar con la fuerza de mi brazo; creo que podré conquistar el país y dominar a todos los que en él habitan. ( DOMINACIÓN DE UN PAÍS)

—Me disgusta la manera que tienes de expresarte —le respondió Sigemundo—;

cuando llegue hasta el Rhin la noticia ya no podrás penetrar en el país de Gunter. Hace mucho tiempo que conozco a Gernot y a Gunter.

»No hay nadie que por la fuerza pueda conquistar a tan hermosa joven. Esto —dijo Sigemundo— así me lo han asegurado. ¿Supongo que a lo menos querrás recorrer aquel país acompañado de guerreros? Si son nuestros amigos, pronto estarán dispuestos. —Mis designios no son en modo alguno aventurarme seguido de mis guerreros —respondió Sigfrido—, como un ejército en marcha; grande sería mi pena si tuviera que conquistar a la altanera virgen.

»Sólo mi brazo será bastante para conseguirla; yo el duodécimo, quiero ir al país del rey Gunter y vos me ayudaréis para ello, padre Sigemundo. Diéronle a sus guerreros vestidos de colores forrados con pieles grises.

La noticia llegó a oídos de su madre Sigelinda y comenzó a temer por su hijo querido, que debía morir, según ella, a manos de los guerreros de Gunter. La noble esposa del rey rompió en lamentos. Sigfrido, el joven capitán fue adonde ella estaba y dijo a su madre, en tono cariñoso:

—Señora, no debéis llorar por mis deseos, pues ningún enemigo me inspira el menor cuidado.

«Ayudadme para que pueda realizar mi viaje al país de los Borgoñones:

haced que yo y los guerreros que me acompañen podamos llevar tales trajes, que tan bravos hombres se puedan sentir orgullosos de ellos: en verdad que os daré las gracias sinceramente.

—Ya que no quieres renunciar —le dijo Sigelinda—, te ayudaré para que puedas hacer tu viaje; mi hijo único, a ti y a los que te acompañan daré trajes que mejores jamás los hayan llevado caballeros; tendréis todo lo necesario.

Se inclinó respetuosamente el joven Sigfrido, y dijo:

—Sólo quiero llevar conmigo doce guerreros; que preparen los trajes para ellos. Quiero saber lo que hay de verdad respecto a Crimilda Desde entonces mujeres hermosas permanecieron sentadas día y noche, sin descansar un momento, hasta que los trajes de Sigfrido estuvieron terminados.

Por nada quería desistir de realizar su viaje. Su padre le mandó hacer una armadura de caballero, que debía llevar desde el momento en que abandonara los dominios del rey Sigemundo.

Se prepararon más de una cota de mallas y también reforzados yelmos y largos y brillantes escudos.

Se aproximaba el tiempo del viaje hacia los Borgoñones. Hombres y mujeres se preguntaban con cuidado si volverían de nuevo al país. Llevaban las armas y los vestidos en bestias de carga. Hermosos eran los caballos y los arcos iban guarnecidos de oro rojo: podía asegurarse que nadie había obrado con tanta audacia como el guerrero Sigfrido y los hombres que lo acompañaban. Ardía en deseos de partir para el país de los Borgoñones. ( IMPORTANTE)

Teniéndolo abrazado, lloraron sobre él la reina y el rey, y consolándolos a ambos, les dijo:

—No debéis llorar por mi causa, no tengáis cuidado por mi vida. Triste era aquello para los guerreros, y muchas mujeres lloraron también. Pienso que el corazón les decía que gran número de sus amigos debían encontrar la muerte y se lamentaban con razón; presentían la catástrofe.

Al séptimo día, hacia Worms, por la arena cabalgaban los bravos: sus vestidos eran de oro rojo, los arneses primorosamente trabajados. Los caballos avanzaban majestuosamente llevando a los hombres del intrépido Sigfrido.

Nuevos eran sus escudos, fuertes y brillantes sus yelmos magníficos, cuando el atrevido Sigfrido se dirigía a la corte del rey Gunter. Jamás héroe ninguno había llevado tan suntuoso

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