ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Constitucion


Enviado por   •  16 de Mayo de 2013  •  4.792 Palabras (20 Páginas)  •  223 Visitas

Página 1 de 20

mito de la modernidad

por Luis Barjau

Cuando los mitógrafos pusieron de relieve la relación que existe entre los mitos y la realidad; cuando demostraron que las mitologías bajo su aparente incoherencia cobijan referencias históricas vitales y en fin, un saber particular, los legos tendieron a preguntar: ¿Los mitos son solamente del pasado? Y ¿cuáles serían los nuevos mitos, los que hoy se están creando para fundar el futuro?

Los mitos no pueden ser sólo fenómenos del pasado ya que tuvieron origen también en algún momento que fue presente además de que siempre surgen otros, que son distintos. Y porque los mitos, nacidos en determinado momento (del pasado), narran precisamente eventos de otro pasado más remoto, se ha supuesto que narran los orígenes.

Nuevos mitos sí hay, pues, y diversos. Sólo que por su misma novedad nos involucran, lo que nubla la posibilidad de observarlos. Uno de ellos, y el más complejo tal vez, lo llamo aquí El Mito de la Modernidad.

Pero de éste, no sólo su simultaneidad con nosotros dificulta la observación, sino también pesa el hecho de que implica una revolución de sus cimientos metafísicos: esta vez no se trata de indagar los orígenes, sino el futuro.

Mucho ha invertido la ciencia en Occidente para la creación del Mito de la Modernidad. Pero también ha atizado el fuego el largo proceso popular y mercantil que terminó por convencerse de que el dinero es igual a toda la realidad, peor aún: que la produce.

La gente del mito de la modernidad ubica a éste en el sitio de la esperanza: una especie de fe religiosa en un futuro en donde las vicisitudes humanas serán resueltas a base de la razón científica y del dinero. Su fantasía: que estamos al borde de un mundo deslumbrante donde el creador mismo no dejará de asombrarse ante lo creado, hasta sumarse al delirio de su felicidad. La computación parece el talismán representativo de este proceso.

Vulgarmente, esta mentalidad se expresa en el cine y la televisión cuya desgracia mayor radica en haber embarcado a la propia fantasía en las naves negras de la violencia y de la guerra. Aunque por fortuna resulta claro que tal método se ha de precipitar dentro de poco en la misma cursilería que lo concibió, abriendo así otras vertientes de la mitología.

Por lo pronto el ser está deslumbrado con ansiedad por unas luces inesperadas que surcan el cielo, con la posibilidad de sumar a una velocidad nunca vista, de hablar sin tener que mirarse a los ojos, y de retorcer algunas imágenes sin usar un pincel. Pero ya se entrevé en medio de un erotismo virtual (viejo sueño de Onán) atribulado por decidir si desayuna en la antimateria, come en otra galaxia y duerme en un estimulante de efectos inéditos.

El mito de la modernidad no apareció, desde luego, de improviso. Su gestación fue larga. Contribuyentes de él han sido ciertas generaciones de adolescentes que, llegado su turno, afirman que ellos sí van a resolver las cosas del mundo correctamente, al tiempo que observan a los adultos como fracasados. Esta y otras mentalidades han ido abonando la devoción del futuro visto con el filtro de la modernidad electrónica. Y, desde luego, la modernidad cobró un notable aliento en la llamada revolución industrial así llamada con pompa por sus “creadores” británicos.

Algo que es nuevo es el salto cualitativo hacia el Mito de la Modernidad como una proyección mental esta vez hacia el futuro y ya no hacia el problema de los orígenes. Este cambio implica una revolución metafísica del hombre.

Esta operación se inscribe con la apariencia de una nueva fe, aparente pues ocupa el mismo sitio significativo de la religiosidad cristiana en relación al más allá de la vida como espacio triple de paraíso, purgatorio e infierno. Pero esta vez el mito de la modernidad promueve una fe por fuera de la religiosidad conocida y a nombre expreso de la “razón científica”, que hace aquí las veces de su tabernáculo. Y las instancias tripartitas del más allá en este caso simplemente están jerarquizadas en una escala de menos a más hasta la excelencia científica.

El Mito de la Modernidad ya está creando una cultura: hábitos, modos, maneras y amaneramientos. Los jóvenes se ufanan portándose como seres referenciales del futuro tecnológico adorable, al tiempo que hacen extrañamientos sobre los modos anteriores, que a sus ojos resultan sólo anacrónicos. En cambio el futuro aparece como iluminación: no están las peripecias que atormentan a los pobres; en su lugar hay un virtualismo capaz de ir y venir del pasado con una conciencia meridiana, macrociudades disfrutables a través de un monitor, y desde luego todos los deseos satisfechos. El trabajo es deseado como una operación de la inteligencia artificial realizable en algunos minutos de programación.

Sólo en este último punto referido al trabajo, el Mito de la Modernidad es equivalente a aquel otro recogido por Hesíodo en el siglo VII a.C., la saga de Las Edades y las Razas, de la que forma parte el mito de La Edad de Oro. El griego había apuntado:

Cuando al mismo tiempo nacieron los dioses y los hombres mortales, primero los Inmortales que tienen moradas olímpicas crearon la Edad de Oro de los hombres que hablan.

Bajo el imperio de Cronos que mandaba en el Urano, vivían como dioses, dotados de un espíritu tranquilo. No conocían el trabajo, ni el dolor, ni la cruel vejez; guardaban siempre el vigor de sus pies y de sus manos, y disfrutaban de festines, lejos de todos los males, y morían como se duerme. Poseían todos los bienes; la tierra fértil producía por sí sola en abundancia; y en una tranquilidad profunda, compartían estas riquezas con la muchedumbre de los demás hombres irreprochables.

II

La modernidad aquí no está entendida como categoría filosófica al modo en que se ha venido planteando en los últimos tiempos. No es una categoría cronológica que signa una determinada etapa del tiempo. Tampoco abriga una discusión sobre sus características esenciales cuando es tomada como cronología determinada, a la manera de la búsqueda de una distinción entre modernidad y postmodernidad tratando de asignar a cada una de ellas sus orígenes ideológicos en ciertos filósofos.

Aquí sólo entendemos la modernidad como una mentalidad que privilegia la ulterioridad del tiempo asociado a los productos cambiantes de la ciencia, que pueden ser de uso común al gran público. Porque, los adelantos científicos que tienen una función, digamos, intermedia en disciplinas como la astronomía o la biología, no resultan relevantes para dicha mentalidad de la modernidad.

Modernas son aquí las últimas aportaciones de la tecnología electrónica que se

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (30.9 Kb)  
Leer 19 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com