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Cultura e identidad de mexico. Análisis de la realidad nacional


Enviado por   •  8 de Octubre de 2018  •  Ensayos  •  1.640 Palabras (7 Páginas)  •  187 Visitas

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Instituto Tecnológico Superior de Cananea

Ingeniería industrial a distancia

Materia: Análisis de la realidad nacional

Tema: Ensayo

Docente: Alonso Martínez Castillo

Alumno: Viviana Alejandra Rocha López

Cananea, Sonora                         enero 2018

La Cultura y la Identidad de México

Introducción

El tema que abordare en el siguiente ensayo habla acerca de la cultura y la identidad nacional del mexicano ¿Por qué es importante? Bueno, lo es porque esta se ha ido construyendo desde épocas muy antiguas y se trata de nosotros mismos, tomando en cuenta la palabra cultura como las formas y expresiones de la sociedad que determinan su conducta, sus actitudes, valores, ideales y sus creencias, así como los beneficios y las aportaciones que su historia ha dejado al paso de los años. De la misma manera trataré de las tradiciones, las distintas etnias que conforman nuestras raíces, nosotros como mexicanos revelamos un ser lleno de tradición.

Desarrollo

La cultura es lo que nos hace diferentes a todas las demás personas, nuestra dicha ‘originalidad’ como mexicanos se ha tornado algo confusa, pues yo diría que lo que realmente nos define como mexicanos son nuestras creaciones, una obra de arte o alguna acción concreta. - ¿El pretendido carácter de los mexicanos es solamente expresarnos o, sino que al hacerlo recreamos lo dicho? Esta, es una interrogante algo cuestionable, pues el mexicano atraviesa una etapa reflexiva ya que es natural que después de la fase explosiva de la Revolución, el mexicano se recoja en sí mismo por un momento y se contemple. No todos pensamos lo mismo claro está, todos tenemos nuestras propias reflexiones, son pocas las personas que se pondrían a pensar en este tipo de interrogantes a comparación de lo que se cree. En nuestro territorio coexisten no sólo diferentes razas y lenguas, sino varios niveles históricos. Hay quienes viven antes de la historia; otros, como los otomíes, desplazados por sucesivas invasiones, al margen de ella, y sin acudir a estos extremos, varias épocas se enfrentan o se ignoran sobre una misma tierra o separadas apenas por unos kilómetros. Bajo un mismo cielo, con héroes, costumbres, calendarios y nociones morales diferentes, viven "católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos de la Era Terciaria", las épocas antiguas nunca desaparecen.

Una cuestión que me parece verdaderamente intrigante es la típica historia del mexicano que migra a los estados unidos, y no lo digo por todos, si no aquel que es de origen mexicano, y actúa como si no lo fuese, aun ah sí usen la misma ropa, hablen el mismo idioma que en aquel país y que sientan vergüenza de su origen, nadie los confundiría con los norteamericanos auténticos, y no se crea que los rasgos físicos son tan determinantes como vulgarmente la gente pensaría. Lo que me parece distinguirlos del resto de la población es su aire furtivo e inquieto, de seres que se disfrazan, de seres que temen la mirada ajena, capaz de desnudarlos y dejarlos en cueros. Sí, nos encerramos en nosotros mismos, nuestra soledad aumenta porque no buscamos a nuestros compatriotas, sea por temor a contemplarnos en ellos, sea por un penoso sentimiento defensivo de nuestra intimidad, el mexicano, fácil a la efusión sentimental, la rehúye. La existencia de un sentimiento real o supuesta inferioridad frente al mundo podría explicar, el sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión como a veces lo es el de inferioridad sino la expresión de un hecho real: somos de verdad, distintos. Y, de verdad, estamos solos. Pero no quisiera extenderme ah a la descripción de estos sentimientos ah sí que, en todos lados el hombre está solo.

La realidad, del mundo que nos rodea nosotros los mexicanos, existe por sí misma, tiene vida propia y no ha sido inventada, como en los Estados Unidos, por el hombre. Algunos piensas y pretenden que todas las diferencias entre los norteamericanos y nosotros son de origen económico, ósea que ellos son ricos y nosotros pobres. Por más profunda y determinante que sea la influencia del sistema de producción en la creación de la cultura, me niego a creer que bastará con que poseamos una industria pesada y vivamos libres de todo imperialismo económico para que desaparezcan nuestras diferencias (más bien espero lo contrario y en esa posibilidad veo una de las grandezas de la Revolución). Mas ¿para qué buscar en la historia una respuesta que sólo nosotros podemos dar? Si somos nosotros los que nos sentimos distintos, ¿qué nos hace diferentes, y en qué consisten esas diferencias? Quizás la repuesta a esta pregunta no sea del todo agradable, pero pienso que nosotros vemos al norteamericano con tanta seguridad, con tanta confianza, su aparente alegría y conformidad con el mundo que los rodea y  aunque también estemos enterados del realismo americano, de su ingenuidad, cualidades que al parecer las excluimos, porque para nosotros un realista siempre es un pesimista, pero somos ingenuos, una persona ingenua no puede serlo mucho tiempo si de veras contempla la vida con realismo. Somos totalmente diferentes, ellos son crédulos, nosotros creyentes; aman los cuentos de hadas y las historias policíacas, nosotros los mitos y las leyendas. Los mexicanos mienten por fantasía, por desesperación o para superar su vida sórdida; ellos no mienten, pero sustituyen la verdad verdadera, que es siempre desagradable, por una verdad social. Nos emborrachamos para confesarnos; ellos para olvidarse. Son optimistas; nosotros nihilistas. Los mexicanos son desconfiados; ellos abiertos. Nosotros somos tristes y sarcásticos; ellos alegres y humorísticos. Los norteamericanos quieren comprender; nosotros contemplar. Son activos; nosotros quietistas: disfrutamos de nuestras llagas como ellos de sus inventos. Creen en la higiene, en la salud, en el trabajo, en la felicidad, pero tal vez no conocen la verdadera alegría, que es una embriaguez y un torbellino. En el alarido de la noche de fiesta nuestra voz estalla en luces y vida y muerte se confunden; su vitalidad se petrifica en una sonrisa: niega la vejez y la muerte, pero inmoviliza la vida. ¿Pero por qué tan contrarias actitudes? Me parece que para los norteamericanos el mundo es algo que se puede perfeccionar; para nosotros, algo que se puede redimir. Ellos son modernos. Nosotros, como sus antepasados puritanos, creemos que el pecado y la muerte constituyen el fondo último de la naturaleza humana. Sólo que el puritano identifica la pureza con la salud. De ahí el ascetismo que purifica, y sus consecuencias: el culto al trabajo por el trabajo, la vida sobria ya pan y agua.

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