Dioses Griegos
tatiana28881 de Mayo de 2012
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GRECIA
Precedentes micénicos
Las ciudades micénicas que se han conservado tienen una serie de elementos comunes: situación elevada, preferentemente una colina, en cuya parte más alta - acrópolis - se construye la residencia del príncipe y el templo, amurallando especialmente este espacio; murallas exteriores construidas con grandes bloques de piedra sin tallar, denominado muro ciclópeo porque consideraban que lo habían realizado los cíclopes; acceso por rampas; entradas monumentales junto a otros accesos protegidos con torres. Las ciudades mejor conservadas son Tirinto, Micenas y Pilos. En Micenas se encuentra la llamada Puerta de los Leones construida por grandes sillares de piedra, cerrada por un grueso dintel cuya carga ha sido aligerada con un vano triangular en el que se introduce el relieve que le da nombre, donde se representan dos leones enfrentados teniendo como eje una columna. En Tirinto hallamos una excelente fortificación que se extiende a la acrópolis rodeada con otra serie de murallas. A la acrópolis se accede por una entrada monumental denominada propileos permitiendo el paso al palacio edificado sobre la base del megarón.
La ciudad griega
Por las circunstancias orográficas de Grecia, los núcleos de población (rodeados de los correspondientes campos de cultivos) están próximos al mar, que sirve de vía de comunicación entre ellos. El hombre griego entendía que la ciudad no debía ser demasiado grande para que sus miembros pudieran participar en la gestión de la misma. Se tendía a edificar en lugares altos para una mejor fortificación de cara a los frecuentes ataques de los invasores del interior y los piratas de la costa; esta protección se completaba con murallas, fosos, terraplenes, torres.
El acceso a la ciudad se hacía mediante puertas abiertas en la muralla que a menudo estaban compuestas por tres vanos: uno más grande para el paso de carruajes y caballos y los dos más pequeños situados a ambos lados para los peatones. Estos huecos se cerraban con puertas de madera recubiertas con planchas de bronce. A estas fortificaciones se las denomina acrópolis, “ciudad elevada”, y constituyen un primer elemento destacable de las ciudades griegas, siendo Atenas la principal de ellas.
Poco a poco la acrópolis se fue despojando de viviendas para albergar los templos y los edificios de uso civil. Al mismo tiempo muchos habitantes se trasladaban a vivir a las partes bajas que rodeaban la acrópolis dando lugar a una verdadera ciudad, más abigarrada que la acrópolis, más llena de vida y bullicio, constituyendo el segundo elemento destacable. Los habitantes de los diferentes núcleos de población dispersos en torno a su acrópolis acudían a la misma para sus actividades económicas, políticas y religiosas, lo cual les daba una conciencia de unidad frente a los griegos de otras acrópolis.
Atenas había crecido desordenadamente, sin un plan urbanístico, por lo que la mayoría de sus calles eran estrechas y retorcidas, con innumerables casuchas muy modestas, aunque si bien es verdad había algún barrio de cierto acomodo con viviendas más amplias. Pero los barrios de los artesanos padecían el hacinamiento motivado por pequeños talleres que estaban distribuidos en las calles por oficios; y mucho más el de las viviendas anejas que debían albergar a una población creciente sin posibilidad de ampliación: paradójicamente el desarrollo económico conducía a un empeoramiento de las condiciones de vida, agravado por la escasez de agua.
De todos modos, a causa del clima de Atenas, la gente hacía la vida fuera de las casas trabajando en la calle. Uno de los aspectos que caracterizaban el área urbana ateniense era el bullicio. Otro rasgo de la Atenas democrática era que el pueblo no mostrara reverencia alguna ante los personajes importantes, despreocupándose incluso de cederles el paso: Platón lamentaba que hasta los asnos circularan por allí a sus anchas como si creyeran tener también ellos derechos democráticos. En cambio, al llegar la noche las calles se volvían inseguras por carecer de iluminación; así los transeúntes procuraban circular en grupos portando antorchas por temor a posibles robos o ataques. Frente a este hormiguero urbano la Acrópolis ofrecía una magnífica imagen, por haber sido reconstruida tras la invasión del ejército persa.
El tercer elemento de la vida urbana ateniense era el ágora, centro de la vida económica, social y política. Los griegos construyen sus plazas públicas en forma cuadrada, con dobles y espaciosos pórticos, adornándolas con numerosas columnas, sostenidas con arquitrabes de piedra o mármol formando así galerías en la parte superior para pasear. En el caso de Atenas, estaba atravesada diagonalmente por la calle de las Panateneas (que partía del santuario de Eleusis y conducía directamente a la Acrópolis) dividiéndola en dos mitades: la occidental albergaba una serie de edificios y monumentos suntuosos e importantes para la ciudad, mientras que la oriental era el mercado propiamente dicho, con sus innumerables tiendas y talleres, instalados a la sombra de los árboles que formaban una especie de toldo para protegerse del sol.
La solución para aunar estos elementos y resolver los problemas de crecimiento fue el planeamiento: las ciudades crecían según un plan y bajo un diseño de tipo cuadrangular o hipodámico. Todas las calles debían de tener la misma anchura, y la distribución de oficios debería hacerse con criterios lógicos.
No podemos olvidar el elemento mítico o religioso que influía sobre el urbanismo en Grecia. Así, se suponía que las polis griegas siempre tenían a un fundador mítico y ese fundador mítico debía ser un héroe por lo que había que honrar su memoria, bien colocando su tumba en un lugar visible en la ciudad o bien levantándole un monumento conmemorativo donde no estaban los restos (algunos autores apuntan que el Lapis Niger de Roma posiblemente era griego).
Sin embargo, poco a poco el aspecto racional se iba imponiendo como nos cuenta Vitruvio, en “Los diez libros de arquitectura”, en los que establece las condiciones del asentamiento de la ciudad: “Antes de echar los cimientos de las murallas de una ciudad habrá de escogerse un lugar de aires sanísimos.
Este lugar habrá de ser alto, de temperatura templada, no expuesto a las brumas ni a las heladas, ni al calor ni al frío; estará además alejado de lugares pantanosos para evitar las exhalaciones de los animales palustres, mezcladas con las nieblas que al salir el sol surgen de aquellos parajes, vician el aire y difunden sus efluvios nocivos en los cuerpos de los habitantes y hacen por tanto infecto y pestilente el lugar. Tampoco serán sanos los lugares cuyas murallas se asentaren junto al mar, mirando a Mediodía o a Occidente, porque en estos sitios el Sol, en verano, tiene mucha fuerza desde que nace, y al mediodía resulta abrasador; en los expuestos a Occidente, el aire es muy cálido a la puesta del Sol. Y estos cambios repentinos de calor y frío alteran notablemente la salud de los seres que a ellos están expuestos.” Añade además que antes de fundar la ciudad o levantar los campamentos de invierno se inmolaban reses y la observación de sus entrañas determinaba si el lugar era o no salubre para su asentamiento. Relata el caso de la ciudad de Mitilene, en la isla de Lesbos, en la que “cuando sopla el viento de Mediodía (S.) las personas enferman, y cuando el Gállego (O.), tosen; y cuando la Tramontana (N.), se restablecen.”
Este clima racional y empírico se manifiesta en los avances técnicos descubiertos por los griegos. En el siglo III a. C. Arquímedes creó un sistema teórico sobre la multiplicación de la fuerza que se consigue con la palanca, el efecto de la cuña y la utilización del plano inclinado o la polea. Los nuevos dispositivos mecánicos favorecieron sobretodo a la ingeniería civil y la minería. Mediante esta mecanización parcial de los trabajos manuales, surgieron grandes establecimientos y el urbanismo cobró un importante auge, pudiendo dedicar mayores recursos a la arquitectura y al arte en general.
Las viviendas griegas
Las viviendas atenienses carecían de agua corriente, aunque algunas contaban con pozos; por esta razón era preciso acudir a las fuentes públicas, que por otro lado no eran demasiado abundantes. Otro problema era la falta de red de alcantarillado, puesto que tradicionalmente los deshechos se arrojaban a la vía pública que estaba sin pavimentar; todo esto ocasionaba graves problemas de insalubridad. Además, los materiales de construcción eran de baja calidad: madera, adobes, cascajos, etc.
Primitivamente las casas griegas más pobres estaban excavadas en roca o adosadas a alguna pared rocosa. Otro tipo de viviendas, cimentadas ya en el suelo, constaban de una sola planta divida en piezas pequeñas. Algunas de ellas tenían una planta superior, a la que se accedía por medio de una escalera exterior que daba independencia a ambas. Éstas podían ser alquiladas.
Con frecuencia los tabiques eran comunes a dos viviendas, y las dependencias interiores eran tan pequeñas que las puertas debían abrirse hacia afuera.
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