El Che Guevara Y Su Influencia Como Paradigma Juvenil
madihe222 de Febrero de 2012
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"El Che Guevara y su influencia como paradigma juvenil"
[...] mira a esos jóvenes estudiantes con cara de polizones, recorrer palmo a palmo la tierra americana,
en barco mercante, en lancha, a pie, en tren en marcha huyendo.
Míralos realizar todos los oficios del hombre,
transportadores de mercancías, hombreadores de bolsas, fregadores de platos,
disfrazados de aventureros, de deportistas, de mendigos,
mira al mayor de fotógrafo ambulante en México,
fijando en la placa implacable los rostros más humildes, los anónimos rostros de su pueblo,
mira al menudo negociante que en realidad estaba reconociendo la tierra y los hombres por los que iba a morir
Fina García Marruz
Se intenta responder aquí a una tarea acuciante: establecer las motivaciones que han llevado a la juventud mundial a experimentar una atracción singularísima hacia la figura de Ernesto Guevara. Con tal motivo, se encaran los presumibles rasgos caracterológicos y las filiaciones ideológicas que pueden emanar de una personalidad tan polifacética como la del Che para producir una incidencia semejante. Asimismo, se analiza la repercusión que tuvo en su momento el asesinato del Comandante Guevara y la especial resonancia que provocó el hallazgo de sus restos en la actualidad. También se rastrea la visión que el propio Guevara tuvo sobre los jóvenes en sí mismos y sobre sus propios años formativos. Por último, se brinda un balance crítico-interpretativo de su significación general.
Si bien el presente enfoque se halla más bien centrado en la juventud universitaria o con un alto grado de politización, no puede desestimarse un sentido sumamente representativo para la tradición latinoamericana: entender el concepto de juventud no sólo en términos etarios sino en su multisignificación: como espíritu combativo y esforzado, como rebeldía contra la injusticia y a favor de los excluidos.
I. Genio y figura
Es hora de preguntarse frontalmente por la fascinación que experimentan los jóvenes de distintas latitudes y condiciones hacia Ernesto Guevara. ¿Qué pautas ideológicas y cuáles rasgos distintivos deben tomarse en cuenta para una personalidad tan compleja como la suya? ¿Podrá obedecer dicho influjo a una extraña alquimia que, con los heterogéneos seres ideales disparados por la escuela y los medios, terminó componiendo un arquetipo peculiar que llegó a trastocar el broncíneo firmamento de la historia oficial?
Si repasamos los personajes y los símiles con que, por distintas razones, fue parangonada la silueta del Che, sobresale —seguramente a su pesar— una gruesa aureola de procerato. Así se lo apoda el Ulises o el Clausewitz del Tercer Mundo y el Cid Campeador de los condenados de la tierra. Desde el tronco indígena, sería el continuador de Cuauhtémoc y Túpac Amaru; un nuevo Viracocha que transforma las piedras en guerreros y los guerreros en piedra. También se lo ha identificado con una larga legión de notables: desde Francisco de Asís, Bartolomé de las Casas, Hidalgo, Morelos, Bolívar, Sucre, Garibaldi, Zapata, Sandino y Albert Schweitzer, hasta semicompatriotas suyos como los cubanos Martí y Maceo o argentinos como San Martín, Gardel y Fangio juntos. Entre ellos se encuentran quienes, al estilo del Che, reúnen la excelencia adicional de haber perecido en combate y a temprana edad. Tampoco faltó la divinización de ese caballero Bayardo, de ese Martín Fierro caribeño, de ese Quijote de alegre estampa —ufanado en sentir bajo sus talones el costillar de Rocinante que lo impulsaba hacia otros desafíos—, cuando a su muerte fue tenido como un Cristo laico o, Marechal dixit parafraseando al gravitante Dios aristotélico, como un motor inmóvil que organizaría el ritmo de las futuras batallas.
Existen diversos rasgos del Che que permiten mancomunar conciencias juveniles: desde su independencia personal o su conducta íntegra y austera hasta su disposición para el sacrificio y los renunciamientos. Por otra parte, el rechazo al formalismo, a la figuración y a las prerrogativas, junto con la vocación de servicio, la versatilidad laboral y deportiva, la sostenida contracción al estudio pluridisciplinario, van completando la tabla axiológica. Su descomunal capacidad para el trabajo ha sido testimoniada hasta por los adversarios de la revolución cubana como Heberto Padilla. Un precoz lema sintetizador, el "piernas fuertes y estómago de faquir" (carta a su madre, Guatemala 28-7-54). ¿No es acaso el hombre universal, de mentalidad y mirada penetrantes, de acción decidida, que aguardaban tantos millones de desposeídos y que veneraron los campesinos durante su campaña libertadora en la gran Antilla: "viene a quitarnos de encima las desgracias, el hambre, el churre y la miseria".
Otro apartado para el heroísmo ejemplar, para los "cuatro pares de cojones" con los cuales se dotaba a ese "estratega del carajo" que, con su asma abismal a cuestas, produjo hazañas y proezas sin alarde, retando al peligro desde la primera línea de fuego, en regiones ignotas, contra fuerzas militares desbordantes, restañando las heridas de los prisioneros y exigiendo un estricto fair play para con ellos: "La vida de ese hombre no tiene precio. Les aseguro que su pensamiento estaba en el espacio antes de que los rusos y los yanquis pusieran el pie en la Luna" (apreciaciones del Che ante el soldado enemigo según relato de Benigno Alarcón sobre la expedición boliviana).
Entre las filiaciones políticas más cautivantes para el sector generacional en cuestión se halla la profesión de fe latinoamericana y antiimperialista, frente al gran enemigo del género humano y al gendarme mundial de la represión, tal como calificó Guevara a los Estados Unidos en su mensaje a la Tricontinental y en su resonante intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando, con similar expresión a la utilizada por los reformistas cordobeses en su manifiesto inaugural, sostuvo que iba a llamar a las cosas por su nombre. Paralelamente, emerge su desprecio a la burocracia —gubernativa, partidaria, sindical— por distanciarse de la gente; su oposición a los dogmas, a la persecución ideológica y al quietismo de izquierda. Por último, su marxismo crítico y su internacionalismo obrero; su prédica y sus conceptos sobre el revolucionario en tanto tipo antropológico superior, sobre la necesidad de transformar tanto a la sociedad como al individuo y sobre el reflejo visceral de indignación que deben producir las injusticias. Segunda autosíntesis: "luminosa [luciente] fe en el futuro socialista" (carta a su tía Beatriz, diciembre 1953, desde "los dominios de la United Fruit" en Costa Rica).
Parte de ese ideario fue mamado por Ernesto Guevara desde su nacimiento, producido en vísperas del décimo aniversario de la Reforma Universitaria. Sus primeros años transcurrieron en una atmósfera familiar impregnada por antimilitarismo, el repudio al clericalismo y a las distintas variantes del fascismo vernáculo o exógeno. En ese ambiente confluían, predominantemente, la intransigencia radical, el socialismo democrático y el propio movimiento reformista. Ernesto encabeza un grupo de la Federación de Estudiantes Secundarios (FES), enfrentada con organizaciones filo-nazis como la Alianza Libertadora Nacionalista y a similares actitudes como las que sostenía el peronismo cuando predicaba: "Matar un estudiante es hacer obra patriótica". También se lo verá movilizarse en favor de un joven alumno, Mario Bravo, secuestrado por la policía peronista y, desde el exterior, defenderá a los universitarios guatemaltecos que Perón mantuvo encarcelados bajo penosas condiciones. Entre tantas versiones, se ha recogido una sobre la evaluación que habrían hecho ciertos profesores del Guevara adolescente:
Aprovecha hasta la más mínima ocasión para atacar a la Iglesia católica; tiene ideas marxistas y es en clase el cabecilla de los izquierdistas. Es un alumno excepcional. Parece un adulto, se comporta como si fuera mayor de lo que es. Una personalidad relevante pero caprichosa, indisciplinada. Se propone metas que están muy por encima de sus posibilidades (A.V., Querido Che)
Otra apreciación le adjudica el haber acelerado su carrera de medicina, rindiendo muchos exámenes en un tiempo record, para evitar el estudio obligatorio de la asignatura Educación Justicialista que Perón impondría en 1953 como requisito para recibirse.
Un fuerte predicamento concitó en él la causa de los republicanos españoles, con quienes estuvo conectado íntimamente desde pequeño, a través de un tío que combate en el frente leal y de diversos refugiados que se instalan en Córdoba. Más tarde, un oficial del exilio ibérico le imparte entrenamiento militar en México junto a los jóvenes castristas con quienes luego se embarca para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista. Ya en tierra cubana, integra sus huestes de Sierra Maestra otro veterano de la Guerra Civil y, siendo Ministro de Industrias del gobierno revolucionario, rinde homenaje al valeroso general republicano Enrique Líster, mientras evoca la feroz contienda librada en España contra los sectores progresistas que se enfrentaron inermes "contra la barbarie fascista" y recibe lecciones de economía de Anastasio Mansilla, hijo de exiliados hispanos a la URSS. . A su muerte, María Teresa León, en nombre de esa misma España peregrina -la de los harapos pero la frente en alto- emplearía un tono bien elocuente: "Yo traigo la pena […] de todos los exiliados de
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