El Cosumo Me Consume

La visión marxista de la cultura ha de pasar inexorablemente por su visión del origen de la conciencia. Si bien el "espíritu" nace ya "tarado con la maldición de estar preñado de materia" (Marx y Engels), es el lenguaje el que nace, como la conciencia, de la necesidad de los apremios del intercambio con los demás hombres.

La vida social es, en esencia, práctica (nunca dijo Marx que fuera producción exclusivamente). Y es en esta actividad social donde la educación y la cultura revolucionarias tienen sentido. Tanto cultura entendida como lógica simbólica de una población (ideas flotantes compartidas por sus miembros) o la educación entendida como la instrucción independiente de la clase del educando son conceptos idealistas y burgueses.

Ello no es óbice para entender que en el desarrollo expresivo, cultural y formativo del Hombre no hay nada contrarrevolucionario. La desviación cultural soviética de los años treinta, en que todo lo íntimo apestaba a burguesía no deja de ser eso: una mera lectura superficial de Marx y Engels.

La cultura ha de ser entendida, pues, para los comunistas, como pleno desarrollo de las capacidades humanas en el contexto de trasladar el aprendizaje de los criterios que regirán las nuevas relaciones de producción al ámbito de lo íntimo.

Los hechos más expresamente culturales y los artistas más expresivos no son necesariamente nuestros aliados. Hartos estamos de ver cómo sus análisis políticos son también estéticos. Pobre del partido que fundamente su creación de conciencia en los manifiestos de artistas afamados...

El objetivo cultural marxista pasará inexorablemente por la coeducación: no puede fundamentarse, como la producción capitalista, en la reificación, la objetivación; ha de ser consciente de que en todo momento el conocimiento se genera entre las gentes y es allí donde permanecerá.

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