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El Origen De El Hombre Popol Vuh


Enviado por   •  13 de Agosto de 2013  •  782 Palabras (4 Páginas)  •  554 Visitas

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El Popol Vuh es uno de los más importantes libros sagrados de los mayas de la antigüedad, concretamente de los mayas de Santacruz de Quiché, Guatemala.

En esta obra encontramos una curiosa descripción sobre la creación del hombre.

La citada narración épica, escrita en lengua maya-quiché, data de alrededor del 1555-1550 a.C. y esta dividida en cuatro partes.

Los hombres de barro.

La primera de ellas nos cuenta como los dioses decidieron reunirse para intentar crear al Hombre, pero no tuvieron éxito. Las deidades habrían dado origen, en primer lugar a la tierra y todos sus accidentes geográficos.

Después crearon los animales –“genios de las montañas” y “guardianes de los bosques”-, quienes fueron ocupando sus respectivas moradas. Sin embargo, tales seres tenían unas formas de relacionarse que no acababan de convencer a los dioses: chillaban, graznaban, cacareaban, etc., pero eran incapaces de hablar y, por si fuera poco, pusieron de relieve una incapacidad manifiesta para obedecer a sus propios creadores. Había, pues, que dar vida a otras criaturas más perfectas: los hombres.

Y los dioses se pusieron “manos a la obra”. En un primer intento emplearon el barro, pero “... se deshacía, estaba blando, no tenia movimiento, no tenia fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba para un lado, tenia velada la vista, no podía ver hacia atrás.

Al principio hablaba pero no tenia entendimiento.

"Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener...”, podemos leer en el Popol Vuh.

Los hombres de Tzité.

Los dioses, no obstante, no se dieron por vencidos y volvieron a intentarlo de nuevo. Fue entonces cuando hicieron a los hombres de Tzité (una especie de árbol) y a las mujeres de carrizo (una es-pecie de gramínea que crece en los lugares encharcados), teniendo los primeros mejor sustancia que las segundas.

Al contrario que su antecesor, el hombre de Tzité era capaz de ver, hablar y multiplicarse. Sin embargo, tampoco satisfizo las expectativas de sus creadores, ya que carecía de alma y cerebro.

Eso por no hablar de su carne amarillenta, su falta de expresión y, lo peor de todo, su incapacidad para reconocer a sus creadores, a quienes tampoco rendía pleitesía. En fin, un nuevo fracaso.

Este hombre fue rápidamente aniquilado de la faz de la tierra tras desencadenarse una serie de extraños fenómenos. Así, una densa resina cayo del cielo hasta oscurecer

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