El cura se asustó muchísimo y salió corriendo de la iglesia y tiró la pelotica a la calle

El sombrerón

Zulay, la vecina que llegó hace unos años de  Colombia, se acordó de que en su país hay una historia parecida y se animó a contarla, con su voz cantadita, así como hablan nuestros hermanos de país vecino: “Por allá por Medellín cuentan de un hombre sin rostro, más bien una sombra, envuelta en una ruana negra bien pesada y con un sombrerote encima. El espanto se pasea arrastrando unas cadenas y espera a los muchachos que salen de parranda”.[pic 1]

“Un día estaba un niñito jugando en plena calle con una de esas peloticas que rebotan y rebotan. Y sin que el muchacho alcanzara a darse cuenta, la pelota fue a parar dentro de la iglesia. El cura que estaba leyendo la biblia sintió cuando la pelota entró por la ventana, y desde que la agarro no pudo parar de jugar con ella. Y hasta que sintió miedo, porque la atracción que le causaba el juguete no lo dejaba ni leer la biblia”.

“Un día llegó a la iglesia una señora con un niñito llorando, y le pregunto al sacerdote si por casualidad no había visto una pelotica que si hijo había perdido por ahí. Se lo dijo, asustada, porque los vecinos decían que ¡esa pelotica era el demonio mismo!

El cura se asustó muchísimo y salió corriendo de la iglesia y tiró la pelotica a la calle.

Enseguida, el niñito salió corriendo a buscarla. Cuando la alcanzo, la pelota se abrió y se convirtió en un sombrero negro que se fue a parar justo en la cabeza del muchachito”. Zulay contaba esto con voz lenta y ojos bien abiertos.

“Y esa fue la última vez que vieron al niñito. Después, al que empezaron a ver fue al somberón”. Luego de un silencio, los vecinos comenzaron a preguntarle muchas cosas.

Que si como era, que sí que hacía, que si donde sale...

Retomo la palabra Zulay y agregó:

“Lo que yo he oído del sombrerón es que es un hombre alto y corpulento, que va siempre montado en un caballo negro y lleva un par de perros, también negros. Arrastra unas cadenas pesaditas, que si dicen que cuando está cerca uno siente vientos helados y aúllan los perros que andan por ahí”.

“También cuentan que cuando esta de buenas, ese espanto solo asusta a los muchachos; pero si anda mal humor puede intentar algo peor...Por eso a las mamas no les gusta que sus hijos anden por ahí de parranda hasta muy tarde”.

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