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El papel de Miguel Hidalgo en el Inicio de la guerra de independencia de México y su legado

creyly17 de Octubre de 2013

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HIDALGO

MANUEL ACUÑA

Sonaron las campanas de Dolores

Voz de alarma que el cielo estremecía,

Y en medio de la noche surgió el día

De augusta Libertad con los fulgores.

Temblaron de pavor los opresores

E Hidalgo audaz al porvenir veía,

Y la patria, la patria que gemía,

Vio sus espinas convertirse en flores.

¡Benditos los recuerdos venerados

De aquellos que cifraron sus desvelos

En morir por sellar la independencia;

Aquellos que vencidos, no humillados,

Encontraron el paso hasta los cielos

Teniendo por camino su conciencia!

15 DE SEPTIEMBRE

MANUEL ACUÑA

Después de aquella página sombría

en que trazó la historia los detalles

de aquel horrible día.

cuando la triste Méxitli veía

sembradas de cadáveres sus calles;

después de aquella página de duelo

por Cuauhtémoc escrita ante la historia,

cuando sintió lo inútil de su anhelo;

después de aquella página, la gloria

borrando nuestro cielo en su memoria

no volvió a aparecer en nuestro cielo.

La santa, la querida

madre de aquellos muertos, vencedores

en su misma caída,

fue hallada entre ellos, trémula y herida

por el mayor dolor de los dolores…

en su semblante pálido aún brillaba

de su llanto tristísimo una gota…

a su lado se alzaba

junto a un laurel una mecana rota…

y abandonada y sola como estaba,

vencido ya hasta el último patriota,

al ver sus ojos sin mirada y fijos,

los españoles la creyeron muerta,

y del incendio entre la llama incierta

los echaron en la tumba con sus hijos…

Y pasaron cien años y trescientos

sin que a ningún oído

llegaran los tristísimos acentos

de su apagado y lúgubre gemido:

GUERRERO

JOSE ROSAS MORENO

En los montes del Sur, Guerrero un día

alzando al cielo la serena frente,

animaba al ejército insurgente

y al combate otra vez lo conducía.

Su padre, en tanto, con tenaz porfía,

lo estrechaban en sus brazos tiernamente

y en el delirio de su amor ardiente

sollozando a sus plantas le decía:

Ten piedad de mi vida desgraciada;

vengo en nombre del rey, tu dicha quiero;

poderoso te hará; dame tu espada.

¡Jamás!, llorando respondió Guerrero;

Tu vos es, padre, para mí sagrada,

más la voz de mi patria es lo primero!

HIDALGO Y MORELOS

AMADO NERVO

¡Hidalgo y Morelos, palabras radiosas!

Pregunta esos nombres al monte y al plano

a cielos y a mares, a todas las cosas,

y así te dirán:

El monte de nieve y eternos basaltos

que siglos y siglos sus crestas irguió:

“Morelos, Hidalgo”, dirá, son más altos,

más altos que yo!

El sol, alma fuente de vivos destellos,

Imán de los mundos que el Padre creó:

“¡Hidalgo, Morelos!” dirá “¡son más bellos,

más bellos que yo!”

Y fuentes y prados y valles y cielos,

cantando los nombres de luz de los dos,

dirán con miles voces: “¡Hidalgo, Morelos,

bendígalos Dios!”

LA SUAVE PATRIA

RAMON LOPEZ VELARDE

PROEMIO

Yo que sólo canté de la exquisita

partitura del íntimo decoro,

alzo hoy la voz a la mitad del foro

a la manera del tenor que imita

la gutural modulación del bajo

para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civiles

con remos que no pesan, porque van

como los brazos del correo chuan

que remaba la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:

la Patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelva

en la más honda música de selva

con que me modelaste por entero

al golpe cadencioso de las hachas,

entre risas y gritos de muchachas

y pájaros de oficio carpintero.

PRIMER ACTO

Patria: tu superficie es el maíz,

tus minas el palacio del Rey de Oros,

y tu cielo, las garzas en desliz

y el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establo

y los veneros del petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuela

ojerosa y pintada, en carretela;

y en tu provincia, del reloj en vela

que rondan los palomos colipavos,

las campanadas caen como centavos.

Patria: tu mutilado territorio

se viste de percal y de abalorio.

Suave Patria: tu casa todavía

es tan grande, que el tren va por la vía

como aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,

con tu mirada de mestiza, pones

la inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,

no miró, antes de saber del vicio,

del brazo de su novia, la galana

pólvora de los juegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festín

luces policromías de delfín,

y con tu pelo rubio se desposa

el alma, equilibrista chuparrosa,

y a tus dos trenzas de tabaco sabe

ofrendar aguamiel toda mi briosa

raza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puño

su sonora miseria es alcancía;

y por las madrugadas del terruño,

en calles como espejos se vacía

el santo olor de la panadería.

Cuando nacemos, nos regalas notas,

después, un paraíso de compotas,

y luego te regalas toda entera

suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,

que en tu lengua de amor prueben de ti

la picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truena

de deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos baña

de locura, enloquece a la montaña,

requiebra a la mujer, sana al lunático,

incorpora a los muertos, pide el Viático,

y al fin derrumba las madererías

de Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejas

crujir los esqueletos en parejas,

oigo lo que se fue, lo que aún no toco

y la hora actual con su vientre de coco.

Y oigo en el brinco de tu ida y venida,

oh trueno, la ruleta de mi vida.

INTERMEDIO

(Cuauhtémoc)

Joven abuelo: escúchame loarte,

único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,

a tu nopal inclínase el rosal;

al idioma del blanco, tú lo imantas

y es surtidor de católica fuente

que de responsos llena el victorial

zócalo de cenizas de tus plantas.

No como a César el rubor patricio

te cubre el rostro en medio del suplicio;

tu cabeza desnuda se nos queda,

hemisféricamente de moneda.

Moneda espiritual en que se fragua

todo lo que sufriste: la piragua

prisionera , al azoro de tus crías,

el sollozar de tus mitologías,

la Malinche, los ídolos a nado,

y por encima, haberte desatado

del pecho curvo de la emperatriz

como del pecho de una codorniz.

SEGUNDO ACTO

Suave Patria: tú vales por el río

de las virtudes de tu mujerío.

Tus hijas atraviesan como hadas,

o destilando un invisible alcohol,

vestidas con las redes de tu sol,

cruzan como botellas alambradas.

Suave Patria: te amo no cual mito,

sino por tu verdad de pan bendito;

como a niña que asoma por la reja

con la blusa corrida hasta la oreja

y la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, floreces;

creeré en ti, mientras una mejicana

en su tápalo lleve los dobleces

de la tienda, a las seis de la mañana,

y al estrenar su lujo, quede lleno

el país, del aroma del estreno.

Como la sota moza, Patria mía,

en piso de metal, vives al día,

de milagros, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,

con tu misma grandeza y con tu igual

estatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y al obús,

un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria, vendedora de chía:

quiero raptarte en la cuaresma opaca,

sobre un garañón, y con matraca,

y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilo

para el ave que el párvulo sepulta

en una caja de carretes de hilo,

y nuestra juventud, llorando, oculta

dentro de ti el cadáver hecho poma

de aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mí baja

...

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