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El poema del Cid

SabMolEnsayo15 de Julio de 2014

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El poema del Cid es el primer monumento escrito que se conserva de nuestra época medieval. Consta de 3730 versos y se ignora quien fue su autor. Sería vano, naturalmente, tratar de hallar en el “Cantar de Mío Cid” las delicadezas o los refinamientos propios de una poesía sometida a siglos del desarrollo y elaboración; es éste un arte sencillo, de primitiva rudeza; el lenguaje todavía es áspero y duro. Dentro de estas inevitables limitaciones el poema es una auténtica obra maestra.

El personaje, Rodrigo Díaz de Vivar, es un héroe, pero nunca fantástico, sino muy humano. Sus acciones siendo extraordinarias, están siempre dentro de la medida de las fuerzas humanas y sus sentimientos son tan tiernos para con su mujer e hijas como los de cualquier ser humano.

Es interesante destacar que el poeta nos presenta al valiente castellano como aquel héroe de la poesía épica medieval, la misma se encuentra centrada en la figura de un héroe, a través del cual se exaltan las virtudes más apreciadas por una comunidad: la fuerza, la valentía, la voluntad, el ingenio y la astucia, entre otras. Como lo afirma Menéndez Pidal:“(…) el poema de Mío Cid busca base inconmovible en sentimientos de valor humano perenne, y afirma así su interés.”

Es necesario aclarar que el héroe épico no posee poderes sobrenaturales como los “héroes mitológicos” que son seres que tienen un origen en la vida y una historia con hechos fantásticos. Generalmente los héroes mitológicos hablan sobre seres con poderes inimaginables, muchas acciones de fantasía. En cambio el héroe épico conserva las capacidades de cualquier mortal;

“… Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando;

Hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos…”, sólo que en grado superlativo.

El caballero medieval es un personaje virtuoso, caracterizado por la mesura (es decir, por la prudencia y el buen sentido). Como dice Menéndez Pidal:”(…) en el cantar castellano el héroe aparece revestido de elevación moral y de imponente mesura (…)” Su mesura también se manifiesta en el respeto por el vínculo de vasallaje:

“…Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;

No os hemos de faltar mientras que salud tengamos,

Y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos

Y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,

Siempre querremos serviros como leales vasallos.”

Otros detalles que muestran la sensatez primordial del héroe son su preocupación por el bienestar de los integrantes de su hueste y su generosidad con los vencidos, “… ¡Ánimo, Álvar Fáñez, ánimo, de nuestra tierra nos echan, pero cargados de honra hemos de volver a ella.”

Dos aspectos más ayudan a configurar ese perfil: su piedad religiosa y su amor por la familia. Esto no anula la faceta de guerrero valeroso e inteligente, que a veces adquiere dimensión mítica.

Esta justa actitud, patente también en la primera parte, cuando el héroe, aunque desterrado, se comporta lealmente, en lugar de hacerlo como un vasallo rebelde, se debe a uno de los rasgos básicos del comportamiento del Cid en este poema: su comedimiento. La otra es, claro está, su capacidad militar. De este modo, el héroe responde en lo fundamental a la clásica caracterización mediante sapientia et fortitudo (sabiduría y fuerza). Por supuesto, esa sapientia no es aquí erudición; más bien se trata de sabiduría mundana, es decir, sentido de la proporción, capacidad de previsión y, en definitiva, prudencia. En cuanto a la fortitudo, tampoco se identifica exclusivamente con la fuerza física, aunque ésta le era indispensable a un guerrero medieval, sino también con la aptitud para actuar, la capacidad de mando y, en suma, la autoridad, tanto bélica como moral.

En el caso del Cid, la sapientia es ante toda mesura, la cual se plasma, según los

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