Fallas Del Pressidensialismo

El régimen presidencialista que rige, con algunas variantes y matices, en la totalidad de las democracias latinoamericanas, ha logrado superar el ciclo de quiebres e interrupciones que derivaron de manera recurrente en la instalación de regímenes dictatoriales o gobiernos con escasa legitimidad.

Pero no pudo corregir sus propias deficiencias y distorsiones, las cuales conspiran contra la capacidad del sistema democrático de resolver mejor encrucijadas graves.

Ante cada crisis económica severa, escalada de movilización o desborde social, conflicto armado interno o pérdida de respaldo político, los presidentes se vieron históricamente debilitados al extremo, compelidos a tomar decisiones drásticas y, finalmente, a abandonar el poder de manera cruenta o incruenta.

Lo que sobrevenía pertenece a la triste memoria de inestabilidad y violencia en nuestro continente: la supuesta recuperación de la fortaleza del poder político encarnada en gobiernos militares, se transformaba en autoritarismo e ilegitimidad y finalmente terminaba en rotundos fracasos en los diversos planos.

Una de los fenómenos verdaderamente positivos que han ocurrido en las últimas dos décadas es que dichas crisis pudieron ser capeadas y resueltas dentro de los mecanismos previstos y siempre en la búsqueda de una resolución que pasara por la legitimidad democrática.

Fue el caso del Brasil, cuando la destitución del ex presidente Collor de Mello; de Ecuador , con la efímera presidencia de Bucaram; de Perú, cuando la caída de Fujimori y del Paraguay, a partir de la salida del ex mandatario Raúl Cubas.

La Argentina se coloca ahora en la misma línea y debe sobrellevar una sucesión presidencial en condiciones complejas. Las reformas introducidas en la Constitución en 1994 incluían la atenuación del presidencialismo introduciendo la figura del jefe de Gabinete, para que actuara como eventual "fusible" en caso de que el presidente perdiera su base de apoyo.

De haber funcionado, ello hubiera permitido una cohabitación entre las principales fuerzas políticas, como existe en Francia.

La gravedad de la crisis económica y social superó la capacidad del gobierno saliente de controlar la situación. Y, al mismo tiempo, dejó al descubierto las fallas y riesgos de un sistema político rígido, que hace recaer todas las responsabilidades por el éxito o fracaso de una gestión sobre la figura presidencial. Esto contribuye, a su vez, a agregar dramatismo y costos al fracaso de una administración.

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