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HISTORIA DEL ADN


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2012  •  4.407 Palabras (18 Páginas)  •  613 Visitas

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HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES EN ADN

JUSTIFICACION

Hablar del ADN, es hablar de una de las biomoléculas más importantes que tenemos en el cuerpo, hoy en pleno siglo XXI, con el tremendo desarrollo científico nos es posible hacer muchas cosas a partir del ADN y der su modificación. Pero sin duda es interesante ver que no siempre se supo todo lo que sabe hoy -sin duda que en futuro se sabrá aún más-, y analizar el proceso por el cual se ha llegado al conocimiento actual, los actores principales de este proceso -de esta historia-, los factores que condujeron a pensar como pensaron, las relaciones que se lograron establecer. Ahora, para hablar de historia del ADN, es indispensable hablar de historia de la genética, pues ambas entiéndase están tan íntimamente ligadas -gen: segmento de ADN- que sería imposible tratar de entender la primera sin comprender la segunda.

OBJETIVOS

-Presentar una cronología desarrollada de los más importantes y significativos hechos que contribuyen al desarrollo de las investigaciones en ADN.

-Comprender estos hechos desde al punto de vista científico y de su contexto histórico.

-Establecer relaciones entre los hechos que marcaron hitos en la ciencia genética.

-Analizar cómo influyen las investigaciones en los aspectos científico, cultural y económico de la sociedad.

PROCEDIMIENTO SEGUIDO

Se ha tratado de buscar la información más certera a partir de diferentes fuentes bibliográficas así como el uso de internet.

DESARROLLO CONCEPTUAL

LOS INICIOS

Tiempos bíblicos: Jacob usaba un método para hacer que sus ovejas y cabras parieran crías moteadas y manchadas, esto consistía en que engendraran frente a estacas con tiras de corteza pelada que lucían un moteado similar.

Los babilonios y egipcios advirtieron que para que una palmera datilera diese fruto, había que introducir polen de una palmera macho en los pistilos de una palmera hembra.

Los antiguos filósofos griegos formularon teorías sobre casi todo, y la genética no fue una excepción. Las observaciones de Aristóteles le llevaron a la conclusión de que en las contribuciones del macho y la hembra a su descendencia no eran iguales. Ambas contribuciones diferían cualitativamente: La hembra aportaba la “materia” a la que el macho dotaba de “movimiento”.

Una creencia bastante extendida en los tiempos antiguos era que si una hembra era fecundada y tenía descendencia, las características del primer macho estarían presentes en toda la progenie que esa hembra pudiera engendrar independientemente de que se emparejase con otro macho. Este cuento de hadas llego a ser reconocido con un nombre pseudo-científico que lo denominaron telegonia (cuyo significado era procreación distante). Una teoría aún más interesante era la pangénesis, según la cual cada órgano y cada sustancia corporal secretaba sus propias partículas, que a continuación se combinaban para formar el embrión. Tales creencias resurgen en la teoría genética siglo tras siglo, de forma curiosamente similar a la creencia de la repetición de los rasgos genéticos (La pangénesis rebrotaría en distintas ocasiones a lo largo de bastante más de dos mil años, llegando incluso a ser aceptada por Darwin). La biología, y con ella la genética, se convirtió en una ciencia propiamente dicha en el siglo XVII. Esto se debió casi por completo al microscopio, un invento que debemos al tallador y falsificador holandés Zacharias Jansen, en la primera década del siglo XVII. Los microscopios hicieron posible el descubrimiento de la célula. El descubrimiento de las células sexuales (o gametos) causó un gran revuelo. No pasó mucho tiempo antes de que algunos expertos del microscopio -como por ejemplo Anton van Leeuwenhoek (1632-1723)- excesivamente entusiasmados con sus descubrimientos estuvieran convencidos de haber observado homúnculos (minúsculas formas humanas) en el interior de las células: todo apuntaba a que el enigma de la reproducción estaba resuelto. Mayor trascendencia revistió la hipótesis del botánico inglés secretario de la Royal Society Nehemiah Grew (1641-1712), según la cual las plantas y los animales eran “creaciones de la misma inteligencia”. Sugirió que las plantas también disponían de órganos sexuales y mostraban un comportamiento sexual. Una vez que el pionero naturalista sueco Carl von Linneo estableciera su clasificación de los seres vivos por especies, nada impidió el progreso de la investigación sistemática. El estudio de los híbridos amplió el campo de la especulación sobre el material genético

La teoría, de que la herencia se transmitía por la sangre fue ampliamente aceptada por largo tiempo de ahí la creación de expresiones tan comunes como “sangre azul”, “consanguinidad”, “mezcla de sangres”. ¿Cómo era entonces posible que de los mismos padres surgiesen hijos diferentes? O también, ¿cómo podía darse la circunstancia de que se observase en la descendencia características que no eran de los progenitores, sino de antepasados fallecidos mucho tiempo atrás y de parientes lejanos? Por ejemplo, en el caso de la cría de caballos purasangre de carreras, se sabe que el color pío se repite tras un lapso de docenas de generaciones. Este ejemplo revela una de las grandes oportunidades perdidas de la genética: todos los purasangre ingleses descienden de las 43 “Yeguas Reales” importadas por Carlos II y tres sementales árabes que fueron importados unos años antes. Los archivos de cría trazan cada genealogía desde sus comienzos, señalando las características de cada progenie. Bastante más de un siglo antes de que se crease la genética, cualquier criador de Newmarket tenía en sus manos todo el material necesario para fundar esta ciencia.

A mediados del siglo XVIII, los científicos por fin empezaron a especular sobre hechos que eran de sobra conocidos por cualquier criador de caballos. Comenzó a circular la idea de la evolución. Uno de los primeros impulsores de esta idea fue el filósofo-poeta-científico del siglo XVIII Erasmus Darwin (abuelo del famoso Charles). Erasmus estaba convencido de que las especies eran capaces de mutar. Cualquier criatura provista de «lascivia, hambre y deseo de seguridad» sería capaz de adaptarse a su medio. Pero, ¿cómo?

El naturalista francés Jean Lamarck sugirió la primera teoría coherente sobre la evolución. Lamarck nació en 1744, y era hijo de un noble arruinado. A los 37 años ya se había convertido en Botánico Real.

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