Historia Del Peru
noemi2530 de Octubre de 2014
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En homenaje a Alfredo Torero
EL MUNDO ANDINO: CULTURA Y LENGUAJE MILENARIO
José Fernández Sánchez, San Marcos 29/9/2005.
I.- HISTORIA DEL PERÚ: UN MILENARIO Y ESFORZADO PROCESO.
Nuestra historia no es siempre un relato de acontecimientos más o menos memorable que han ocurrido dentro del espacio geográfico que hoy llamamos Perú. Es esencialmente, la comprensión del proceso de formación y desarrollo de la cultura de la nación peruana. Pero esta peruanizad hinca sus raíces desde tiempos milenarios, en los Andes Centrales, con las primeras manifestaciones de la presencia de los seres humanos y sus expresiones culturales que se advierten en el territorio peruano hasta el presente, inicios del siglo XXI.
Desde los primeros grupos humanos, y durante el período Lítico o pre-agrícola, todo suceso acaecido en este espacio es el inicio de la tradición llamada andino peruana, que fue variable en determinadas características y, a través del curso del tiempo, durante el siguiente período llamado Arcaico, comprende a la vez modos diversos y unitarios, de continuidad y semejanzas en aspectos significativos como son los medios de subsistencia, los asentamientos poblacionales, el arte, formas de creencias, el lenguaje, la organización social y en muchísimos otros rasgos que se encuentran en el carácter y personalidad cultural del hombre peruano de todos los tiempos.
Luego, en el período Formativo, las diferencias regionales que se manifiestan en determinados períodos como “provincias estilísticas” son rebasadas (hasta en tres épocas diferentes por corrientes unitarias u horizontes culturales, en los cuales las manifestaciones arqueológicas de toda el área andina central, comparten los mismos modelos fundamentales. Y tras el impacto de la conquista hispana, abruptamente se interrumpió la historia autóctona, con los consiguientes fenómenos de aculturación y mestizaje, a partir del siglo XVI). Desde entonces, aunque en grados diversos de integración y desplazamiento, la cultura, llamada nacional se desarrolla entroncada en términos dependientes y subsidiarios, a la cultura occidental.
II.- ANDES CENTRALES: SINGULAR ÁREA CULTURAL PREHISPÁNICA
El concepto Área cultural, fue acuñado por Wissler (1938), luego desarrollado por Kroeber (1944) como el conjunto de elementos culturales recurrentes que se pueden identificar en nuestro ámbito territorial, llamado Andes Centrales, consignando que toda la civilización peruana aborigen forma una unidad, un todo histórico más vasto, un área cultural con profundidad en el tiempo. Bennett (1948) introduce el concepto de Cotradición peruana haciendo referencia de varias culturas en el tiempo y el espacio, interrelacionadas entre sí y con diversos grados de influencia mutua; Cotradición es pues la unidad total de la historia cultural de un área dentro de la cual las culturas componentes se relacionan a un determinado período. Murra (1975) reconoce que los esfuerzos o ensayos civilizatorios después del Formativo Andino, nos llevan a la organización económica y política de una sola civilización andina. Lumbreras (1981) propone el concepto de Macro área andina, al referirse a nuestro:
“territorio conformado por áreas menores de cohesión mayor, cuya unidad es tan grande que a lo largo de la historia han sufrido procesos de cambio y espectado los mismos básicos eventos históricos, de organización económica, movilidad poblacional, etc. Lo que permite reconocer, en cada una de estas unidades territoriales, un solo esquema procesal, con las mismas fases que se presentan a modo de horizontes y con elementos que identifican una inmensa interconexión” (1)
Lo Andino hace pues la referencia a los Andes como base geográfica de todo un portentoso proceso, que otros llaman también: Eje Nuclear (Gayton 1961) y Área Elíptica (Ascher 1972). Ruth Shady (1993) le asigna la idea de área nuclear del desarrollo civilizatorio, similar al de Barrenechea (1992): lo andino aquello que fue siempre en todas las épocas la columna vertebral del Perú. Entonces, “lo andino, como voz y concepto, tiene un sentido de dimensión étnica en el siglo XX, considerando a los Andes como un sui géneris espacio cultural de relativa homogeneidad, aunque con partes diferenciadas que podrían conformar una unidad” (Bonilla 1996).
Reconociendo que el predominio eco-geográfico de los macizos andinos se explica mejor la singular y esforzada presencia de un milenario desarrollo como una gran área de cultura hemisférica prehispánica pero con procesos específicos en su interior. Vale decir, que en este macro concepto categórico totalizador, se incluyen las especificidades, diferencias y heterogeneidades de los espacios económicos, sociales, lingüísticos, religiosos y políticos, tanto de la costa, la sierra y la selva.
Ya el arqueólogo John V. Murra al estudiar en 1975 las Visitas coloniales -cuando aún funcionaban muchas de las estructuras milenarias andinas- “descubrió un antiguo patrón de asentamiento y de organización social, política, económica y territorial, a lo que él llamó el control vertical de un máximo de pisos ecológicos y que se refiere a la preocupación de los pueblos andinos por aprovechar todo un conjunto de ambientes productivos, un “archipiélago de recursos” de diferentes pisos ecológicos, cuyo control no significaba necesariamente el dominio de las zonas intermedias, sino la posesión de “islas de recursos manejados por colonias, más o menos alejadas de su núcleo o centro principal de poder en el que quedaban el grueso de la población y el mando político” (2)
“Sin cuestionar ... la tradición y los conocimientos acumulados sobre la riqueza de nuestras culturas singularmente andinas, propongo ... reconsiderar y revalorar el espacio costeño para comprender mejor -desde sus propios cimientos estructurales históricos- la función que han cumplido ciertos espacios en el desarrollo de la civilización en el Perú, en el que definitivamente los espacios diferenciados han influido, en la relación interactiva histórica entre humanos-medio ambiente, y sus implicancias en la cultura, religión, lenguaje, cosmovisión, imaginario popular, infraestructura productiva, poblados, organización social, relaciones económicas, institucionales y conformación de los entes estatalizantes y poderes de los grupos étnicos” Javier Tantalean Arbulu (3).
Entonces, por una lado tenemos el singular aporte costeño y ribereño marino, en un contexto mayor de grandes aportes milenarios, y por el otro un patrón andino al igual de antiguo, de verticalidad y manejo simultáneo de pisos ecológicos, de alcance regional, sobre la base de asentamientos poblacionales que usufructúan grandes y diversos recursos para subsistir y que sirvieron de base en la temprana configuración de las instituciones económicas y políticas del Perú antiguo, especialmente en la configuración de los modelos de reciprocidad y redistribución andina.
No le falta razón a Silva Santisteban al afirmar que en los procesos de interacción entre las sociedades de la costa, de la sierra y la ceja de selva, fue el factor ecológico el que determinó la formación de diferentes niveles (familiar, étnico y estatal) de ejes de interacción en función de las fuentes de recursos. En determinados casos el sentido de la interacción fluyó horizontalmente de la costa hacia la sierra o al contrario, a través de los valles, de los ríos que bajaban de la cordillera occidental; en otros casos, siguió el sentido de los ecosistemas longitudinales, del litoral costeño, como de la sierra, conectándose frecuentemente los valles de la costa a través de las abras con los ecosistemas de ceja de selva.
Desde las primeras comunidades asentadas, los crecientes estados andinos, eran más poderosos en la medida que controlaban el mayor número de ambientes ecológicos, a veces a través de colonias muy distantes de sus centros de poder. En esta territorialidad discontinua, muy propia del mundo andino, las sociedades disponían de fuentes de recursos diseminados por distintos ambientes ecológicos para prevenir situaciones de escasez. De suerte que esta indesligable y permanente interrelación en términos productivos, de intercambio de conocimientos, experimentos, sabiduría, no podría haberse concretado sin recurrir a lenguajes afines para la apropiada comunicación cultural, sobre todo entre poblaciones costeñas, serranas y de selva alta.
Según Shady, “estas diversas adaptaciones e interrelaciones humanas, correspondientes a las diferentes zonas del territorio andino, se produjeron casi desde su poblamiento y se expresaron en sociedades con una economía mixta de amplio espectro, diferenciada una de la otra. Así también las culturas y los idiomas fueron singulares. Por tanto, estas distinciones y similitudes culturales devinieron del proceso neolítico, que tuvieron las sociedades que hacían frente y sometían a un territorio muy difícil, de condiciones inestables y recursos contrastados. Desde entonces, hemos tenido, a la par que un mosaico geográfico, uno cultural e idiomático”. Por lo tanto, y en términos generales, “el período neolítico en los Andes Centrales fue un proceso pluricultural milenario, que involucró la participación de múltiples grupos humanos. A partir del Arcaico Tardío, este proceso fue repotenciado al intensificarse el intercambio de productos y de experiencias adaptables. Se crearon así las condiciones necesarias para el desarrollo civilizatorio” (4).
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