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Hombre, cultura y comunicacion


Enviado por   •  19 de Agosto de 2016  •  Apuntes  •  2.141 Palabras (9 Páginas)  •  376 Visitas

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Hombre, cultura y comunicación

En estas páginas vamos a estudiar la relación que existe entre la cultura y la comunicación, pero el enfoque desde el cual lo vamos a hacer es el que las comprende en relación con el hombre, es decir, trataremos de analizar la cultura y la comunicación antropológicamente. Para hablar, entonces, de estas dos dimensiones de lo humano es necesario previamente definir desde qué concepción del hombre los estamos haciendo[1].

Durante la época moderna la matriz antropológica del pensamiento contemplaba al hombre como estando y no estando en el mundo. Es decir, con un criterio metafísico, el hombre era visto como una dualidad, como dos cosas (esencias) en un mismo ser, por un lado un cuerpo material y por el otro una psiquis inmaterial, etérea[2]. Estas dos cosas, por estar en diferentes planos de realidad, no tenían contacto ni relación la una con la otra. En este marco, unos se identificaron con el polo inmaterial y pensaron al hombre esencialmente como pura razón (los racionalistas), y otros, rechazando la metafísica tradicional, vieron en el polo material la única realidad humana y pensaron al hombre mecánicamente, como pura materialidad, explicable por las leyes de la física y la naturaleza.

Desde esta perspectiva dual metafísica, si bien el hombre empírico se ve afectado por las cosas del mundo, el verdadero ser del hombre está más allá, su fundamento radica en sí mismo[3]. Así, el hombre se encuentra a sí mismo, se hace autoconciente, en el cortocircuito de su psiquis, sin interferencia ni intervención de nada extraño a sí[4]. Nótese que, de esta forma, todo lo que está ante él es un agregado contingente, que no hace a su esencia: el hombre camina entre las cosas del mundo sin ser afectado por ellas. Todo lo que está fuera, incluso su cultura particular, y hasta su cuerpo, son ante él agregados, herramientas que puede manipular sin que su naturaleza (su conciencia de sí y su razón trascendente) se vea afectada. Concretamente, en forma independiente de sus determinaciones físicas y biológicas y su biografía personal en una situación histórico-geográfica precisa, si utiliza correctamente su razón, cualquiera llegará a un conocimiento verdadero, objetivo y universal.

Este paradigma antropológico, que dominó a lo largo de la modernidad, fue duramente impugnado en el siglo XX, entrando en crisis a partir de las dos grandes guerras mundiales[5]. Y los cuestionamientos y ataques provinieron de una tradición de pensamiento olvidada por la modernidad, de raíz hebreo-cristiana, y de tres grandes nuevos frentes filosóficos: el existencialismo, el vitalismo y la fenomenología. Sin reparar detalladamente en estas vertientes de pensamiento, lo relevante para nuestro tema es que con ellas surgió una alternativa superadora para entender qué o quién es el hombre, que trascendió ese verdadero “chaleco de fuerza” del pensamiento que fue el postulado del hombre como dualidad.

Para la nueva visión, el hombre, siendo espiritual[6], es un ser encarnado en esencia (y no un ser “con” un cuerpo contingente), su cuerpo no es una cosa más igual a las otras cosas, ya que a través de él experimenta y vive el mundo, es la vía que media entre el “adentro” y el “afuera”[7]. El cuerpo forma parte al mismo tiempo del interior y del exterior del hombre, por lo tanto no puede escindirse el cuerpo del hombre sin afectar lo que es, si el cuerpo se elimina, el hombre deja de ser. Este planteo viene a negar la concepción del hombre como una inmanencia, una “burbuja pensante”, y entiende que en su naturaleza hay un componente situacional. El hombre siempre está instalado en un “cuando” y en un “donde”, que lo afectan merced a esta corporalidad óntica. Lo que aquí se plantea es que el ser humano es esencialmente un ser en relación, con el mundo y con los otros seres humanos. Sin el mundo y sin los otros el hombre no llega a ser, éstos no son un agregado que se captan después de tomar conciencia, sino que participan necesariamente de la experiencia de autoconciencia y la modulan, la formalizan.

La cultura, como parte del mundo del hombre, no es un accidente que le ocurre a una esencia humana sustancial, sino que forma parte de la trama misma del hombre. El hombre es en relación con la cultura, solamente llega a conquistarse a sí mismo y ser humano dentro de una cultura que lo informa, le proporciona el piso donde pararse. Al nacer radicalmente desfondado y no tener un instinto que rija sus acciones, se da a sí mismo una cultura que le provea de un fondo desde donde existir, un fondo siempre cambiante al calor de la historia que le sirve de marco[8]. Pero, recuérdese, ese fondo no lo puede elegir; es decir, pensamos, vivimos y existimos “desde” una cultura, y no “con” una cultura, no podemos cambiar de cultura como cambiamos de camisa, está presente desde el principio, ella nos da qué pensar. La cultura representa todo nuestro mundo, marca los límites de la “realidad”, más allá de los cuales el pensamiento se hace prácticamente imposible.

En este sentido, el efecto de la situación determina que no pueda existir una cultura universal, sino que lo que hay son culturas particulares marcadas por dicha situación, que representan también particulares modos de ser. Y esta forma humana de ser determina la forma humana de conocer.

Dijimos que los hombres se dan una cultura para poder existir. Pues bien, en estas huellas no tiene sentido afirmar que la cultura construye al hombre, ya que existe gracias a, y se configura en relación recíproca con él. Pero la cultura, una vez que se convierte en obra desligándose del hombre, cobra, por decirlo de alguna manera, vida propia (independencia de las intenciones con las cuales se realizó), y revierte sobre él, afectándolo. De esta manera, al calor de la praxis, en esta espiral de idas y vueltas, el hombre modifica al mundo y se modifica a sí mismo.

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