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Imperio Germanico

nanogang2 de Diciembre de 2013

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INTRODUCCIÓN

En este trabajo sobre mi investigación que realice sobre los imperios germanos, sobre el surgimiento del Papado, el Sacro Imperio Germánico Romano, los Medici y el nacimiento de la Banca Moderna y el año 800 el papa León III (795-816) y el personaje que cambió la historia fue Otón I coronado con el título carolingio de Rex et sacerdos en 936. Su victoria ante los húngaros le dotó del suficiente prestigio entre los nobles alemanes y la jerarquía eclesiástica para afianzar (e incluso centralizar) el poder. Ha mediado del surgimiento del siglo XI XII XIII. Y sobre Importancia económica, comercial y financiera de Florencia, y hablo sobre un poco del surgimiento mitad del siglo XIV.

El Papado, el Sacro Imperio Germánico Romano, los Medici y el nacimiento de la Banca Moderna

Hubo una época en la cual los príncipes alemanes nombraban a los papas y una familia florentina -los Medici- financiaba a distintos reyes cristianos, a la Iglesia y ponía papas en Roma. Una época en la cual la Iglesia tenía ejército propio, provocaba guerras y el poder eclesiástico estaba por encima de las instituciones civiles. Una época en la cual los ciudadanos podían hacerse ricos especulando con la compra y venta de reliquias de supuestos mártires y santos… Eran definitivamente otros tiempos.

En el año 800 el papa León III (795-816) coronó emperador a Carlomagno. Nacía el Sacro Imperio Romano con sede en Aquisgrán, continuación del antiguo Imperio Romano de Occidente. El emperador se convertía en protector (militar) y garante de los intereses del papa y de la iglesia, pero al mismo tiempo se reservaba el derecho a ratificar la elección de un nuevo pontífice. Este gesto selló la ruptura definitiva con Constantinopla. La Iglesia Romana promovió el nacimiento de un nuevo imperio europeo, optando por su propia seguridad y marginando (excluyendo) a Oriente. Europa optó por una nueva organización administrativa ya que fueron creados los condados y las marcas, gobernadas y controladas por los denominados “missi dominici” (normalmente solían ser obispos) que daban cuentas directamente al emperador. En el año 843 el Imperio Carolingio de Carlomagno se dividió entre sus tres nietos gracias al Tratado de Verdún. La parte oriental del imperio (la denominada Francia Oriental) incluía los ducados de Alemania, Baviera, Sajonia y Turingia, así como las marcas danesa y eslava. Desde entonces existió una monarquía electiva en los territorios germanos: el monarca era elegido por votación, donde los electores y los candidatos eran generalmente príncipes alemanes. ¿Qué significaba esto? La clave del poder no residía tanto en el monarca y sí en los principados. Los principados agrupaban a varios condados bajo la autoridad de un príncipe o duque que implicaba una política de defensa común e incluso un cierto sentimiento de identidad nacional. El príncipe reconocía al rey, de quien recibía su principado en forma feudo, pero tenía completa autonomía para establecer su autoridad. Obviamente esto provocaba ciertas tensiones entre la Monarquía y los distintos Principados.

Otón I

El personaje que cambió la historia fue Otón I coronado con el título carolingio de Rex et sacerdos en 936. Su victoria ante los húngaros le dotó del suficiente prestigio entre los nobles alemanes y la jerarquía eclesiástica para afianzar (e incluso centralizar) el poder. En 961 ayudó al papa Juan XII frente a Berengario. Este apoyo le valió ser coronado emperador en 962, resucitando por segunda vez el imperio romano de occidente (la primera fue con Carlomagno): nacía el Sacro Imperio Romano Germánico. Sin embargo, la alianza con el papa duró relativamente poco, ya que Juan XII cambió sus preferencias políticas. Como respuesta Otón lo depuso, pero los ciudadanos romanos ni cedieron ni aceptaron al nuevo papa, León VIII, impuesto por el emperador. De hecho, tras el fallecimiento de Juan XII eligieron a Benedicto V. Hubo que esperar a una nueva campaña militar de Otón I en 966 para que consolidase su poder y para que su hijo fuese nombrado emperador. En principio, el Sacro Imperio permaneció como una institución electiva en la cual se sucedieron distintas familias dinásticas a lo largo de la Edad Media (Sajones u Otónidas, Hohenstaufen, Habsburgo). Durante ese periodo, las tensiones, las diferencias de criterio e incluso las guerras entre el Papado y el Imperio no harían más que sucederse.

Querella de las Investiduras protagonizada por Enrique IV de Sajonia (1056-1106)

Uno de los episodios más conocidos fue la Querella de las Investiduras (pugna entre el poder laico y el poder eclesiástico), protagonizada por Enrique IV de Sajonia (1056-1106). Dicha querella estalló debido a que el emperador quería designar libremente a los cargos eclesiásticos y administrar las rentas de los monasterios. Esto significaba pasar por encima de la autoridad papal estableciendo un control casi absoluto sobre la Iglesia. Gregorio VII publicó en respuesta los Dictatus Papae, en los cuales afirmaba que el poder, tanto espiritual como temporal, emanaba de la potencia divina. Y en dicho contexto, la Iglesia era su única representante y depositaria del poder divino. Es decir, era el papa quien habilitaba al emperador para gobernar, y no al revés (reforma gregoriana). Enrique IV fue excomulgado. Dado que los súbditos abandonaron al emperador se vio forzado a dar marcha atrás (véase Canossa). Sin mucha convicción ya que reincidió en sus pretensiones y fue excomulgado por segunda vez. Esta vez la respuesta del emperador fue menos contemplativa ya que respondió destituyendo a Gregorio VII, nombrando al antipapa Clemente III y sitiando Roma durante tres años. Esta disputa se zanjó con el Tratado de Worms (1122) en el cual se estableció que los obispos fueran elegidos por el clero de la diócesis y solamente después fueran ratificados por el emperador (además los tiempos de la investidura eran distintos: en Alemania primero se otorgaba la investidura y después la consagración obispal; en Italia era justo al revés). Con el tiempo los grandes nobles alemanes, temiendo perder su autonomía frente al poder absoluto y centralizado que la victoria sobre el papa proporcionaría al emperador, decidieron apoyar al Papado. De hecho, durante el reinado de Conrado III Hohenstaufen de Suabia (1137-1152) surgió una enorme rivalidad entre los duques de Hohenstaufen (denominados Waiblinger, que en Italia se transformará en gibelinos) y los duques de Baviera y la familia Welfen de Sajonia (en Italia güelfos)

Nicolás II (1059-1061)

Nicolás II (1059-1061) intentó reformar y acabar con la vida libertina de la mayoría del clero, contra la avidez de dinero y contra el exceso de poder. Con este fin convocó un sínodo en Roma donde se prohibieron: las asignaciones arbitrarias de todos los cargos eclesiásticos; el matrimonio a los sacerdotes e incluso a los que tenían esposa se les insinúo que las abandonaran; a los laicos se les prohibió otorgar investidura a los obispos sin autorización papal; se decidió que el papa fuera elegido sólo por los cardenales, sin interferencias de los príncipes, del clero, del pueblo romano y del emperador (a quien únicamente se le reconocía el derecho a confirmar el papa ya elegido). Incluso recurrió a los normandos (Roberto Guiscardo), dueño por entonces de la Italia Meridional, embrión del futuro Reino de Sicilia. Obviamente fracasó. Décadas después el papa Urbano II (1088-1099) organizó la primera Cruzada cuyo objetivo era liberar el Santo Sepulcro y Tierra Santa prometiendo a los que tomaran parte (y pagaran una cierta cantidad) la remisión de sus pecados (resulta que con dinero, uno tenía menos pecados). Aunque no fue la única razón. Existían otras: la expansión y la necesidad de recursos de los distintos principados y ducados, el control del comercio con Asia y la obtención de recursos que permitieran al Papado luchar contra las Monarquías por las distintas esferas de poder (sobre la historia de las Cruzadas).

Imperio germano, a partir del siglo XI. (Federico I)

A partir del siglo XI (crecimiento demográfico y económico) se asistía una importante recuperación Y claro esto propició fuentes de ingresos muy importantes a las ciudades que estimularon y fortalecieron la autonomía política de dichas ciudades italianas. Pero lo mismo ocurrió en Alemania: muchas ciudades se enriquecieron con el comercio, lo que enfrentó a dichos comerciantes con el poder feudal de príncipes y duques. En definitiva en muchas ciudades, situadas en el norte y centro de Italia (a menudo sedes obispales), las familias nobles, los comerciantes, los artesanos y las profesiones liberales (médicos, notarios, abogados) comenzaron ante la relativa crisis de la autoridad imperial a apropiarse de los poderes (seguridad, impuestos, aranceles y acuñación de moneda) que correspondían teóricamente al emperador. Esta tensión se acrecienta con el emperador alemán Federico I de Hohenstaufen (Barbarroja) quien viaja a Italia para reconducir a los ayuntamientos con la fuerza de las armas. Su intención fracasa ante la reacción de las ciudades: los ayuntamientos lombardos, aliados en una liga (y sorpresa, apoyados por el papa), derrotaron a las fuerzas imperiales en Legnano (1176). A largo plazo, esta derrota supondrá la paulatina pérdida de influencia política y militar del emperador frente a las ciudades italianas. En cualquier caso, su nieto Federico II (1220-50), años después volvió a declarar la guerra a los ayuntamientos los cuales se dividieron en gibelinos (aliados con el emperador) y güelfos (enemigos del emperador, partidarios y/o apoyados por el papa). ¿Por

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