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JORGE ARGÜELLO SÁNCHEZ


Enviado por   •  4 de Julio de 2013  •  Biografías  •  2.440 Palabras (10 Páginas)  •  924 Visitas

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JORGE ARGÜELLO SÁNCHEZ

BIOGRAFÍA

Grupo Cultural ARGON, MÉXICO, 2013

Nací en la época llamada Desarrollo Estabilizador durante la administración de Adolfo López Mateos, en mi infancia México sintió la política represora de Gustavo Díaz Ordaz; cursaba el segundo grado de primaria a unos 20 minutos de Tlatelolco donde ocurrió la masacre a estudiantes, me enteré por los comentarios, sustos y precauciones de las señoras hacia sus hijos estudiantes, sin embargo, a esa edad menos de 10 años no la percibí con las dimensiones políticas ideológicas que implicaron, en ese momento mi infancia estaba rodeada de familiares, amigos y juegos, mi tiempo era de la calle; mi madre se iba a trabajar, mis hermanas a la guardería y mi hermano a la secundaría, yo por la tarde iba en la primaria, por lo tanto me sentía con cierta libertad. Relativamente hacia lo que quería, tenía que estar atento a la hora de entrada de la escuela o en ocasiones una vecina conocida de mi mamá me recordaba. Me medio arreglaba e iba a la escuela, en el recreo mi madre llegaba a darme una torta. Salía de la escuela y al llegar a la casa, inmediatamente aventaba mis útiles y salía con mis amigos, hasta las 9 pm. Eso si no podía llegar más tarde porque mamá me castigaba.

Jugábamos en los boquetes que en aquella época abrían para la construcción del metro, emocionado y sin pensar en los miles de estudiantes que mataron, disfruté los juegos olímpicos y dos años después viví la emoción de ver por televisión –de bulbos- mi primer campeonato de Futbol.

Recuerdo una fiesta que mi tío les hizo a dos de mis primos, para mí- fenomenal, mis primos estaban disfrazados de vaqueros, hubo mariachi, payaso, pastel y refresco, una fiesta que disfrute y a la vez envidie, sabía que a mi jamás me podrían hacer una así, y en mi interior dije, cuando tenga hijos les hare así sus fiestas, pasó el tiempo las fiestas llegaron y mis hijos, familiares e invitados disfrutamos.

Las fiestas en la familia Sánchez, el apellido real, de mi madre y sus hermanas era Guardado, pero su padre –mi abuelo- Enrique Guardado Sánchez optó por quitarse el vocablo inicial de su genealogía por las bromas que provocaba en los años 30 en esa ciudad que hizo su residencia y su epicentro laboral. Así legó a sus cuatro hijos el apellido materno y también a sus nietos que. Incluso, poco saben de esta historia registral.

En esos años se podían cambiar el nombre con solo uso y costumbre.

En la familia también hay otro caso similar. Uno de sus cuñados cambió el San Juan por el Palmas, a semejanza de una de las avenidas principales de uno de los barrios aristócratas denominado Lomas de Chapultepec. No le gustaba la cacofonía que representaba su nombre de pila: Juan San Juan. Así las cosas, el San Juan Guardado se convirtió con el tiempo en Palmas Sánchez para la los hijos de Clara, la hermana mayor.

Los hijos de Amalia, la hermana menor, fueron registrados como Arguello Sánchez, mientras que los de Isabel dejaron de ser Heras Guardado. El caso es que nuevos apellidos se conjugaron en esta familia que sufrió en su simiente un cambio con la muerte de Enrique, el hermano menor.

En ese entonces, en la primera parte del siglo veinte, los niños jugaban en carros hechos de madera con ruedas de fierro y baleros. El carrito del pequeño Enrique tuvo un percance al ser empujado por dos de sus primos mayores y ahí vino el desenlace que terminó con su corta vida.

Las consecuencias fueron graves pues Enrique Sánchez dejó el trabajo y su vida se fue extraviando hasta dejarse morir, poco después de una separación de su esposa Julia, quien años después murió de cáncer a los 40 años de edad y con el cabello blanco.

Enrique era albañil, contratista de obras de construcción, una especie de “ingeniero sin título”, que cada semana llenaba de dinero la mesa del comedor y la mitad la repartía entre sus trabajadores. Cada sábado llegaban a la casa de Lago Cuitzeo a cobrar su raya, ante los ojos atónitos de los niños que veían circular esas cantidades de dinero.

Por una costumbre y rasgos culturales de la época, Enrique nunca accedió a comprar alguna propiedad donde viviera su descendencia, a pesar de las ofertas que le hacían de manera cíclica, pues aseguraba que no iba a darle a ningún varón casa e hija.

Tras su muerte, Clara, Isabel y Amalia quedaron desprotegidas pues, incluso, carecían de techo donde guarecerse por lo que debieron recurrir a su abuela y tías. Su alimento lo conseguían del mercado antiguo que después construyera el arquitecto Pedro Vázquez Colmenares y que tiene similitud a la iglesia de La Villa, además que empezaron a trabajar en su corta edad echando tortillas, lavando, planchando y limpiando casas y negocios.

Las tres hermanas Clara, Isabel y Amalia con todo y sus limitaciones académicas lograron arropar a sus respectivos hijos económica y culturalmente a través de sus ejemplos como Mujeres y Madres y de ese gran cúmulo de cultura, por ejemplo la laboral, nos enseñaron a trabajar de manera honesta, legado que nosotros también se lo compartimos a nuestros hijos; la cultura de la diversión, cómo no recordar aquellos días de las Madres, 15 de septiembres o navidades cuando familiarmente nos reuníamos en la casa "grande" la de tía Clara, escuchábamos la música tropical y el baile no se hacía esperar que por cierto al menos para mí, mi madre y la tía Chave fueron mis maestras de baile.

Recuerdo los días de muertos en Zapotitlán, poblado donde vivían otros tíos, viajábamos en camión, verdaderas excursiones; después el Tío Juan se compró un chevrolet –usado- y los viajes eran más placenteros, ya en el lugar, el espectáculo de los disfraces, el baile de la Santanera donde acudían las primas, lo que nunca se me olvidara es la gran ofrenda que lucía el patio de la casa y el itacate tan vasto que les daban a las tías y a mí madre.

En la secundaria soñaba con tener el pelo largo como la moda hippiosa, tenía más amigos tanto de la secu como del barrio de Santa Julia, donde las calles las agarrábamos de cancha de futbol, la arquitectura era variable, en una sola calle podíamos encontrar vecindades, edificios, y hasta ciudades perdidas, -vecindades que tenían varias salidas-; los vecinos y amigos eran inmigrantes, en su mayoría venían de Veracruz, Guerrero y Oaxaca, algunos con buenos modales y otros con algunas mañas, aprendí con ellos mucho más que lo que se aprende en clases, claro estos aprendizajes no eran académicos aunque sí para sobrevivir, aprendí a pelear tanto silvestremente como en gimnasio, iba a los

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