Juan Pablo Duarte, La Nación Dominicana Y Su Payecto De Constitucion
larever8 de Marzo de 2014
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Introducción:
El pueblo dominicano ha sabido constituirse como nación libre y soberana, como lo fue el sueño de nuestros patricios Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella, en medio de la dominación y los intentos colonialistas de los imperios, desde finales del siglo xv hasta la postrimería del siglo xx. Sin embargo, lo que acontece en la actualidad en la sociedad dominicana apunta a la profundización de una crisis que puede llevarnos a la desaparición como pueblo, y por lo tanto a truncar el sueño duartiano, de la existencia de la República Dominicana.
El antídoto planteado por Juan Pablo Duarte, para la preservación de la nación dominicana, está contenido su ejemplo de vida, en su proyecto de constitución de 1844 y las recomendaciones para que ella y las leyes marquen la convivencia entre todos los dominicanos. Por eso, aunque tendré necesariamente que reseñar los más importantes momentos relacionados con nuestro patricio, mi objetivo es llamar la atención sobre el alcance del pensamiento de Duarte en la crisis que estamos viviendo en la actualidad.
La formación del pueblo dominicano:
La formación de nuestro pueblo comenzó desde el instante en que los españoles desembarcaron en la isla de Haití en 1492 y de inmediato planificaron el control político-administrativo sobre el territorio, el despojo de las riquezas y recursos naturales, y la sumisión de su población, en condición de esclavitud, a sus designios imperiales.
Muy pronto y en medio de la desaparición física de población indígena, se produjeron cambios en los propósitos económicos de los colonizadores, dando inicio a la industria azucarera y la introducción de un importante contingente de africanos, capturados en sus tierras y convertidos abusivamente en esclavos, para enriquecer la España colonialista y a sus súbditos en territorios americanos.
La resistencia indígena primero y luego las insurrecciones de los esclavos africanos trasplantados en los ingenios, hatos y estancias de nuestra isla, prologaron lo que con el tiempo, en la medida en que se producía una integración demográfica, principalmente entre españoles y africanos, resultaría en la existencia de un conglomerado que comenzó a considerarse criollo y propio de esta tierra en contraposición y celoso de la presencia del español nacido en España y reubicado en su condición de supremacía económica y social en Santo Domingo.
El enfrentamiento del criollo-español-dominicano con los dominadores se expresó tempranamente para 1605, cuando las autoridades españolas de la Isla intentaron poner fin al trasiego ilegal pero necesario, de mercancías provenientes de imperios enemigos de España, lo que conocemos en la historia de aquellos tiempos como “el contrabando”. El mulato criollo Hernando de Montoro simbolizó la desobediencia aplastada a sangre y fuego, en los territorios devastados y por demás despoblados en que se producía aquella práctica que rechazaban las autoridades españolas de la Isla, los que abandonados a su suerte, facilitaron la presencia de otras potencias europeas.
La crisis económica generada por aquella acción, conocida como “devastaciones de Osorio”, produjo con el tiempo la emigración del español atraído por el oro de México y otras regiones continentales, la presencia en la parte despoblada de nacionales de Holanda y Francia principalmente, el fortalecimiento demográfico del criollo-mestizo y el arraigo económico y emocional de quienes ya se sentían parte de nuestro pueblo y comenzaban a identificarse temprano a partir del siglo xvii, como españoles, blancos de la tierra, españoles-dominicanos y o simplemente “dominicanos”.
Lo que no impidió que España mantuviera radicalmente su dominio y siguiera imponiendo su orden político-administrativo y social sobre toda la población de Santo Domingo, utilizando la Isla como parte del juego de intereses que la enfrentaba con otras potencias europeas, como sucedió con los tratados de Nimega (1678), Ryswick (1697), Aranjuez (1777) y Basilea (1795). Cada uno de estos acuerdos internacionales iban consolidando y definiendo lo que pronto resultó en una poderosa colonia francesa en la que se desarrolló una rica economía de plantaciones esclavistas, mientras el Santo Domingo español languidecía económicamente y comenzaba a vincularse con sus vecinos franceses a través del hato ganadero.
El Tratado de Basilea, con el que se puso fin a los conflictos entre Francia y España en 1795, produjo el cambio de autoridad colonial en Santo Domingo español, pues todo el territorio de la Isla pasó a ser parte del imperio francés. La reacción de los dominicanos españoles, de los mestizos y esclavos ante el cambio de mando ha sido poco estudiado, pero son conocidos los documentos de rechazo por una parte de los dominicanos que comenzaron a emigrar a Cuba, Puerto Rico y Venezuela, y a movimientos que apuntaban a la libertad de los esclavos como sucedió en 1796, posiblemente influenciados por los reflejos de las luchas que se daban más allá de la frontera con la colonia francesa.
Fue en medio de lo que aconteció desde entonces, que las tropas de Toussaint Louverture, actuando a nombre de Francia, ocuparon la parte española, liberaron los esclavos de su opresión económico-social e iniciaron cambios en la economía que fueron pronto abortados por la presencia del ejercito francés (1802-1809), que controló y organizó la nueva colonia de Francia en el Santo Domingo español.
Pero las ideas liberales de la Revolución Francesa se expandían por el mundo con su grito de libertad ciudadana e independencia de los pueblos, y en Santo Domingo no se ignoró el influjo de que eran portadora, dejándose sentir en las luchas que los dominicanos iniciaron en 1808 contra la dominación francesa: dominicanos, que reclamaban la vuelta a la condición de colonia de España, encabezados por Sánchez Ramírez unos, y otros que combatían contra los franceses favoreciendo la independencia, encabezados por Ciriaco Ramírez y aunque con la derrota de los segundos, al mismo tiempo que salían los franceses de nuestro territorio, volvimos a la condición de colonia de España (109-1821). Doce años después los liberales dominicanos proclamaron la primera independencia, aquella que conocemos en la historia como la Independencia Efímera de Núñez de Cáceres”, por haber sido este intelectual criollo quien encabezó la conspiración y proclamación del Estado Libre del Haití Español el 1 de diciembre de 1821.
Lamentablemente, la falta de apoyo social de esta independencia, pues los sectores oligárquicos esclavistas preferían la integración con la República de Haití o la continuidad de España en su dominación sobre Santo Domingo, así como los errores de Núñez de Cáceres en no proclamar la libertad de los esclavos y la aptitud de estos esclavos en acogerse a la presencia haitiana, sumado al fracaso de las búsqueda de una integración regional con el proyecto de la Gran Colombia que lideraba Simón Bolívar en América del Sur, trajo como consecuencia la presencia y dominación de Haití en el territorio dominicano durante 22 años, desde el 9 de febrero de 1822 hasta el 27 de febrero de 1844.
Como se ve, resulta un mito puesto a circular por sectores conservadores, de que el pueblo dominicano fue el único del Continente en no lograr su independencia de una potencia europea y al contrario la alcanzo de un pueblo semejante al nuestro, la República de Haití.
Las luchas de los dominicanos trasciende los límites de los siglos xvii y xviii, haciéndose evidentes recién se iniciaba el siglo xix, tomando parte en la derrota infligida al ejercito francés (1808-1809), e independizándonos de España en 1821. En esos dos acontecimientos se encuentra la génesis de la República Dominicana, consolidada en el proyecto duartiano que tomó forma a partir de la constitución de La Trinitaria el 16 de julio de 1838, hecho realidad en 27 de febrero de 1844 y definitivamente, después que malos dominicanos que nunca creyeron en la existencia de nuestra nación anexionaron la República a la imperial España en 1861, y los verdaderos dominicanos encabezados por los líderes restauradores derrotaron al ejercito español y proclamaron para siempre la República Dominicana, 1865.
Juan Pablo Duarte y la Nación Dominicana:
Con ese proceso como referente, es que debemos estudiar el aporte de Juan Pablo Duarte y sus compañeros a la fundación de la República, teniendo como instrumento para lograr sus objetivos la organización secreta La Trinitaria, un partido juvenil constituido en principio por nueve jóvenes, con edades que oscilaban entre los 16 y los 28 años. Los convocados para la constitución de la organización el día escogido y en la casa de Doña Chepita Pérez, madre de uno de los presentes, Juan Isidro Pérez, fueron Juan Pablo Duarte, Juan Isidro Pérez, Pedro Alejandrino Pina, José María Serra, Felipe Alfau, Jacinto de la Concha, Juan Nepomuceno Ravelo, Félix María Ruiz y Benito González.
En el juramento de esos jóvenes al fundar la organización, redactado por Duarte, está definido el proyecto de nación soñado por él, quien muy joven había vivido en España y viajado por varios países de Europa, en los que conoció las ideas liberales que se debatían en esos pueblos. En ese juramento quedó establecida la necesidad de crear un país libre y soberano e independiente, que se llamaría República Dominicana, el cual tendría su pabellón tricolor en cuarto encarnados y azules, atravesado por una cruz blanca, y que se reconocerían
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