La Acogida Del Pueblo Aleman A Hitler

Durante la década de 1930, la situación económica, política y social que se vivía en Alemania era deprimente. Por una parte, el crack del 29 había golpeado muy duro al país y había millones de desempleados. Esto aumentaba en conjunto con la frustración ante la derrota y la paz poco honrosa, sufrida quince años atrás durante la Primera Guerra Mundial, que produjo la desconfianza del pueblo hacia su débil gobierno, conocido como la República de Weimar. El mismo que corría grave peligro ante el miedo y la amenaza constante de una revolución marxista. Estas condiciones propiciaron el surgimiento de un nuevo líder llamado Adolf Hitler, junto con su partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores o partido nazi.

Puede resultar inexplicable o enigmático cómo fue posible la seducción masiva del pueblo alemán por Hitler, que diez años antes era tan solo un personaje marginal. Llegó al poder el 30 de enero de 1933 cuando fue nombrado jefe del gobierno alemán. Durante su administración, reestructuró la desastrosa economía dándole trabajo a casi seis millones de desocupados en pocos años. Dejó sin efecto el Tratado de Versalles que sometía al pueblo alemán con improperios humillantes. Su partido se presentó como una tercera vía equidistante tanto de los horrores revolucionarios como del monopolio capitalista. Atrajo la atención de muchos, por su potente y cautivadora oratoria con la promesa de un cambio y una mejora de vida para una nueva y gloriosa Alemania. El gran sequito de alemanes desesperados había encontrado al fin, un salvador de la nación.

La primera razón por la cual el pueblo alemán adonizaba a Hitler radica en el hecho de su sorprendente trabajo como dirigente de Alemania. Promovió un estado del bienestar cimentado sobre la creación de una seguridad social, controlando el precio de la vivienda y apoyando un nuevo concepto consistente en las vacaciones para todo el pueblo. La economía del país se vio fortalecida por un crecimiento interno superior al resto de las naciones europeas. Entregó a los campesinos tierras que anteriormente pertenecían al Estado. Ordenó la creación de un automóvil asequible para todos los ciudadanos, al que pensaba llamar "el vehículo del pueblo" o Volkswagen. Mostró éxitos contra el paro y la política exterior. Inauguró los espectaculares XI Juegos Olímpicos de Berlín, en agosto de 1936. Todo esto y más le valió el apoyo popular, lo que hizo que muchos marxistas y liberales del mundo se sorprendieran al ver como Hitler y el nacionalsocialismo llevaron a Alemania y a los alemanes a un nivel de vida superior a las otras naciones.

Por último, la segunda razón que despertó el gran interés alemán hacia Hitler se debe precisamente a los reconocimientos de su extraordinario tipo de personalidad y su fulgor de impenetrabilidad. Hitler poseía un maravilloso carisma capaz de envolver a las masas, además de su gran oratoria gesticular estudiada. Una de las características más relevantes de la personalidad de Hitler era la capacidad de impresionar a quienes lo rodeaban. Había personas que podían ser muy fuertes y seguras en sus campos de acción, pero en presencia de Hitler estas personalidades se veían sorprendidas por la capacidad intelectual del Führer y sus conocimientos generales. Así lo recuerda Rosa Mitterer, quien trabajó para Hitler durante su retiro: "Fue un hombre encantador, alguien que sólo fue siempre agradable para mí, un gran jefe por quien trabajar. Pueden decir lo que quieran, pero él fue un buen hombre para nosotros". También Traudl Junge, secretaría personal de Hitler describió así la esencia que emanaba de este personaje: "Cuando estaba presente (Hitler), todo el edificio bullía de actividad, todos corrían, los teléfonos sonaban, los radioespectadores no cesaban de enviar y recibir notas de comunicados (...) Cuando él estaba ausente,

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