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La Cruenta Guerra Federal O Guerra Civil


Enviado por   •  27 de Octubre de 2013  •  2.609 Palabras (11 Páginas)  •  413 Visitas

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La cruenta Guerra Federal

Esta guerra se dio el año 1898 no fue nada más que un engaño y un fraude urdido por altos dirigentes del partido liberal que, por el simple hecho de lograr el gobierno para sí, no tuvieron escrúpulos en mentir, tanto a conservadores y sureños, como a liberales y norteños y a los propios militantes liberales.

Los encarnizados encuentros armados y las extensas reyertas parlamentarias no se libraron por consolidar la capital en Sucre o trasladarla a La Paz, y mucho menos por la federalización de Bolivia, sino simplemente por la ambición de poder, según refieren muchos connotados historiadores.

Antecedentes

La derrota en la Batalla del Alto de la Alianza, que fue el fin de la Guerra del Pacífico (para Bolivia ya que no volvió a participar en ella), dividió a la población boliviana entre “los guerristas”, que eran partidarios de recobrar, por lo menos, un buen espacio en el litoral perdido y tener un paso autónomo al mar, y “los pacifistas”, que deseaban el fin de la guerra y un acuerdo pacífico con Chile.

Ello originó el nacimiento de dos partidos políticos antagónicos: los guerristas con el Partido Liberal y los pacifistas con el Partido Conservador.

Los conservadores, a la cabeza de Aniceto Arce y Mariano Baptista, entre otros personajes, tenían a Sucre como su asiento y habían ganado las últimas elecciones del siglo XIX: Gregorio Pacheco (1884-1888), Aniceto Arce (1888-1892), Mariano Baptista (1892- 1896) y Severo Fernández Alonso (1896 adelante).

Los liberales, encabezados por Narciso Campero y Eliodoro Camacho, comandante y jefe de Estado Mayor respectivamente, de las fuerzas Perú-Bolivia derrotadas en el Alto de La Alianza en 1880, tenían a La Paz como su plaza fuerte tras el triunfo obtenido en las elecciones municipales de ese distrito.

Desde allí, fustigaban a una “insoportable oligarquía que se había entronizado en el gobierno boliviano”, enumerando irregularidades, abusos, conculcación de los derechos, especulación, corrupción política y desquiciamiento del cuerpo social.

Las discrepancias regionales hicieron crisis ante la falta de condiciones culturales, económicas, políticas o ideológicas necesarias para una cohesión nacional.

A este antagonismo político, se sumó la rivalidad regional y social y la susceptibilidad de que Sucre sólo tenía 20.907 habitantes, frente a los 52.697 de La Paz. La Paz—según enarbolaron en ese tiempo— era una ciudad de mayor crecimiento comercial, pero menos aristocrática que Sucre, era una región de mayor rendimiento económico y favorecía en mayor proporcionalidad a las arcas de tesoro público, que eran destinadas en su mayoría a la construcción de Palacio de Gobierno, edificios públicos en Sucre y puentes en los ríos Pilcomayo y Cachimayu.

La tesis para asentar la sede de gobierno en La Paz fue la necesidad de “atender las relaciones internacionales y la administración interna”.

Hasta el fin de la Guerra del Pacífico, en el año 1880, la sede del Poder Ejecutivo funcionaba donde el presidente de turno se encontraba. Inclusive se llegó a decir que “la Presidencia de Bolivia tenía su sede en la cabalgadura del mandón de turno y en el lugar donde el mandatario sofocaba una revolución o asonada”. De ahí que la historia relata que el Congreso desde 1825 hasta 1900 se reunió en 29 oportunidades en Sucre, 20 en La Paz, siete en Oruro, dos en Cochabamba y una en Tapacarí.

Esos motivos, entre muchos otros, y el triunfo de los liberales en las elecciones municipales de La Paz, desconocidas por el gobierno de Severo Fernández Alonso, fueron el detonante de una corriente incontrolable de disturbios en La Paz, el posterior decreto de un estado de sitio y el desconocimiento a las actuaciones del gobierno municipal “impuesto por la fuerza”.

Sucre, capital de la República.

El problema de la capitalidad —término utilizado por primera vez por el historiador Julio César Velásquez— surgió desde el mismo nacimiento de Bolivia a la vida independiente, tras el traslado de la sede del Congreso de Oruro a Sucre —a partir del Decreto Supremo del Mariscal Sucre, del 9 de febrero de 1825—, donde finalmente se resolvió el destino de las provincias del Alto Perú.

Los 39 diputados congregados en el hoy salón principal de la Casa de la Libertad o Salón de la Independencia, mediante Ley del 11 de agosto de 1825, denominaron al nuevo Estado libre como “República de Bolívar” y a la ciudad Capital de la República y su departamento como “Sucre”.

Mediante Ley del 1 de julio de 1826, el Congreso entregó al “Padre de la patria y fundador de Bolivia, Simón Bolívar”, la facultad de designar el lugar donde se erigirían los edificios necesarios para el funcionamiento de los tres poderes del Estado.

“Mientras se levanten los edificios necesarios para el Gobierno y cuerpo legislativo, Chuquisaca se declara capital provisoria de la República”, añadió la norma en aquel entonces.

La falta de recursos económicos para la edificación de la nueva sede capitalina determinó que el 10 de julio de 1839, el Congreso Constituyente sancionara la siguiente ley: “La Ciudad de Chuquisaca es la Capital de la República conforme a la ley del 11 de agosto de 1825, se llamará en adelante Ciudad Sucre”.

Intentos de Federalizar Bolivia

El presidente Severo Fernández Alonso (1898-1899) estaba convencido de que el gobierno debería poseer una residencia fija. Ese domicilio, por la raigambre histórica y por haber “nutrido los cerebros de los genios de nuestra emancipación”, entre otras razones, debería ser Sucre, la capital legal de la Bolivia.

Para el efecto, en esos años se aceleraba la construcción del palacio de gobierno, además de puentes y carreteras, en el afán de cohesionar una obra de política nacional. A partir de ello, nació la idea de la “Ley de Radicatoria”, que era considerada como hostil e irritaba al pueblo de La Paz.

El Congreso Nacional inauguró su legislatura el 6 de agosto y transcurrió apacible y dedicado a temas habituales, sin asomarse, ni siquiera por sospecha, la tempestad que no tardaría en desatarse con características catastróficas.

En la sesión ordinaria vigésimo nona, del 26 de septiembre de 1989, el diputado por la segunda sección de Yungas, Isaac Campero, presentó a la plenaria un proyecto de ley que insertaba modificaciones trascendentes

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