La Cuidad Antigua
Eisme11 de Enero de 2012
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LIBRO PRIMERO
CAPITULO I
Creencias Antiguas
Hasta los últimos tiempos de la historia de Grecia y Roma se vio persistir entre el vulgo un conjunto de pensamientos, y usos, que indudablemente, procedían de una época remotísima. De ellos podemos inferir las opiniones que el hombre se formo al principio sobre su propia naturaleza, sobre su alma y sobre el misterio de su muerte. Las generaciones antiguas, mucho antes que hubiera filósofos, creyeron en una segunda existencia después de la actual, consideraron la muerte, no como una disolución del ser, sino como un mero cambio de vida.
La antigüedad entera estaba persuadida de que sin la sepultura el alma era miserable, y que por la sepultura adquiría la eterna felicidad. Las formulas de la ceremonia fúnebre, puesto que sin ellas las almas permanecían errantes y se aparecían a los vivos, es que por ellos se fijaban y encerraban en las tumbas, y así como habían formulas que poseían esta virtud, los antiguos tenían otra con la virtud contraria: la de evocar a las almas y hacerlas salir momentáneamente del sepulcro. Se temía menos a la muerte que a la privación de la sepultura, ya que se trataba del reposo y la felicidad eterna.
Se rodeaba a la tumba de grandes guirnaldas de hierba y flores, que se depositaban tortas, frutas, sal, se derramaba leche, vino, y a veces la sangre de alguna víctima.
CAPITULO II
El Culto De Los Muertos
Entre los griegos había entre cada tumba un emplazamiento destinado a la inmolación de las víctimas y a la cocción de su carne. La tumba romana también tenía su culina, especie de cocina de un genero particular, y para el exclusivo uso de los muertos. Estas creencias dieron pronto a lugar las reglas de conducta. Puesto que el muerto tenia necesidad de alimento y bebida, se concibió un deber de los vivos satisfacer esta necesidad, fue obligatorio. Los muertos pasaban por seres sagrados, los antiguos les otorgaban los más respetuosos epítetos que podían encontrar: llamándoles bienaventurados, buenos, santos. Para ellos tenían toda la veneración que el hombre pueda sentir por la divinidad que ama o teme; en su pensamiento cada muerto era un dios. No se daba distinción entre los muertos. Los griegos daban de buen grado el nombre de dioses subterráneos, los romanos les daban el nombre de dioses “manes”. Las tumbas eran los templos de estas divinidades.
CAPITULO III
El Fuego Sagrado
La casa de un griego o romano encerraba un alta, en este altar tenia que haber un poco de ceniza y carbones encendidos, era una obligación sagrada para el jefe de la casa el conservar el fuego de día y noche. No era licito alimentar ese fuego con cualquier clase de madera, este fuego debía conservarse siempre puro. Había un día del año, que para los romanos era el 1 de mayo en que cada familia tenia que extender su fuego sagrado y encender otro inmediatamente, pero para obtener el nuevo fuego era preciso observar escrupulosamente algunos ritos. El fuego tenia algo de divino, se le adoraba, se le rendía un verdadero culto.
El nombre del fuego sagrado fue personificado con el nombre de Vesta. Se represento a esta divinidad con rasgos de mujer, porque la palabra con que se designo al altar era de genero femenino. Vesta fue la diosa virgen, que no representaba en el mundo la fecundidad ni el poder, fue el orden, pero no el orden rigurosos, abstracto, la ley imperiosa y fatal, que se advirtió muy pronto en los fenómenos de naturaleza física.
CAPITULO IV
La Religión Domestica
Desde hace muchos años el hombre solo admite una doctrina religiosa mediante dos condiciones: que le anuncie un dios único, y que se dirigía a todos los hombres y a todos sea accesible sin rechazar sistemáticamente ninguna clase ni raza. En esta religión primitiva cada dios solo podía ser adorado por una familia. La religión era puramente domestica. Una de las reglas de aquel culto, era que cada familia solo podía rendir culto a los muertos que le pertenecían por la sangre, por eso la ley prohibía que un extranjero se acercase a una tumba, tocar con el pie, aun por descuido una sepultura era un acto impío. En Grecia y Roma así como en la India, el hijo tenia el deber de hacer las libaciones y sacrificio a los manes de sus padres y de todos los abuelos.
LIBRO II
LA FAMILIA
CAPITULO 1
La religión ha sido el principio constitutivo de la familia antigua
En ciertos días, cada cual determinado por su religión domestica. Los vivos se reúnen cerca de los antepasados. Les llevan la comida fúnebre, les vierten la leche y el vino, depositan las tortas y frutas o queman en su obsequio la carne de una víctima. A cambio de estas ofrendas, solicitan su protección, les llaman sus dioses y les piden que den fertilidad al campo, prosperidad a la casa, virtud a los corazones. El principio de la familia antigua no radica en la generación exclusivamente. El principio de la familia tampoco consiste en el afecto natural, pues el derecho romano y el griego no tienen para nada en cuenta ese sentimiento. Una familia era un grupo de personas al que la religión permitía invocar al mismo hogar y ofrecer la comida fúnebre a los mismos antepasados.
CAPITULO II
El matrimonio
El matrimonio es pues, un acto grave para la joven, y no menos grave para el esposo, pues esta religión exige que se haya nacido cerca del hogar para tener el derecho de sacrificarle, y sin embargo va introducir cerca de su hogar a una extraña. El matrimonio era la ceremonia santa que había de producir esos grandes efectos. La religión con que se consumaba el matrimonio no era la de Júpiter o la de Juno, o la de otros dioses del olimpo. La ceremonia no se realizaba en el templo, sino en la casa, y la presidía el dios domestico.Esta religión no acepta la poligamia, haciéndolo indisoluble y el divorcio casi imposible. El derecho romano permitía fácilmente disolver el matrimonio por coemptio pero el religioso era muy difícil. El efecto de la conferatio solo podía ser destruido por la differratio.
CAPITULO III
De la continuidad de la familia; celibato prohibido; divorcio en caso de esterilidad; desigualdad entre el hijo y la hija. Las creencias referentes a los muertos y al culto que se les debía han constituido la familia antigua y le han dado la mayoría de sus reglas. La regla de que cada familia debía de perpetuarse siempre, los muertos necesitaban que su familia nunca se extinguiese. La extinción de la una familia produce la ruina en la religión de esta. El hijo que había de perpetuar la religión domestica debía ser el fruto de un matrimonio religioso. El matrimonio era pues obligatorio El nacimiento de una hija no realizaba el objeto del matrimonio, En efecto la hija no podía continuar el culto, pues el día que se casaba renunciaba a la familia y al culto de su padre. Era pues el hijo a quien esperaba el que era necesario. El ingreso de este hijo a la familia se señalaba con un acto religioso.
CAPITULO IV
De la adopción y de la emancipación
El deber de perpetuar el culto ha sido el principio del derecho de adopción entre los amigos. “A aquel a quien la naturaleza no ha concebido hijos puede adoptar uno para que no cesen las ceremonias fúnebres”. Teniendo su razón de ser la adopción solo en la necesidad de prevenir que el culto se extinguiese siguiese que nada, estaba permitida al que no tuviese hijos.
A la adopción correspondía como correlativo la emancipación. Para que un hijo pudiera entrar a una nueva familia, era de todo punto preciso haber salido de la antigua.
CAPITULO V
Del parentesco que los romanos llamaban agnación
Platón dice que el parentesco es la comunidad de los mismos dioses domésticos. No se podía ser pariente por línea de las mujeres, la mujer no trasmitía la existencia ni el culto. El principio del parentesco no radicaba en el acto material del nacimiento, sino del mismo culto. El lazo de sangre no basta para establecer este parentesco, se necesita el lazo de culto, la religión determinaba el parentesco. A medida que esta antigua religión se debilitaba, la voz de la sangre comenzó a hablar mas alto, y el parentesco por el derecho fue reconocido por el derecho. Los romanos lo llamaron cognatio.
CAPITULO VI
El derecho de la propiedad
Se sabe que algunas razas nunca llegaron a establecer la propiedad privada, que otras lo lograron después de mucho tiempo y trabajo. Entre los antiguos germanos - según algunos autores - la tierra no pertenecía a nadie. Al contrario, las poblaciones de Grecia e Italia, desde la más remota antigüedad han practicado la propiedad privada. Ningún recuerdo histórico ha quedado de que la tierra haya sido común.La idea de la propiedad privada estaba implicada en la religión misma. Cada familia tenia su hogar y sus antepasados, esos dioses solo podían ser adorados por ella, solo a ella protegían, era su propiedad. De todas estas creencias, de todos estos usos, de todas estas leyes, resulta claramente que es la religión domestica la que ha enseñado al hombre a apropiarse de la tierra y le ha garantizado su derecho sobre de ella. Solo conocemos el derecho romano a contar de las doce tablas, es evidente que en esta época estaba permitida la venta de la propiedad, pero hay razones para creer que en la primera etapa de Roma la tierra era inalienable como en Grecia. En fin se permitió vender el dominio, pero también para eso se necesitaban las formalidades de la religión.
CAPITULO VII
El derecho de sucesión
Habiéndose establecido el derecho de propiedad para la realización de un culto hereditario no era posible que ese derecho se extinguiese por la corta existencia del individuo.
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