La Historia Como Identidad Nacional

*Desentrañando la historia como identidad nacional*

“La historia como identidad nacional”

El nacionalismo se concibe como un principio esencial de la legitimidad política, pero, ¿es un simple hecho?, o ¿Qué factores intervienen en su condicionamiento?, bien, para dar respuesta a estas dos interrogantes hay que indagar en las raíces de sus orígenes. El hecho nacional no es un simple hecho, claro que no, más bien yo podría definirlo como la ejecución de múltiples ideas e interacciones individuales que nos conllevan a consolidar un proyecto, en este caso de mero carácter nacional.

Esta ideología o mejor dicho, el nacionalismo tiene un oponente enérgico robusto y a su vez implacable: un rompecabezas con un cumulo de piezas, en este caso las personas, las cuales se están moldeando y pertrechando en un excesivo venero de necesidades humanas, tales como la educación escolar, valores familiares, la necesidad de ser reconocidos, aceptados e incorporados a un destino social común.

Lo mencionado anteriormente es una porción constituyente de nuestra identidad nacional. La estructura de una nación no es un modelo homogéneo respecto a otras, ya que estas se encuentran determinadas por los múltiples factores como la raza, idioma, costumbres, ritos y un sinfín de rasgos culturales, que nos brindan como secuela una amalgama pluralizada en cuanto a sus orígenes.

Por su parte, la identidad nacional se encuentra condicionada y definida por un universo social y cultural, el cual no es necesario respaldar con un documento legal. Detrás de toda identidad nacional se atesora una determinada historia. En la actualidad la historia puede ser ficticia y utópica, debido a que se considera sustancial para crear y conservar la historia nacional.

Por citar así a Valery: “ La historia es el producto más peligroso que haya elaborado la química del intelecto; sus propiedades son bien conocidas, hace soñar, emborracha a los pueblos, exagera sus reflejos, mantiene abiertas sus viejas llagas y conduce al delirio de grandeza volviendo de este modo a las naciones amargas, soberbias, insoportables y vanas.

Los errores históricos son factores esenciales en la integración de una nación, por lo que el análisis y estudio de la historia, es un peligro latente para la nacionalidad. Ante la urbe social, la historia tiene una falsa responsabilidad, ya que esta debe concederse como ciencia y no como sirviente.

El carácter de la historia pública es tomar parte en la misma historia, ya que nos permite contemplar una cara del futuro. México no ha conseguido reconciliarse con su remoto pasado por esa razón vive en la verdad a medias.

La historia es también maestra de vida, y un factor optimista de la identidad nacional, claro, si es idónea para rescatar la voz de los olvidados. El historiador debe someterla a juicio

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