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La Leyenda Boliviana De L Papa


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2014  •  3.651 Palabras (15 Páginas)  •  441 Visitas

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LA LEYENDA DE LA PAPA

QUIENES ERAN LOS SAPALLAS

En tiempos muy remotos, nuestro país estaba habitado por las sapallas. Sapallas quería decir en el lenguaje antiguo "los únicos señores". Y esto era exacto, porque este pueblo hacía remontar la posesión de su territorio hasta los tiempos de la tradición. Se aseguraba que el dios Viracocha, es decir el Supremo Creador del mundo según los aymarás, al tiempo que distribuía a cada pueblo una región determinada para establecerse, destinó para los sapallas la región más próspera y rica.

Los sapallas estaban orgullosos de su suelo. Parecía una región predestinada a una gran raza, así como la Tierra Prometida para el pueblo de Israel. Sus majestuosos montes nevados, su pampa inmensa y solemne, su cielo diáfano y purísimo, su lago legendario, sus aves, sus flores, todo, en fin hacía del suelo de los sapallas un país nada común en el mundo.

Los sapallas vivieron en sus tierras felices y contentos. La tierra retribuía con prodigalidad el esfuerzo de los agricultores; el Sol les enviaba desde lo alto la dorada bendición de sus rayos para madurar los granos, y la Luna con su luz suave plateaba las noches serenas y presidía el cortejo de estrellas; el lago ofrecía a los pescadores abundantes y sabrosos pececillos; hasta los ríos les traían desde su misterioso y lejano origen brillantes arenas de oro puro, que las depositaban como un regio presente sobre la linfa de sus orillas. En una palabra, la tierra de los sapallas era una tierra bendita, y, por lo mismo, los hombres que la habitaban fueron buenos, honrados y trabajadores.

Tan buenos eran los sapallas que consideraban a los demás pueblos igualmente bondadosos. Perdieron toda sospecha contra los extranjeros. Tan confiados estaban en las buenas intenciones de sus vecinos que, hasta se olvidaron de manejar armas. Suprimieron los ejércitos por considerarlos ya inútiles en su tranquilo y apacible vivir. Habían olvidado lo que eran las guerras y sus temibles consecuencias.

Así pasaron varios siglos. Generaciones tras generaciones se sucedieron los sapallas gozando inalterablemente de la posesión de esa tierra generosa, en la cual, desde el mandato de Viracocha, eran los "únicos señores".

LA INVASIÓN DE LOS TERRIBLES KARIS

Pero, un día trágico, ocurrió lo inesperado, lo imposible, aquello que estaba fuera de las pasiones de los sapallas.

Hacia el norte vivía un pueblo que, lo mismo que los sapallas, poseía sus tierras desde largos siglos. Pero esas tierras estaban dominadas por un inmenso monte, que como un centinela dominaba los valles y las llanuras. Era un monte que infundía terror, con sus faldas peladas y su hostil cresta que parecía una constante amenaza. Además, según contaban los más ancianos, cuando en la tierra peleaban aun los dioses buenos y malos por el dominio de la tierra, el dios Viracocha había logrado vencer al genio del mal y para dejarlo aprisionado en lugar "seguro lo echó en un profundo abismo y sobre él colocó inmensa mole de esa montaña. Todo esto, que era muy sabido por los habitantes del norte, les hacía considerar esa montaña como encantada y maldita.

Cierto día, los habitantes del norte despertaron azorados por un extraño ruido que parecía salir del interior de la tierra. Formidables truenos vibraban aterradores en el seno del suelo. Las gentes asustadas miraban al cielo y a la tierra, sin saber qué hacer, presintiendo algún mal terrible, pero sin saber a quién acudir para conjurarlo.

Cayó el día, y la noche cubrió la tierra, mientras los pobladores seguían en su terrible angustia. De pronto, la noche lúgubre se alumbró fantásticamente con una luz roja y cegadora. Los mortales vieron entonces que de la cima de aquel diabólico monte brotaba hacia el suelo un enorme chorro de fuego líquido, que, después de elevarse como una columna altísima, se desdoblaba sobre sí misma, ramificándose como un fantástico árbol o abriéndose como un descomunal paraguas, caía sobre la tierra produciendo humo espeso y asfixiante.

Al principio no fue más que asombro el de las gentes que presenciaron tal espectáculo; pero cuando el fuego llegó hasta ellos como una infernal inundación y comenzó a destruir campos, viviendas, animales y hombres, entonces, los sobrevivientes huyeron locos de terror, lanzando ayes y alaridos de angustia.

Toda la comarca se convirtió en un momento en un formidable mar de fuego y ceniza.

Como te habrás dado cuenta, querido lectorcito, esta dolorosa tradición, según la geografía puede ser interpretada de la siguiente manera:

Aquel terrible monte no era otro que el volcán Misti tan célebre por sus constantes erupciones y la catástrofe que he referido es una de las muchas actividades funestas del mismo. El fuego interno que según algunas teorías existe en el centro de la tierra, logra de cuando en cuando su salida a la superficie por esos conductos que son los volcanes. Este fuego interno sale al exterior produciendo un sonido formidable y después de elevarse por lo alto cae a la tierra destruyendo cuanto está a su alcance. Muchas y ricas ciudades han desaparecido en tales catástrofes. Pregunta a tu profesor de Historia y te contará cómo en tiempos antiguos desaparecieron las ciudades romanas Herculano y Pompeya. La misma ciudad de Arequipa que al presente se encuentra al pié del Místi, esté constantemente amenazada por las furias del volcán.

Ahora volvamos a nuestro relato.

Viéndose sin hogar y sin patria, los sobrevivientes resolvieron buscar otro hogar y otra patria aunque fuera en son de conquista y con perjuicio de otros pueblos.

Como tales intenciones no tardaron en fijar sus miradas en las fértiles y apacibles tierras de los sapallas que se extendían hacia el sur como una presa fácil.

Conociendo el carácter tranquilo y pacífico de los sapallas, los sobrevivientes se lanzaron sobre el pueblo vecino como un impetuoso torrente. A la señal de sus pututos de guerra cayeron sobre las indefensas campiñas y aldeas y en poco tiempo consiguieron cantar sobre los desventurados sapallas su fiero himno de conquista y de victoria.

Por su parte, los sapallas, sin armas, sin jefes, sin espíritu guerrero, se quedaron anonadados por la terrible sorpresa, no supieron ni pudieron defenderse y desde el primer momento no tuvieron más remedio que aceptar la dominación de los invasores. Estos tomaron el nombre de "caris" que quería decir "Varones

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