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La Luterana


Enviado por   •  19 de Diciembre de 2011  •  1.601 Palabras (7 Páginas)  •  2.984 Visitas

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LA LUTERANA

Las persona que vivieron a fines del siglo pasado y una o dos de ella que para nuestra suerte todavía recuerdan a los personajes reales o ficticios de su época, dicen que la Luterana fue el símbolo de terror para los niños callejeros y más todavía para aquellos mayores de edad que andaban buscando aventuras amorosas en las afueras de la ciudad por donde solía vérsela brincando detrás de los cercos.

La ciudad de Loja era entonces un estrecho rectángulo marginado al norte por la calle Quito, al sur por la Lourdes al Bernardo Valdivieso y al oeste por la Sucre, y aunque ya existían las prolongaciones de estas calles hacia los cuatro puntos cardinales, no pasaban de ser simples callejones que conducían hacia los dos ríos circundantes y hacia las tradicionales vías de acceso por el norte y por el sur. Marginando dichos callejones estaban las huertas y las cuadras de las solariegas casas lojanas en las que se cultivaba desde el maíz y el fréjol hasta la caña de azúcar, el café y deliciosa frutas como duraznos, membrillos, etc.

De muchas de las casa ubicadas en la calle Sucre sus huertos se extendían hasta el río Malacatos y no pocas propiedades de la calle Bernardo Valdivieso llegaba hasta las mismas orillas del Zamora. Esas cuadras y huertas estaban linderadas con cercos de piedras en algunos casos y por lo general con plantas vivas de cactus o también de pencos o méjicos de los que se extraía el popular mishque, que ni siquiera lo conocen las nuevas generaciones. Y dicen que justamente detrás de esos cercos era donde pasaba la Luterana espiando a las víctimas a las cuales habría de atacar.

¿Quién era y qué hacía la Luterana...? Dicen que nadie pudo verle el rostro porque siempre usaba un amanta negra que le cubría desde la cabeza hasta la cintura y sólo dejaba un resquicio para los ojos. Vestía también una amplia falda o pollera negra que la llegaba hasta los tobillos y por ser todo un atuendo de color negro fue apodada como la Luterana, derivado de la palabra luto o duelo. Debajo de la manta aseguraban que siempre llevaba un afilado puñal y lo clavaba sin piedad en el corazón de los amantes que se aventuraban a buscar la soledad de los callejones para sus escenas de amor.

Según la historia, cuento o leyenda acerca de la luterana, a la ciudad de Loja llegó un día procedente de algún lugar de la provincia una hermosa joven llamada Palmira, la cual era alta y esbelta como una palmera y sus grandes ojos negros contrastaban con la negrura de su cabellera y de sus largas pestañas, de igual manera su piel canela con la blancura de sus dientes blancos y regulares. Como es natural, la presencia de esta bella joven causó revuelo en la ciudad y fue invitada a las mejores fiestas de sociedad, en una de las cuales conoció a José Javier, a quien amó desde el mismo instante de conocerlo y mucho más todavía cunado al compás de un melancólico él la estrechó en sus brazos y musitó a su oído tiernas palabras de amor.

Luego siguieron más fiestas y reuniones en donde José Javier y Palmira se encontraban y se atraían como dos imanes y vivían en un mundo que sólo existía para los dos. Pero este idilio que se creyó no iba a terminar jamás, un día se rompió bruscamente cuando José Javier se presentó en una de esas fiestas del brazo de una distinguida dama que había regresado después de realizar estudios en el exterior y de quien se decía que era la novia oficial de José Javier puesto que se habían comprometido antes de que ella se marchara al extranjero. Sin más signo de dolor que una acentuada palidez, Palmira aceptó estoicamente la nueva situación que se le presentaba, pero tan pronto pudo escabullirse de los numerosos admiradores que la asediaron al verla sola, marchó de allí y nadie volvió a verla nunca más.

A quienes se interesaron en preguntar por Palmira, ya sea por sincera amistad o por mera curiosidad, sus familiares les informaron que se fue a radicarse en Quito. Y efectivamente así ocurrió, pero nunca dijeron que se desquició completamente a raíz de la terrible traición que sufrieron sus sentimientos y su amor propio, motivo por el cual tuvieron que internarla en un asilo para enfermos mentales. Largo tiempo permaneció allí la que antes fue una hermosa joven y envejeció tan prematuramente que a los 35 años tenía la cabeza completamente encanecida y el aspecto de una anciana de 70. Pero como se mostraba completamente pacífica y tranquila, un día ordenó el Director del Sanatorio que podía reintegrarse a la vida normal y Palmira

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