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La Muerte Propia


Enviado por   •  7 de Septiembre de 2014  •  1.384 Palabras (6 Páginas)  •  138 Visitas

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Acerca de la muerte propia

Una serie de alteraciones de esta concepción de la muerte como gran destino colectivo –el reunirse con la mayoría, como sostenían los latinos cultos-, que Ariès detecta en los fenómenos de la representación del Juicio final, en el hecho de que éste se experimente como algo privativo del sujeto en el momento de su fallecimiento, en el interés por los temas macabros sugeridos por las imágenes de la descomposición del cuerpo y en el abandono de la costumbre del entierro en la fosa común para pasar a sepulturas individuales e identificativas de su ocupante, remarcan una modulación en la vivencia de la muerte que pone de manifiesto una mayor relevancia de la subjetividad. A partir de este momento, podrá decirse, no que se ha abandonado la actitud anterior, sino que comienza a apuntarse otra paralela: la idea de la muerte propia, es decir, la idea de que la única experiencia accesible es la de que el yo –mi yo- cesa, y que este fenómeno aparece separadamente de aquel destino colectivo en el que ya se apuntan rasgos de abstracción.

La iconografía de la baja Edad Media refleja un desplazamiento en las temáticas acerca del asunto del retorno de Cristo a la Tierra después de la resurrección. Antes del siglo XII, no aparece signo alguno de una juridización asociada a la resurrección de los muertos provocada por el regreso de Cristo; no hay, pues, referencias ni a tribunales ni a condenas. A partir del siglo XII, en cambio, la iconografía ya nos ofrece la división entre los salvados o justos y los condenados, las imágenes de tribunales, del pesaje de las almas y de balanzas, el registro de las acciones individuales en un libro –el liber vitae; en este orden de cosas, Cristo ya no aparece directamente como personificación de la salvación, sino básicamente de la justicia: es el juez que lee el libro de la vida durante el día del Juicio Final. Es evidente que esta implicación jurídica con los instantes de la muerte (porque la muerte verdadera se produce en este día del Juicio, cuando se determina el destino del alma individual, y no antes, en el momento de la muerte física y de la descomposición del cuerpo) acarrea un aspecto nuevo en la historia: los hombres comenzarán a asociar a su muerte, ahora que ya empiezan a ser capaces de sentirse mínimamente independientes de los ciclos naturales, con un orden no natural, pero orden al fin y al cabo: el orden moral; la muerte se vinculará con un significado moral que consistirá básicamente en una rendición de cuentas, en un deseo de establecer la paz con los demás –y, así también, con uno mismo- antes de la despedida, todo lo cual supone un ensanchamiento de la subjetividad individual no concebible anteriormente. Por eso, el liber vitae deja de tener ese carácter de compendio general de la especie humana para adoptar el de un archivo biográfico individual.[11]

También en este sentido el Juicio Final acabará por convertirse hacia fines de la Edad Media en un asunto privado, que se produce en el momento del fallecimiento, y que, por tanto, devalúa la idea de un Juicio colectivo y grandioso al final de los tiempos. El escenario del moribundo yaciendo en la cama, rodeado de parientes y amigos, no ha cambiado; no obstante, las artes moriendi de los siglos XV y XVI hacen introducir en estas estampas algunos personajes fantasmales que solamente son advertidos por el yacente y no por los que lo rodean: la corte celestial, por un lado, y los ejércitos del diablo, por otro, se dan cita en la habitación del agonizante no para llevar a cabo propiamente un juicio sino, más bien, para someter a aquél a una última prueba bajo la forma de una tentación. El modo como se responde a esta última tentación determina su destino en la gloria o en el infierno por toda la eternidad, pero, a menudo, se impone previamente la recapitulación de la vida.[12] Ariès destaca que las artes moriendi reproducen un momento de tránsito entre aquella conciencia colectiva de la baja Edad Media y la conciencia individual que comienza a sugerirse porque incluyen en sus estampas la escenificación del ritual colectivo,

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